Hace unos días Institución Futuro mostraba en su boletín semanal algunos datos preocupantes sobre la estructura de la economía foral. Para empezar, nunca hubo tantos empleados públicos en Navarra. Sólo Extremadura tiene más empleados públicos que Navarra. Al fin estamos en el top de alguna estadística, pero es en el de asalariados públicos y en una competición en la que el referente es Extremadura.

El problema es que Extremadura no es precisamente el lugar en que todos pensaríamos como el paraíso de los servicios públicos, la Suecia ibérica o la comunidad más rica de España, tampoco el lugar en el que el gobierno autonómico administra mejor los dineros, ni en el presente ni en el pasado. Al contrario, Extremadura es una de las comunidades con mayor paro y menor renta per cápita. ¿Y a pesar de eso tiene el mayor porcentaje de empleados públicos? ¿O será justo a causa de ello?

Tampoco es que los hospitales o los colegios extremeños sean la envidia de España y del mundo. O sea, no se observa una relación entre el número de asalariados públicos y la calidad de los servicios. Para que haya servicios públicos sostenibles y de calidad hacen falta dos cosas. Primero que haya una economía privada muy fuerte. Por eso en Suecia, Alemania o Dinamarca hay estados del bienestar fuertes. Aquí en cambio estamos tratando de construir un estado elefante destruyendo y atacando la economía privada. Como si se pudiera dar de comer al elefante produciendo unos granitos de alpiste. Pero es que en segundo lugar el dinero tiene que estar bien gestionado. De nada sirve generar o recaudar más si después se gestiona mal. ¿Alguien piensa que el dinero público en Navarra ya no se puede gestionar mejor? ¿Por qué necesitamos muchos más asalariados públicos que otras comunidades para no tener servicios mejores? Chivite no recaudes más, gestiona mejor.

Esto nos lleva finalmente al problema añadido de la brecha pública salarial. No sólo tenemos un récord de empleados públicos, sino que la brecha salarial entre los empleados del sector público y del sector privado es brutal. Hablamos de un 50% más de sueldo en el sector público que en privado. No es que tengamos un problema con los empleados públicos o que no valoremos su labor, es que tenemos un problema con la desproporción de sus salarios respecto a los del resto de la población. No es fobia a los empleados públicos, es fobia a los desequilibrios. Aparte de una cuestión de justicia, y que la brecha salarial pública se alimenta de los sueldos que no salen del presupuesto, y por tanto se produce unos a costa de otros, es que además es insostenible.

Chivite está llevando los salarios públicos a niveles de récord, y esto va a ser un problema muy grave cuando lleguen las vacas flacas. En economía no hay muchas cosas seguras, pero una de ellas es que más tarde o más temprano siempre vuelven las vacas flacas. Cuando eso suceda el peso de los salarios públicos en los presupuestos será abrumador, y al ser estructural será un gasto muy difícil de recortar. Veremos entonces lo maravilloso y exitoso que se revela el modelo extremeño-foral.