Tras la aprobación de una reforma laboral que en buena medida es una consolidación de la reforma del PP, sacada adelante de una manera que la Justicia tendrá que determinar si fue ilegal o sólo surrealista, gracias a un voto en el mejor de los casos por error, y sin el apoyo de los socios de investidura, Yolanda Díaz se ha sacado de la chistera, en lo que parece un claro mecanismo compensatorio para recuperar ante sus bases el lustre perdido, una nueva subida del salario mínimo interprofesional (SMI), que tras todas las subidas anteriores acumuladas alcanzaría los 1.000 euros mes. ¿Pero por qué entonces 1.000 y no 10.000 euros al mes? ¡Desde NC exigimos 10.000 euros al mes!
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La cuestión es si la fijación de un salario mínimo tiene algo que ver con la realidad o no. O sea, si el salario mínimo tiene que algo que ver con la riqueza real del país y la productividad de cada trabajador entonces no es algo que tenga sentido fijar desde el gobierno, aparte que la fijación desde el gobierno puede tener consecuencias nefastas. Si el salario mínimo fijado se encuentra por debajo de la productividad del trabajador, entonces apenas tiene eficacia alguna porque los empresarios no pagan normalmente los salarios sólo por bondad, pero si el salario mínimo se fija por encima de la productividad del trabajador, entonces su puesto de trabajo deja de ser viable y se va o a la economía sumergida o al paro.
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Desde luego todo el mundo puede darse cuenta de que si se subiera el SMI a los 100.000 euros anuales, entonces se iría todo el mundo al paro menos Ana Botín, Ione Belarra y el presidente de la Generalidad. Para cobrar 100.000 euros al año, el empleado de una tienda de bicicletas tiene que generar al menos 100.000 euros anuales vendiendo bicicletas. Si no, no es viable su puesto de trabajo. Hombre, pero es que no se habla de que la gente cobre 100.000 euros de salario mínimo, sino sólo 1.000. Efectivamente, pero una vez sentado el principio de que el salario no puede depender de los decretos del gobierno sino de la productividad del trabajador en el mundo real, la propia existencia de un salario mínimo fijado por el gobierno comienza a ser un peligro. Si además ese gobierno se dedica a subir el SMI de forma acusada y constante, cada vez que tiene un problema o necesita aumentar su popularidad, los riesgos de jugar con fuego en la economía aumentan de manera exponencial.
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La subida del SMI afectó al paro. Y mucho.https://t.co/cmRwNZJd48
— Dudas Existenciales (@DudasExistenc12) February 4, 2022
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Según los cálculos del Banco de España, la subida del SMI de 2019 supuso la destrucción de 180.000 puestos de trabajo. Es decir, hubo trabajadores que efectivamente pasaron a cobrar algo más pero el precio fue que otros 180.000 trabajadores perdieron su empleo. ¿Pero cómo es esto posible si al final de 2018 había 3,3 millones de parados y al final de 2021 (datos de la EPA) sólo había 3 millones de parados? ¿No demuestra esto que pese a la subida del SMI se han creado 300.000 empleos? Pues sí, pero no. Si no se hubiera subido el SMI y no se hubieran perdido 180.000 empleos, en vez de tener 300.000 parados menos tendríamos 480.000 parados menos.
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Decíamos antes que los empresarios no pagan a los trabajadores básicamente por bondad. En primer lugar para poder pagar 100 euros a un trabajador el trabajo de ese trabajador debe generar 100 euros de beneficios, o no es posible pagarle esos 100 euros. En segundo lugar el salario lo determina el mercado con la demanda y la oferta de empleo. Es difícil pagar 100 euros a un trabajador para un puesto en el que hay 4 dispuestos a trabajar por 90. Inversamente, es difícil pagar sólo 100 euros a un trabajador cuando no se podría cubrir su puesto con nadie que cobrara menos de 150. Por tanto en los salarios tienen un papel fundamental cuestiones como la mano de obra libre disponible (o sea el nivel de paro) o la cualificación de los trabajadores. En un país con un nivel muy elevado de paro es difícil que los salarios suban mucho porque la oferta de empleo es mucha y la demanda poca. Si además hablamos de trabajadores poco cualificados cuyo trabajo lo podría hacer casi cualquiera el problema se acentúa. Lo fácil, y contraproducente, es tirar de decreto para subir los salarios y darse un baño de populismo. Lo sostenible, aunque difícil, es reducir el paro generando actividad y mejorar la formación de los trabajadores.
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Una de las paradojas recurrentes del salario mínimo es que en las comunidades con mayor nivel de vida y salarios más elevados el salario mínimo, proporcionalmente, es más bajo. Por el contrario, en las comunidades con menor nivel de vida y salarios más bajos el SMI es proporcionalmente más elevado. Es decir, donde el SMI es proporcionalmente más elevado se genera un círculo vicioso por el que cada vez hay menor nivel de vida y salarios más alejados de la medio. Inversamente, en las regiones con el SMI comparativamente más bajo hay más nivel de vida, menos paro y salarios más altos. Dicho sea de paso, en muchos países como Dinamarca, Austria, Finlandia, Suecia, Noruega, Italia, o hasta hace poco Alemania, no se fija un salario mínimo.
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Volviendo a la afirmación de que los empresarios no pagan los salarios por bondad o maldad, a los defensores del salario mínimo debería explotarles la cabeza frente al hecho de que haya empresarios que paguen salarios por encima del salario mínimo que marca la ley. Afortunadamente las leyes del mercado funcionan al margen del SMI o, aparte de la destrucción de empleo, otro de los efectos del salario mínimo es que se convertiría en un salario máximo.
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Tratando de imaginar un mundo ideal, es posible que lo suyo fuera que todos los trabajadores tuvieran un contrato de trabajo particular como el de los futbolistas, personalizado, con condiciones ajustadas a su trabajo concreto, a su rendimiento y a las posibilidades de la empresa empleadora. Frente a los salarios generales, lo lógico sería el salario particular. Porque lo anormal, salvo en ciertos trabajos concretos, es que todo el mundo en el mismo trabajo rinda igual y se esfuerce lo mismo, lo mismo que sería un poco anormal que a todo el mundo el mismo traje le sentara igual. Lo contrario a la esclavitud laboral a fin de cuentas no es el gobierno, sino la libertad laboral. Naturalmente otra cosa sería que los recursos llovieran del cielo, fueran ilimitados y no hubiera que esforzarse para conseguir que funcionen las cosas, pero interesa que no haya un porcentaje de la población exagerado que se piense que verdaderamente vive en ese mundo irreal.
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2 respuestas
Si el Gobierno quiere realmente beneficiar a los trabajadores subiendo los salarios, la solución la tiene totalmente en su mano sin depender de los sindicatos ni de la patronal; basta con que baje los impuestos, eso si sería un aumento real del salario. La pena es que la mayoría de la gente no se da cuenta de esa realidad.
Los países sin salario mínimo, Austria, Noruega, Islandia, Suecia, Finlandia y Dinamarca (esta con despido prácticamente libre) suelen tener menos paro y mejores sueldos. Por el contrario Venezuela, que ha subido el salario mínimo 41 veces desde que lo implantó, ahora lo tiene en 12 dólares mensuales.