Pobrecitos presos de ETA. Cuánto sufren los presos de ETA y sus familiares. El Ayuntamiento de Pamplona, el mismo que no toleró una exposición de la Policía Nacional en la Ciudadela, o el que no deja poner unos puestos informativos en la calle al PP y Ciudadanos, permite en cambio estos días una performance en el Paseo Sarasate para escenificar el sufrimiento de los presos de ETA y lo inhumanos que son todos los que insisten en mantenerlos encarcelados.
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Naturalmente que en la cárcel se sufre. Algo fallaría en una cárcel a la que la gente quisiera ir a pasarlo bien voluntariamente. Pero no sufren sólo los presos de ETA, sufren todos los presos del mundo. De todos los presos del mundo, incluso de los de España, precisamente es probable que los de ETA sean de los que menos sufran.
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Seguro que la familia del asesino de Laura Luelmo, por ejemplo, está pasando unas malas Navidades. Hasta un monstruo tiene padres, hermanos o hijos. A lo mejor es que somos todos muy inhumanos encarcelando en Navidad al asesino de Laura. La pregunta es por qué están en la cárcel los presos de ETA y la respuesta la teníamos hace sólo unos días en la Vuelta del Castillo, en el homenaje a sus víctimas. Ese era el anverso de la performance de los pobres presitos. La pieza que falta en el Paseo Sarasate para explicarlo.
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¿Quiénes son estos pobrecitos que están entre rejas? Pues a lo mejor los que mataron en su garaje al cabo de la policía Pedro Barquero y a su mujer, Maria Dolores Ledo, embarazada de 3 meses.
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O los que asesinaron al matrimonio Becerril en Sevilla.
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O los que le pegaron un tiro en la nuca a un preso político vasco, desarmado y maniatado, llamado Miguel Angel Blanco.
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O los que volaron una casa cuartel llena de niños en Zaragoza.
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O los que pusieron una bomba en un Hipercor lleno de gente en Barcelona.
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O los que asesinaron a José María Ryan, un ingeniero que trabajaba en Lemóniz, porque a ETA no le gustaba que se discutieran sus postulados energéticos
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O quienes asesinaron a José Edmundo Casañ, directivo de Ferrovial, empresa que participaba en la construcción de una autovía cuyo trazado no le gustaba a la izquierda abertzale.
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O los que asesinaron a Ignacio Uria Mendizabal, copropietario de una constructora que participaba en las obras del AVE, atacando el sagrado derecho de ETA a decidir en nombre del pueblo vasco por dónde pasan los trenes o qué tipo de trenes.
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Y así podríamos seguir durante páginas y páginas repasando a todos los hombres, mujeres y niños, no vascos y vascos, a los que ETA ha ido eliminando en un rosario de crímenes que, incluso en una guerra, convertiría a estos verdugos en criminales de guerra, porque hasta en las guerras hay unas normas de decencia que condenan el asesinato mediante el tiro en la nuca. El delito de las víctimas fue siempre el mismo: discutir los postulados de la izquierda abertzale ya fuera en lo tocante a si Navarra es Euskadi, si Euskadi es una colonia de España, si hay que construir una central nuclear, si hace falta un tren, por dónde debe pasar una carretera o si Otegui es un tipo elegante.
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Desde luego hubo algunos etarras que en algunas ocasiones también se enfrentaron a las fuerzas de seguridad pistola contra pistola. A esos ahora les llaman “víctimas por actos de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos”. Obviamente no todas estas víctimas son etarras, razón de más para no meterlas en el mismo saco que los etarras.
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Entre una cosa y otra para algunos un etarra nunca está encarcelado con justicia. Porque es víctima inocente de un montaje policial. Porque es un preso político. Porque su lucha es justa. Porque su lucha no es justa pero está enfermo. Porque no está enfermo pero está lejos de casa. Porque está cerca pero la pena es desproporcionada. ¿Hay algún etarra que merezca estar en la cárcel? ¿Ha dado alguna vez la izquierda abertzale el nombre de un sólo etarra que merezca estar encarcelado? .
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Decíamos que los presos de ETA son seguramente los mejor tratados de todos los presos de España porque son los que más apoyo reciben, los que tienen mejor asistencia jurídica. los que tienen más apoyo político y mediático, aquellos cuyas familias más apoyo y ayudas económicas reciben para visitarlos.
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Cuando alguien que formaba parte de la banda asesina es encarcelado, inmediatamente se le convierte en instrumento de agitación y propaganda para que hasta su encarcelamiento pueda ser aprovechado. Si ya no puede servir para poner bombas lapa o pegar tiros en la nuca, que sirva para que el y su familia den pena y parezcan unos malvados quienes los encarcelan. A tal punto interesa la propaganda que el sufrimiento de los presos genera que, ese mismo entorno que denuncia las condiciones de un preso, al mismo tiempo le prohíbe que de pasos para poder mejorarlas. Es necesario que esté lo peor posible para sacar más partido mediático de su sufrimiento. Los presos que se salen de la ortodoxia de la izquierda abertzale ya no merecen compasión y sus fotos son retiradas de las concentraciones. A cambio de la lealtad ciega ya se les organizará en su día un ongi etorri o, como contaba el ex etarra Iñaki Rekarte en su libro, ya se pondrán sus fotos con sus datos en las fiestas de los pueblos para que las neskas puedan mandarle una foto y, si son elegidas de entre el catálogo de huríes, ir a ofrecerle un bis a bis en un viaje subvencionado.
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Por lo demás, si de algo ha pecado el sistema penitenciario español es de excesivamente blando y humanitario. El etarra Iñaki Bilbao, por ejemplo, como no existía la cadena perpetua se reintegró a ETA y siguió actuando en un comando y matando gente después de haber cumplido una primera condena. Bolinaga fue excacerlado por ser un enfermo supuestamente terminal dos años antes de morir efectivamente, viéndole todo el mundo en ese período ir de pinchos y salir de paseo. ¿Cuantos presos de ETA han redimido pena u obtenido un título en virtud de estudios imaginarios? En el colmo del acomplejamiento, durante décadas se permitió que ETA no tuviera que elegir entre votos y pistolas y así, mientras una parte de la ETA iba tranquilamente a las instituciones, otra parte de la ETA se encargaba de asesinar a quienes les llevaban la contraria en esas mismas instituciones. Desde luego somos humanos y rechazamos el encarnizamiento con un preso que realmente vive una situación de salud límite, pero se tratará de situaciones muy excepcionales y no del discurso de la izquierda abertzale, en virtud del cual no hay ni un preso que por salud o cualquier otro concepto merezca seguir en la cárcel.
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Para encontrar algo inhumano que denunciar en relación con los presos, la izquierda abertzale ha tenido que elaborar argumentos como que si el tío de un etarra muere en la carretera cuando va a visitarlo a Madrid, el tío ha sido asesinado por el estado. Por esa regla de tres, si cuando una novia tiene un accidente cuando va a visitar a un novio que estudia en Madrid, debería pensarse que el novio la ha asesinado. O que si la casa del tío se incendia mientras estaba visitando a su sobrino preso, el estado le ha salvado la vida. Todo ello por no mencionar que España no es Rusia, que de San Sebastián a Madrid hay 450 kilómetros y a Sevilla 900, y que “lejos de casa” en un país con menos de 1.000 kilómetros de lado, autovías, aeropuertos y AVE, es un concepto más que relativo, porque incluso cumpliendo pena un hijo en la cárcel de enfrente de su casa, a la madre podría atropellarla un coche al cruzar la calle. Aunque el etarra encarcelado quizá esté evitando a su vez un accidente de moto. Naturalmente los familiares y vecinos de un etarra sufren mucho y salen a denunciarlo sólo a partir del momento en que su pariente terrorista o vecino es detenido y encarcelado en una cárcel de Andalucía, pero en cambio llevaban con buen y silencioso ánimo su dolor cuando ese mismo familiar o vecino, a la misma distancia, con los mismos problemas logísticos o más para comunicarse con su familia, planeaba asesinatos y militaba en el Comando Andalucía.
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Incluso la dispersión, por otro lado, es una medida legítima del estado para facilitar la reinserción, estorbando el control que tendría la banda sobre sus presos teniéndolos a todos juntos. Quienes pretenden que ningún preso escape a la ortodoxia de la banda y quienes más se quejan de la dispersión suelen ser paradójicamente los mismos. Sucede además que la dispersión es una consecuencia de que la finalidad de las penas sea la reinserción, cuando un terrorista seguramente no debiera salir nunca de la cárcel, siendo por tanto irrelevante si es reinsertable, si está con los demás presos de la banda y si cumple pena cerca o lejos de alguna parte. Quien tenga muy mala opinión de la dispersión, que pida cuentas a los partidarios de la reinserción.
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Aclaremos por fin que son los actos del hijo terrorista los que le llevan a la cárcel y a que su madre tenga que ir allá para verlo. Ese pobre hijito, naturalmente, está en la cárcel por las madres que adonde tienen que ir en un coche para ver a sus hijos es a un cementerio. Y esos pobrecitos presos también están ahí para que no haya más madres que en el futuro tengan que ir a ver a sus hijos al cementerio. Hasta del sufrimiento de los suyos los primeros responsables son los pobres presitos. Esto del sufrimiento que uno causa a los demás y a su propia familia se lo piensa uno antes de hacerse terrorista. Tampoco hace falta ser un genio para ver que quienes te tratan como un héroe a cambio de que entres en ETA y quienes después se lamentan de que te hayan metido en la cárcel por ser de ETA son exactamente los mismos. Del sufrimiento que has causado hasta a tus propios familiares el principal responsable eres tú, pero en segundo lugar están ellos.
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2 respuestas
La perversión del discurso de los etarras es inigualable. Es tal, que hace falta ser un tonto redomado para seguirlo. Y lo malo es que hay unos cuantos dispuestos a ser los más tontos del pueblo.
Siempre digo que el nacionalismo crece porque no hay una réplica eficaz a su discurso. Sin embargo, la réplica a esta patochada de la celda callejera es tan sencilla que me congratula ver cómo la campaña se les vuelve en contra a los de la izquierda abertzale. Es tan burdo esconder los desmanes de ETA, y tan sencillo vincular el presidio de los etarras con la biografía de asesinos como ese Bernardo Montoya, que su discurso se les cae como un castillo de naipes. Lo único que hace refractario al mundo abertzale es el fanatismo que durante tantos años alargó el terrorismo. Pero a estas alturas, ¿qué esperan los que hacen estas «performances» absurdas y ridículas?
Los asesinos, al trullo.
Y dicho esto, vamos a intentar replicar el discurso nacionalista con más eficacia. Porque nos comerán.