El alcalde de Berriozar ha comenzado su periplo judicial por reincidir en la colocación ilegal de la ikurriña durante las fiestas de la localidad, cuando ya había sentencias condenándolo por ello en años pasados, eligiendo como defensa el dudoso argumento de negar la evidencia.
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Raúl Maiza ha negado todo conocimiento respecto a la colocación de la ikurriña y una pancarta a favor de los presos que un año más, como los anteriores en su mandato, fueron ostentadas durante las fiestas de Berriozar de 2018 como si nada hubiera pasado y como si no hubiera habido ninguna condena de por medio.
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El primer año la ikurriña lució solemnemente en un mástil del edificio del Ayuntamiento, lo le valió al consistorio una primera condena. Los años sucesivos, como se aprecia en las imágenes, la ikurriña y la pancarta de los presos no se colocaron en la propia fachada, sino que se trasladaron a una construcción también propiedad del Ayuntamiento en una plaza contigua. La Justicia, no obstante, condenó asimismo la colocación de la ikurriña y la pancarta en este otra ubicación, al entender que era una extensión de la propiedad municipal y un intento fraudulento de burlar la ley. Maiza por tanto ya no tenía excusa cuando sucedía exactamente lo mismo el año después.
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Lo que sabía Asirón no es muy creíble que no lo supiera Maiza
Paradójicamente, el alcade de Berriozar es dejado en evidencia en este caso por sus propios compañeros de bildu. O sea, si no hay caso como dice el alcalde, ¿por qué Asirón evitó escrupulosamente su colocación? ¿Fue cobarde Asirón? ¿Sufrió Asirón una desafección súbita por la ikurriña? ¿O simplemente fue un poco más listo y vio la que se le venía? El propio Asirón declaro los pasados Sanfermines que no colocaba la ikurriña «sobre todo, por una cuestión fundamental, que es que existe sobre la mesa una amenaza de índole jurídico».
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Pasarse de listo o tomar por tontos a los jueces
Es evidente que si todos los alcaldes de Bildu menos el de Berriozar dejaron de poner la ikurriña al recibir una primera sentencia condenatoria, había un mensaje claro y todos lo entendieron menos uno. Cabe sospechar que ese uno entendió el mensaje igual de bien que los demás pero se comportó en rebeldía. Pues muy bien, pero ahora si procede que pague las consecuencias. Consecuencias que al menos esta vez y en su caso podrían no ser una multa que al final pagará el conjunto de la ciudadanía y no el alcalde de su bolsillo, ya que la reiteración en la ilegalidad y la desobediencia a las sentencias anteriores colocan a Raúl Maiza ante una sanción penal y la inhabilitación de hasta dos años para el desempeño de su cargo.
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