Dicen los dichos que todo llega y que nunca hay mal que por bien no venga (en la vida real, podemos comprobar que casi siempre se cumplen estas máximas que, bajo otra perspectiva, son tradiciones arraigadas). En cualquier caso, a ello apunta la situación financiera de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El caso es que si bien los Estados Unidos, que eran el principal contribuyente de la entidad supranacional en cuestión, con alrededor de 14 mil millones de dólares, ya les había puesto en jaque, a través de la Administración Trump, al retirarse del Consejo de Derechos Humanos y de la UNESCO, parece ser que están en bancarrota.
¿Quién financia la ONU? EEUU, el principal donante con una clara diferencia (Y quizá el más perjudicado por la deriva intervencionista y progresista de la institución)https://t.co/eNO49zD6wP pic.twitter.com/C16XAi4WRt
— Diego de la Cruz (@diegodelacruz) 15 de enero de 2018
Se está dando un déficit presupuestario de unos 120’3 millones de euros, debido, al parecer, a que buena parte de los 139 Estados miembros de la misma no pagan a la misma las correspondientes cuotas debidas a su pertenencia a la misma. Según el secretario general, Antonio Guterres, luso, 81 países deben más de ochocientos millones de dólares estadounidenses.
Ahora bien, ante esta situación, algunos estarán preocupados (como es obvio, aquellos defensores de la organización en sí y de sus fines). Pero, por muy excéntrico que pueda sonar, quizá haya razones para apreciar en ello un motivo de celebración, por parte de todo aquel que crea que nada conveniente hay como para continuar en esta organización.
Esta organización solo ha conseguido ser un ente progre-globalista totalmente irrespetuoso con el principio de subsidiariedad. No ha logrado la paz mundial ni la defensa de derechos humanos. Cuenta con totalitarios de países como Arabia Saudí en importantes organismos de la organización y apoyan a la islamista Palestina frente al occidentalizado Israel. Luego, nada han conseguido participando en misiones de paz en India e Iraq.
¿Acaso se ha logrado implantar un régimen liberal-democrático homologable al de Estados Unidos, España o Austria, con todos sus defectos, en Iraq? ¿Se ha puesto fin a los ataques contra los cristianos en India? ¿Ha conseguido que la susodicha ayuda al desarrollo sea más solvente que la no injerencia en el intercambio de bienes entre dos agentes de dos países distintos? Nada de nada.
Solo ha servido, por ende, la ONU, para favorecer a los enemigos de la civilización occidental y facilitar, en colaboración con otras instituciones, la imposición de la ideología de género y de las cuestiones abortistas en todo el mundo, aparte de promover los flujos migratorios musulmanes. Más orgulloso de ellos puede estar Soros que Orbán, que quede claro.
Por lo tanto, quizá haya motivos para ir preparando una celebración. Eso sí, países como Estados Unidos, Polonia y Hungría deberían de haber emprendido ya la plena ruptura con dicho organismo. El globalismo no ayuda, a diferencia de la globalización. El aislacionismo es compatible con la globalización, si lo entendemos como mero principio de no agresión.