España sufre un retroceso de las libertades a pasos agigantados. Excepto la libertad de ser de izquierdas, por supuesto. O nacionalista. Sólo en el fin de semana pasado hemos tenido, al menos, cuatro claros ejemplos de ello.
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El sábado en San Sebastián la “txabalada” intentó boicotear el mitin de VOX en el Kursaal, insultando e increpando a los asistentes al mitin. La Ertzaintza tuvo finalmente que interponerse para impedir las agresiones.
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La historia se repitió ese mismo día incluso más violentamente en Bilbao, en el Palacio Euskalduna.
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Las reacciones del conjunto del nacionalismo no han sido mucho menos lamentables que las propias agresiones de los violentos. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, dijo pro ejemplo que “los ultras de aquí les hacen la campaña a los de allí”. De hecho el argumento de que la violencia contra Vox favorece a Vox encontró bastante predicamento, como si el problema fuera básicamente de imagen y hubiera que tener más cuidado y agredir a la gente de Vox sólo cuando no hubiera cámaras.
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El tercer hecho preocupante tuvo lugar en Rentería, donde fueron los asistentes a un mitin de Ciudadanos los acosados. Interesa este hecho, como el del acoso a Cayetana Alvarez de Toledo, la líder del PP en Catalauña, hace unos días en la Universidad Autónoma de Barcelona, porque alguien podría tener la tentación de pensar que mientras agredan o hagan boicot sólo a la gente de VOX la cosa tiene un pase. Es más, algo malo tendrán los de Vox cuando sólo les pegan a ellos. El hecho, sin embargo, es que nadie a la derecha del PSOE puede ya celebrar tranquilamente un simple mitin en muchas zonas de España en plena campaña electoral, ¿y qué clase de democracia es una en la que la gente en mucho sitios no puede ir tranquilamente a un mitin de cualquier partido que esté a la derecha del PSOE?
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Así nos ha recibido en Rentería el odio nacionalista a quienes defendemos la libertad y la democracia. Visto lo visto, volveremos pronto. ¡Ni un solo pueblo de España sin libertad!
¡Vamos! 💪🏻#VamosPorLaLibertad 🇪🇸 pic.twitter.com/o1WZ1elPcS
— Albert Rivera (@Albert_Rivera) April 14, 2019
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El cuarto hecho, por si fuera poco, son los incidentes que tuvieron lugar ayer durante la procesión del Domingo de Ramos en Valladolid, cuando la procesión se encontró en el recorrido con un grupo de nostálgicos de la Segunda República que interrumpió la procesión, increpó a los asistentes y hasta parece que agredió a alguno de los músicos.
Un grupo de republicanos increpa, insulta y se encara a los cofrades que participaban en la procesión del #DomingoDeRamos en #Valladolid Ha ocurrido cuando dos cofradías regresaban a sus sedes después de participar en la Procesión de las Palmas. pic.twitter.com/YwaW5UABZo
— COPE Valladolid (@ValladolidCOPE) April 14, 2019
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https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/encontronazo-final-procesion-20190414173929-nt.html
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Salta a la vista que los derechos de la gente de derechas o la gente religiosa los deberían defender todos los demócratas y todas las personas de bien, ya fueran de izquierdas o de derechas, creyentes o no, pero a los violentos de izquierdas y a los violentos nacionalistas les tendría que dirigir los mayores reproches la propia izquierda y el propio nacionalismo. No es sin embargo lo que está sucediendo, y sirva como muestra el blanqueamiento o la negación de la agresión en la defensa de los “txabales” de Alsasua. Tampoco es lo que sucede cuando se ponen unas cámaras y micros ocultos pisoteando los derechos de las personas y se arremete contra la sentencia, en vez de contra los que pisotean los derechos de las personas. Cuando en muchas localidades se boicotea el acto de un partido, ya se justifica que es que hay muchas localidades en las que ciertas personas y partidos no tienen la libertad de ir, porque los agredidos van a provocar. La sentencia de la minifalda aplicada a la política. Donde predomina el nacionalismo, ya nadie puede organizar un mitin sin correr el riesgo de que le agreda. ¿O es al revés? Es decir, a lo mejor es que allá donde no se puede organizar un acto sin correr el riesgo de que los nacionalistas te agredan, prevalece el nacionalismo.
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La cobertura moral para pisotear los derechos de quienes no son nacionalistas o de izquierdas es acusar de fascistas a aquellos cuyos derechos se pisotean. ¿Quién dijo que lo fascista era justo pisotear los derechos de la gente? A un fascista no es que se le pueda pegar, es que se le debe pegar. Como esta cobertura moral de llamar fascistas a todos los contrarios funciona bastante bien, las agresiones se extienden ya a todo el que está a la derecha del PSOE y España se desliza por una peligrosa pendiente. Acabaremos muy mal.
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