Vivimos bajo un sistema heteropatriarcal que oprime y asesina a las mujeres. O eso se supone. También antes del 8M nos decían que el machismo mataba más que el coronavirus y ya estamos viendo. Las cifras de mujeres y hombres asesinados en Navarra, sin embargo, nos cuentan otra película. Según los datos del INE, por ejemplo, entre 2008 y 2018 han muerto asesinados 33 hombres y 8 mujeres. Es decir, en Navarra es cuatro veces más probable ser asesinado siendo un hombre que siendo una mujer. Obviamente no es esta la situación que se nos describe en los medios o la que dibujan los partidos políticos. Se nos dirá que a casi todas de entre esas 8 mujeres las mató un hombre, pero es que a los 33 asesinados también seguramente los mató un hombre. El hecho es que es mucho más probable que te mate un hombre a que te mate una mujer, pero también que es cuatro veces más probable morir asesinado siendo hombre que siendo mujer.
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Otro dato interesante respecto a los asesinatos de mujeres se deriva de la comparación entre la actual etapa de gobiernos “progresistas” en Navarra desde el año 2015 y los asesinatos en los años anteriores. Es decir, podemos discutir si más denuncias significa más violencia contra la mujer o sólo que se denuncia más, con lo que teóricamente podría haber menos violencia pero más denuncias. El recuento de asesinadas es sin embargo un parámetro bastante objetivo. En este sentido también resulta llamativo verificar que entre el 2015 y el 2020 hubo 3 asesinatos de mujeres en Navarra. Este sería el balance de 5 años de gobiernos de “progreso”, con comillas. No obstante, entre 2009 y 2014 sólo murió asesinada 1 mujer en Navarra, ese sería el balance de 5 años de gobierno de progreso, sin comillas, al menos a la vista de los resultados.
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En principio podría parecer un despropósito echarle a tal o cual gobierno la responsabilidad por tales o cuales asesinatos, salvo que vivamos en la España del año 2020. O sea, aquí la culpa no es del asesino sino del sistema heteropatriarcal y hay partidos que dicen que luchan más que otros contra la violencia “de género”, o que toman medidas más eficaces que otros, o que usan unas palabras y palabros que prometen solucionar por sí mismos el problema de la violencia. Pues bien, no es así a la vista de los resultados. En realidad, a la vista de los resultados más bien podría pensarse lo contrario.
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En el año 2015, por ejemplo, los ayuntamientos de progreso llenaron el paisaje urbano de carteles indicando a las entradas de cada localidad que allí no se toleraba la violencia de género. Como si antes de poner el cartel se hubiera tolerado. Como si los asesinos de mujeres las mataran por desconocimiento, por no haber visto carteles informándoles de que no estaba permitido. Como si los ayuntamientos que no habían puesto antes esos carteles no hubieran tenido interés en solucionar el problema. Ya en aquel entonces era sencillo extraer estas cuatro conclusiones al respecto. Primero que los carteles no iban a evitar los asesinatos. Segundo que el objeto real de los carteles, ya que lo primero era previsible, era seguramente mandar el mensaje a la ciudadanía de que el gobierno que los ponía se preocupaba más por las mujeres que el anterior. No se trataba de solucionar el problema de la violencia contra las mujeres, sino de hacer propaganda gubernamental o municipal. Tercero que los dineros a cuenta de la campaña ayudarían a financiar a los medios afines. Cuarto que una vez más se trataba de una campaña que servía para introducir el euskera en todo el paisaje urbano y mostrar la imagen de un bilinguismo ciudadano que no es tal. El tiempo y los datos confirman que todo ha sido tal cual.
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