Diario de Navarra informaba ayer de que más de 50.000 navarros siguen sin ponerse la vacuna contra el COVID. Esta cifra no incluye a los menores de 12 años. Es decir, hay 581.000 navarros mayores de 12 años y de ellos hay algo más de 50.000 que no han querido hasta ahora que se les administre ninguna dosis de ninguna vacuna. El grupo más numeroso de navarros que no tienen ninguna vacuna COVID es del tramo entre los 30 y los 39 años, en el que se ha vacunado sólo un 78%, o según se mire tanto como un 78%. En el grupo de 50 a 59 el porcentaje de vacunación es del 95%, en el de 60 a 69 del 98% y casi del 100% en los mayores de 70.
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A nadie se le escapa que la población no vacunada, en este caso los 50.000 navarros que nos ocupan, se encuentran cada vez más señalados por su condición de no vacunados. Sobre el estigma social y mediático, se añade la amenaza de un pasaporte inmunitario que podría dejar a los no vacunados sin derecho a entrar en un restaurante, una discoteca o en un tren, a viajar o a realizar todo tipo de actividades normales y cotidianas, es decir a ver severamente restringidos sus derechos fundamentales por no estar vacunados.
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La idea del pasaporte COVID presenta numerosas disfuncionalidades por muchos motivos. Para empezar todavía estamos es una fase experimental en el que las vacunas se han aprobado para un uso de emergencia. ¿Es justo reprimir a personas que no se quieran vacunar con una vacuna que no es que consideren insuficientemente probada, sino que en tiempos normales no se consideraría suficientemente probada? Por otro lado, ¿acaso los vacunados no siguen siendo contagiosos? Entonces, ¿cuál es el estigma de que te contagie un no vacunado o el consuelo de que te contagie un vacunado? ¿Cómo se justifica entonces el pasaporte inmunitario? Por no mencionar que el pasaporte COVID no distingue entre situaciones que resultan extraordinariamente diferentes. ¿O acaso es lo mismo un no vacunado de 80 años que un no vacunado de 10 años cuando ni remotamente pertenecen al mismo grupo de riesgo? Y quienes no están vacunados pero ya han pasado la enfermedad y gozan de una inmunidad natural, que además los estudios dicen que es superior a la de la vacuna, ¿por qué deberían vacunarse obligatoriamente con una vacuna aprobada para uso de emergencia, o ser discriminados respecto a los vacunados que resulta que son menos inmunes que ellos?
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La reflexión respecto a la cuantificación de este grupo de 50.000 navarros apestados, sin embargo, no la vamos a conducir en este caso hacia el debate sobre las vacunas, sobre su seguridad, su eficacia, su libertad o su obligatoriedad. Se puede estar a favor o en contra de las vacunas y estando a favor o en contra de ellas se pueden mantener posturas divergentes respecto a todos estos asuntos. Se puede estar a favor de las vacunas y en contra de la obligatoriedad, por ejemplo. Lo llamativo del caso es qué pasaría si estos 50.000 estigmatizados formaran una plataforma de personas discriminadas por la gestión de la pandemia, y se constituyeran en partido político.
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En las últimas elecciones forales votaron 350.000 navarros. Tomando como base ese dato y de una forma que no pretende ser sino aproximativa, resulta que cada 1 de los 50 escaños del parlamento foral representaría unos 7.000 votos. Es decir, que si los 50.000 no vacunados se constituyeran en partido podrían obtener 7 diputados. Puesto que una parte de esos 50.000 navarros tienen entre 13 y 17 años, podríamos decir que potencialmente los navarros no vacunados, en tanto que grupo de perjudicados y constituidos como partido político podrían obtener 5 diputados en el Parlamento de Navarra. Desde luego podrían ser muchos menos, incluyendo un resultado de ninguno, pero también podrían ser más, si se ganaran las simpatías de los vacunados por la libertad. Hace unos días una encuesta planteaba un posible terremoto electoral ante la posible entrada en el Parlamento de un partido representando a la España vaciada. ¿Por qué no pensar en un partido de la España o la Navarra no vacunada? Desde luego algo así podría provocar un significativo terremoto electoral. Por otro lado, cuanto más se persiga a este grupo de población más motivos tendrá para plantear algo así.
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