La Ley Celaá de limitación de la libertad educativa se encontró ayer con un pequeño e imprevisto escollo, ya que al gobierno socialista se le escaparon del recuento el PNV y JxCAT. Estas dos formaciones presentaron de hecho un enmienda a la nueva ley educativa en la que, de una forma oscura, retorcida, confusa, sujeta a todo tipo de interpretaciones y desde luego insuficiente, abrían no obstante una puerta a que, una vez que haya suficientes plazas públicas, se atienda también la demanda de educación concertada, considerando que los colegios concertados satisfacen privadamente un servicio público, como los taxis.
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De este modo, la enmienda recoge que «las Administraciones educativas programarán la oferta educativa de modo que garanticen la existencia suficiente de plazas públicas y aquellas que garanticen la prestación del servicio público de la educación, especialmente en las zonas de nueva población».
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El problema para que este imprevisto realmente abra esa pequeña puerta a la educación concertada es que el PSOE, gracias a Bildu y a ERC, ya no necesita realmente a JxCAT ni al PNV. El Pacto del Beso con Bildu lo cambia todo. Los 120 diputados del PSOE, más los 35 de Podemos, los 13 de ERC, los 3 de Más País y los 5 de Bildu conforman una mayoría de 176 diputados.
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La nueva mayoría implica que el PSOE, por el pacto con Bildu, se desplaza hacia posiciones todavía más radicales, al punto en que además del PSOE ya sólo quedarían en la nueva mayoría formaciones ultraizquierdistas y formaciones ultranacionalistas además de ultraizquierdistas. Además resultaría que, como se indicaba, JxCAT y PNV pasarían a ser socios prescindibles. De este modo a su vez se abriría la posibilidad de un cambio de gobierno tanto en la CAV como en Cataluña. Así, podrían llegar un tripartito PSOE-Podemos-Bildu en la CAV y un tripartito PSOE-Podemos-ERC en Cataluña. Lógicamente Bildu y ERC querrán algo a cambio de sustituir con su apoyo a PNV y JxCAT.
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Por otro lado, no es lógico que el PSOE asuma el posible coste electoral de convertir en socio a Bildu, ni asuma el peso de todo el lavado de imagen que requiere esta formación, sólo para ganar una votación o para un acuerdo puntual, aunque sea el presupuestario. Si se asume semejante riesgo es porque se pretende convertir a Bildu en un socio permanente, un socio de referencia. No es descartable por tanto que nos encontremos ante un auténtico cambio de escenario político de gran trascendencia, caracterizado por la conformación de una mayoría todavía si cabe más radical y extremista.
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