La muy progresista y ecologista Generalidad Valenciana, presidida por el socialista Ximo Puig, de la que doña Mireia Mollà (Compromís) es consejera de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia y Climática y Transición Ecológica, tuvo en septiembre la idea de soltar 50 burros cuadrúpedos en el Desert de Les Palmes (Castellón), con el objeto de sirvieran en la lucha contra incendios de un modo ecológico y sostenible, asumiendo que estos animales se comerían los matojos limpiando los bosques y construyendo cortafuegos naturales. La estupenda idea se ha saldado apenas un mes después con la muerte de 10 de los pollinos, con el agravante de que el resto de animales han aparecido (los que han aparecido) famélicos y desnutridos.
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¡Vergonzoso¡
Proyecto "estrella" de @MireiaMolla y @GVAagroambient en parque natural del Dessert de Les Palmes (#Castelló) para crear cortafuegos, supone la muerte de 10 asnos y otros 40 desnutridos.
¡No son esclavos¡#MaltratoAnimal #ComunitatValencianahttps://t.co/rTSSmIGuh2— PACMA Comunitat Valenciana (@PacmaValencia) October 22, 2021
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Toda la operación de la Consellería d de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia y Climática y Transición Ecológica ha resultado un desastre de principio a fin, confirmando la impresión de que la incompetencia y prescindibilidad de un cargo en un gobierno de progreso es directamente proporcional a la longitud de su nombre. Primero se soltaron unos animales que, al parecer, nunca habían vivido de manera autónoma y salvaje sino que toda su vida la habían pasado cuidados por el hombre. Después se les abandonó a su suerte sin ningún tipo de control ni seguimiento. Se ignora si los animales estaban vacunados y bajo control veterinario y si habían cumplido el trámite burocrático del REGA (Registro de Explotaciones Ganaderas) que se exige a los ganaderos. Finalmente el desastre se ha descubierto sólo por el interés de un grupo ecologista. El muy progresista gobierno de la Generalidad Valenciana trata de desplazar la responsabilidad al dueño de los burros, si bien los burros estaban en perfecto estado hasta que el gobierno valenciano dio el visto bueno a la iniciativa.
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Toda la historia viene a confirmar una vez más el peligro que los defensores de los animales representan a menudo para los animales. La Agenda 2030, por ejemplo, supondrá la cuasi extinción de los animales de granja y con ello del sector ganadero. Los antitaurinos significan el fin de los toros de lidia. Tampoco está claro que el fin último de los ecologistas para la mejor preservación del universo no sea la extinción de los propios humanos, aunque como mínimo deberíamos ser una especie tan digna de ser conservada como cualquiera.
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Más aún, con todo el abultado expediente de representaciones populistas y demagógicas que adorna a la izquierda española, sería imposible no comparar el caso del perro Excálibur, sacrificado hace unos años en tiempos del PP para evitar el riesgo de la propagación del ébola, con los 10 ó 50 burros que han dejado morir de hambre las legiones progresistas en la Comunidad Valenciana. El silencio de todos los que bramaron por lo se Excálibur se encuentra garantizado.
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