La presidenta Chivite compareció ayer para pronunciar un pequeño discurso triunfalista en el inicio del nuevo curso político. La realidad va por un lado y el gobierno por otro.
Así, por ejemplo, la presidenta inició su discurso declarando que esta legislatura será recordada como “la del impulso transformador y el avance en el desarrollo de nuestra comunidad”, a pesar de la “extraordinaria y compleja” situación que todavía atravesamos por la pandemia. O sea, que no será la legislatura de los 1.224 muertos por COVID, la del gobierno que recomendaba hacer vida familiar, social y laboral normal después de haber estado con contagiados, o que decía que usar mascarilla era como jugar al ping pong con un casco de rugby.
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En ese mismo tono triunfalista y acrítico, Chivite hablaba de una “clara mejora de los indicadores económicos” como la afiliación a la Seguridad Social, la salida de los ERTE, la mejora de la producción industrial, la recuperación del PIB y de la recaudación fiscal. Lo cierto es que los niveles de paro siguen siendo mayores que antes de la crisis. La tasa de paro en Navarra en el segundo trimestre de 2019 era del 7,58%, frente al 10,3% del segundo trimestre de 2021. Si nos referimos al paro registrado, en julio de 2019 había 31.002 parados en Navarra, frente a los 34.673 de julio de 2021, a los que se podrían sumar los 2,558 trabajadores que en julio seguían en el limbo de un ERTE. Añadamos a esto que el PIB navarro se contrajo un 8,5% en 2020, frente al 6,5% que se espera que crezca en 2021. No sólo es que bajar 8,5 es más que subir 6,5, es que cuando se baja un 8,5 hay que subir un 9,28 para recuperar el 100% de lo perdido. Y con eso sólo habríamos recuperado el terreno retrocedido y perdido dos años, con lo que volvemos a otra legislatura perdida. Lo de que la recaudación ha subido sí es cierto. Lo sabemos. Lo que Chivite no sabe es lo que nos cuesta a los navarros llegar a fin de mes tras tener que dedicar cada vez más dinero a financiar los gastos del macrogobierno.
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Hay que reconocerle a María Chivite, por otro lado, el mérito de haber reservado una pequeña parcela al humor en su discurso, al anunciar que en el mes de septiembre se aprobará el techo de gasto presupuestario de Navarra y, a partir de ahí, “el reto será elaborar y aprobar el tercer Presupuesto General para Navarra”, una negociación en la que, aseguró, “volveremos a tender la mano a todos los grupos de la oposición para hacer los mejores presupuestos posibles”. ¿Es esto sentido del humor presidencial o no? En la oposición, para empezar, sólo hay un grupo, únicamente una auténtica bromista podría llamar a Bildu oposición, cuando es su apoyo fundamental. Pero lo de que va a volver a tender la mano a todos para aprobar los Presupuestos ya es de carcajada. Como si para hacer unos Presupuestos no tuviera que elegir entre Podemos y Navarra Suma, por ejemplo. Como si su estrategia política fundamental no fuera el kesito nacionalista. Como si para decir que vuelve a tender la mano no habría que haberla tendido antes alguna vez. Como si no supiéramos ya con quién va a aprobar los Presupuestos y con quién va a seguir gobernando.
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Como elemento positivo, la presidenta terminó su discurso señalando que el gobierno foral no volverá a solicitar la prórroga del toque de queda nocturno. Lo cual no impide recordar que Navarra ha sido a lo largo de toda la pandemia una de las comunidades con más contagios, con más límites a la libertad y con más fallecidos por jugar sin casco al ping pong.
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