Chivite baja al barro para acusar a Esparza de haber tenido la ikurriña en su despacho

La presidenta se encuentra envuelta en una preocupante espiral descendente. Tras afirmar falsamente que Esparza no la había felicitado al ser investida, o discriminar a una víctima de ETA por su ideología, Chivite ayer acusó a Esparza de no poder dar lecciones frente al nacionalismo por tener cuando era alcalde de Aoiz una ikurriña en su despacho: “cuando vea la ikurriña en mi despacho tendrá algo que decirme. Mientras tanto, no tiene nada que decirme del respeto a los símbolos de Navarra”.

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Diario de Noticias, efectivamente, publicaba hace dos años una foto de Esparza en su época de alcalde de Aoiz, en la que se aprecia la presencia de una ikurriña en el interior del Ayuntamiento.

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Para ser justos con Esparza, sin embargo, sería necesario hacer como mínimo un par de matizaciones.

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En primer lugar que Esparza no fue alcalde de Aoiz bajo las siglas de UPN, sino que era miembro de una plataforma vecinal llamada Agrupación Independiente de Aoiz (AIA). Cuando Esparza llegó a la alcaldía, la ikurriña ya estaba allí hacía mucho tiempo. Respecto a la presencia de la ikurriña, dentro de la AIA no existía una postura unánime y Esparza no era omnipotente para adoptar una decisión. Pero la cosa va más allá.

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Diario de Noticias, por ejemplo, asegura en su crónica que la ikurriña ondeaba en Aoiz con toda normalidad. Pues no. Eso no era del todo así. De hecho, la división en la AIA respecto a la decisión de quitar o dejar puesta la ikurriña tenia mucho que ver con esa anormalidad. Los miembros de la AIA partidarios de mantener la ikurriña no es que fueran nacionalistas o compraran el argumento nacionalista de que la bandera de Navarra no representa a todos los navarros, y hay que dotar a los navarros nacionalistas de una representación adicional. La razón de que hubiera miembros de esa plataforma partidarios de dejar la ikurriña donde estaba era más bien que,  de esa forma, pensaban que se estaba comprando una cierta paz social. Hablamos de los años 1999 en adelante hasta 2003, cuando los representantes de las formaciones no nacionalistas tenían que mirar todas las mañanas los bajos del coche antes de arrancar. Esa era la “normalidad” con la que ondeaba la ikurriña en Aoiz y que, lógicamente, algunas personas temían alterar.

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En el año 2004, sin embargo, en aplicación de la Ley de Símbolos de 2003 promulgada por el gobierno de UPN, se quitó la ikurriña del Ayuntamiento de Aoiz, lo que durante las fiestas de ese año le costó recibir una paliza a un concejal de la AIA. Trifulca. Txabales. Normalidad. O sea, que quienes no querían tener puesta la ikurriña pero temían quitarla tampoco iban tan desencaminados sobre lo que les podía pasar.

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Por lo demás, la ikurriña estuvo presente en el salón de plenos o la fachada, no en el despacho de Esparza, que salvo que el Noticias indique otra cosa no va poniendo ikurriñas a escondidas en sus recintos de trabajo o en su vida privada.

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En definitiva, es un poco triste que Chivite recurra a una situación de anormalidad y falta de libertad para hacer reproches a Esparza. Es un poco como si se acusara al padre de Chivite, si fuera el caso, de haber cantado el Caralsol. Y no es sólo triste sino preocupante que a tan poco tiempo de haber ocupado el cargo sea éste para Chivite el adecuado tono presidencial. Si éste es el nivel ahora, cómo será cuando llegue al final de la legislatura. Y que tampoco se piense Chivite que con no poner la ikurriña en su despacho ya está todo hecho, si consolida toda la política nacionalista del cuatripartito (que ella misma denunciaba en la oposición) destinada a aberchalizar la administración, la educación y los medios de comunicación.

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