Desde un punto de vista populista, acabar con todos los problemas de la clase trabajadora en España tan sólo requeriría 3 medidas:
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1-Salario mínimo de 100.000 euros anuales.
2-Prohibición del despido.
3-Semana laboral de 5 horas.
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Por alguna extraña razón, seguramente el 100% de las personas se da cuenta de que esto es imposible, pero no sabe por qué. Sin embargo, sin saber tampoco por qué, piensa que sí es posible un salario mínimo de 900 euros, un despido semiblindado o una jornada de 35 horas.
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Cuando el PSOE se propone derogar la reforma laboral, está negando la evidencia del éxito que esta ha tenido en los últimos años, pero muchas personas, que no serían capaces de explicar por qué prohibir el despido no acabaría con el paro, o por qué no sería posible ya puestos un salario mínimo de 100.000 euros, al menos tienen claro que la reforma laboral ha servido para que haya más despidos, para que bajen los salarios y para que el empleo sea más precario. El problema es que estas personas creen que todo lo anterior es cierto porque lo han escuchado muchas veces, como un mantra, a través de muchos medios, no porque sea cierto.
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La reforma laboral y los salarios
Si buscamos la evolución de los salarios en la web del INE, por ejemplo, nos encontramos en primer lugar que ahora el INE ofrece los salarios diferenciados por géneros, para evidenciar la llamada “brecha de género”. Al margen de esta circunstancia, teniendo en cuenta que la reforma laboral se aprobó en 2012 y que los datos del INE respecto a los salarios brutos medios están actualizados hasta 2016, nos encontramos con que entre 2012 y 2016 los salarios de los hombres han crecido un 0,9% mientras que los de las mujeres lo han hecho un 3,1% y el IPC un 1,2%. Falso que los salarios hayan decrecido por la reforma laboral.
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La reforma laboral y el empleo
En cuanto al número de parados, antes de aprobarse la reforma laboral, en el primer trimestre de 2012, había en España 5,6 millones de parados, frente a los 3,3 de la actualidad. Es decir, se ha bajado en 2,3 millones de personas el número de parados desde la aprobación de la reforma laboral. Falso también por tanto que la reforma laboral sirva para aumentar los despidos.
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La reforma laboral y la precariedad
En lo que respecta a la precariedad, observamos primero que, contra lo que mucha gente pueda pensar, el porcentaje de contratos indefinidos a final de 2018 según la EPA fue del 73,1%. Interesa subrayarlo porque suele pensarse que tres cuartas partes de los contratos son precarios cuando la realidad es exactamente la contraria. Otra cosa es que cada año se firmen muchos más contratos temporales que indefinidos porque, lógicamente, quien tiene un contrato indefinido firma uno, mientras que el que tiene uno temporal puede firmar catorce. Por lo demás, el hecho es que al final de 2011, justo antes de aprobarse la reforma laboral, los contratos fijos eran el 75,2%. Es decir, hay sólo una diferencia de 2,1 puntos porcentuales. Pero es que a final de 2007, justo antes de la crisis y obviamente antes de la reforma laboral, los contratos fijos eran el 69,2%. De hecho en 2011 había un pequeño porcentaje más de contratos fijos no porque antes de la reforma hubiera menos temporalidad, sino porque en 2011, en plena crisis, se había despedido a gran cantidad de trabajadores temporales, subiendo sólo por este motivo el porcentaje de trabajadores fijos. Falso por tanto también que la reforma laboral haya aumentado la precariedad.
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Si los 2,3 parados menos a partir de la aprobación de la reforma laboral votaran a la derecha…
Visto todo lo anterior, cabe apuntar la evidencia de que a los empresarios lo que les gusta no es cerrar empresas y despedir trabajadores, sino ampliar sus empresas y contratar más trabajadores. Existe cierta creencia absurda en virtud de la cual cuantos más locales cierra y más empleados despide una cadena de restaurantes, por ejemplo, más dinero gana. La realidad es exactamente la contraria. Cualquier empresario está encantado de abrir más locales y tener que emplear más gente. Eso es un reflejo de que su producto tiene demanda y éxito. Ningún empresario cierra locales y despide trabajadores allá donde se demandan sus servicios y productos. Cuando un empresario cierra locales y despide trabajadores es porque desaparece la demanda que permite mantenerlos. Y ese no es un buen día para ningún empresario ni sus beneficios.
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Lo que sí tiene en cuenta el empresario cuando contrata a alguien es qué va a suceder si la economía entra en crisis o la apertura de un negocio sale mal. Es decir, las barreras de salida actúan como barreras de entrada. Si un empresario sabe que le va a ser muy difícil y muy caro despedir a un empleado, hará todo lo posible para evitar una contratación. Estirará todo lo posible su plantilla, ofrecerá un servicio peor y dilatará cada nueva contratación hasta el extremo de lo posible, porque sabe que si las cosas se tuercen le va a resultar muy difícil despedirlo y tendrá que pagar un salario más aunque se desplomen los beneficios. En los países en los que el mercado laboral es más flexible, un empresario contrata a un empleado en cuanto cree que lo necesita. Esto genera mucho más empleo, más consumo, más recaudación y en general un ciclo virtuoso mayor. A su vez, cuando llega la crisis, llega más tarde, llega después de haber creado más riqueza y permite un ajuste más sencillo. En realidad, los países con mercados laborables más flexibles tienen menos paro tanto en los momentos altos como en los momentos bajos del ciclo. Sólo en un país con un mercado laboral flexible, por ejemplo, se le ocurre a un empresario contratar a alguien en el momento bajo del ciclo.
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Hablando de flexibilidad, otra de las virtudes de la reforma laboral es permitir a una empresa firmar un convenio al margen del general del sector, atendiendo a su situación particular. Evidentemente esta posibilidad le da a las empresas una capacidad mucho mayor de adaptarse a la situación concreta en la que se encuentran, y naturalmente el empresario no quiere adaptarse a la situación reduciendo el tamaño de su empresa más de lo necesario, pero sí tanto como sea necesario para superar un momento de crisis. La alternativa es no permitir a la empresa esa adaptación al momento bajo del ciclo, provocar su cierra y mandar a todos los trabajadores al paro y a cobrar un subsidio, generando un daño mucho mayor que el que se trataba de evitar.
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Los salarios, por lo demás, típicamente suben cuando hay niveles bajos de paro, lo que se promueve mediante la flexibilidad laboral. Si hay 3 demandantes de empleo para cada empleo ofrecido, el nivel de salario lógicamente puja a la baja. Si cada demandante de empleo tiene dos o tres ofertas laborales, la puja salarial es al alza. Es difícil pretender que los salarios suban con niveles de paro superiores al 10% y una vez más, lo que casi siempre se observa, es que los países con mercados laborales flexibles no son los que más paro y peores sueldos tienen, sino los que menos paro y mejores salarios ostentan. Dinamarca, Finlancia, Noruega o Suecia, contra lo que suele pensarse, son países en los que existe, o prácticamente, el despido libre.
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Es improbable que Pedro Sánchez y sus asesores, sin embargo, desconozcan todo esto. Pedro Sánchez y sus asesores, por el contrario, con lo que seguramente cuentan es con que la mayoría de los electores ignoran todo esto. De lo que se trata por tanto no es de introducir por decreto una derogación de la reforma laboral justo antes de las elecciones para crear empleo, sino para ganar votos. Pero a fin de cuentas el título del libro escrito por Pedro Sánchez es “Manual de resistencia”, no “Manual de crear empleo”.
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