Parece Marcilla, pero es San Adrián

Todavía se encuentra conmocionada y movilizada Marcilla con el tumor que le ha salido a la localidad cuando el problema brota ahora también en San Adrián. Una horda de magrebíes irrumpieron en una fiesta de la localidad, el Día del Aguachinado, sembrando el caos y agrediendo a los habitantes. Cuatro vecinos del pueblo han tenido que ser atendidos como resultado de los incidentes provocados por el grupo de magrebíes.

¿Cuál está siendo una vez más la reacción de las autoridades y buena parte de los medios? Efectivamente, negar el problema. Sólo faltaba que San Adrián se uniera a lo de Marcilla, a lo de Tudela o a todo el rosario de sucesos diarios en Pamplona para que la opinión popular acabe dando la razón a quienes viendo denunciando la existencia de este problema. Así pues, cuanto más grave la situación, más potente la intensidad del negacionismo. Hay que evitar a toda costa que contar la verdad provoque alarma social. Quién sabe lo que puede votar la gente cuando hay alarma social, puede que incluso a alguien que no seamos nosotros.

Llora por esto, Chivite. No llores por el ladrón sino por los robados. Llora por toda la gente que se siente insegura por culpa de tu política de inmogración. Llora por toda la gente en listas de espera. Llora por toda la gente que trabajaba en empresas que cierran o se van de Navarra.

El problema es que Chivite está con Sánchez en otra batalla: la de controlar el relato, la de repartir carnets de periodista en función de la afinidad, la de limitar la información a la información oficial, la de silenciar y descalificar a todos los medios por los que nos venimos enterando de lo que está pasando. Que nadie se entere tampoco de lo que sucede en Marcilla o San Adrián. Que en Marcilla o San Adrián piensen que sólo les pasa a ellos. Que nadie se entere de nada sobre el gobierno que previamente no lo apruebe el gobierno. El problema es cuando tu relato no se enfrenta a otro relato sino que se enfrenta a la realidad. Los que siembran el terror en Marcilla, San Adrián y tantos lugares más no son trabajadores, no son disidentes políticos perseguidos, no son familias, no son refugiados, no son niños: son delincuentes de importación.

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