La descomposición es evidente. Navarra se encuentra en el epicentro de la corrupción del PSOE. Todo comenzó aquí, con las andanzas de Koldo, Cerdán y a saber quiénes más. Los nombres de Acciona y Servinabar aparecen por todas partes y en todas bajo sospecha. Son tantas las referencias al respecto publicadas y contenidas en el informe de la UCO que hasta cuesta seguir el hilo de los acontecimientos. Todo es extraño y anormal. Obviamente el caso estelar es el de la sospechosa e irregular adjudicación de las multimillonarias obras de los túneles de Velate, pero hay muchas más obras sospechosas, como ilustran algunas de las referencias que acompañan esta publicación. El socialismo navarro vuelve a ser el epicentro de un terremoto relacionado con la corrupción y la respuesta del gobierno socialista de Navarra no puede limitarse a llorar. Llorar no es una respuesta política. Los gravísimos acontecimientos que se han conocido exigen una respuesta proporcional y eficaz.
Con el socialismo bajo sospecha y todas las adjudicaciones de obra pública a Acciona y Servinabar en entredicho, hay al menos en Navarra una docena de casos susceptibles de ser investigados. Hoy mismo se ha anunciado el encargo a la Cámara de Comptos de 4 de ellos, pero la duda es generalizada sobre todos los contratos. No hablamos de asuntos menores, la Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra ha aprobado requerir a Comptos informes sobre la construcción de 65 VPO en Egüés y 93 VPO en Ripagaina, la reforma del Archivo de Navarra y la adecuación de las oficinas en el Navarra Arena. Respecto a los túneles de Velate, sin toda la información conocida posteriormente, Comptos ya se pronunció señalando que en la adjudicación el principio de igualdad y transparencia no se habían garantizado plenamente.
Naturalmente a nadie se nos escapan las limitaciones de los mecanismo de autocontrol de las propias instituciones. Los informes de Comptos, por ejemplo, son lo bastante ambiguos como para que tanto el gobierno como la oposición los citen a su favor. Otrotanto se podría decir de cualquier comisión de investigación parlamentaria. Cuando el gobierno o las instituciones se tienen que vigilar a sí mismas, siempre nos encontramos con un problema.
Precisamente por ello nos encontramos ante todo frente a un problema político. Hace apenas un mes el portavoz del PSN, Ramón Alzórriz, venía a decir en unas pintorescas declaraciones defendiendo a Cerdán que claro que había intervenido en todas las principales obras de Navarra, que agradecidos podíamos estarle los navarros, y que Cerdán había sido “quien ha trabajado por mejorar muchas cuestiones que estaban atascadas en el Gobierno de España”, incluyendo ser “quien ha desatascado los túneles de Velate”.
Todas las cosas que han sucedido y se encuentran bajo sospecha han pasado ante las narices de María Chivite siendo presidenta. No es posible por tanto evadir la responsabilidad política de Chivite en toda esta situación ni dejar de lado el hecho de que la única forma de no tener un gobierno foral bajo sospecha es que Chivite presente la dimisión. Por mucho menos dimiten los políticos en los países de nuestro entorno ante una sospecha de corrupción, sin merma del principio de presunción de inocencia pero para garantizar como mínimo la apariencia de intachabilidad del gobierno foral. Lo que le faltaba a Navarra en estos momentos es enviar a los inversores nacionales e internacionales la imagen de un gobierno foral bajo sospecha, en el que no se asumen responsabilidades políticas para garantizar la fiabilidad y en donde el cobro de mordidas en las adjudicaciones públicas es algo habitual.
Llegados a este punto, el compromiso serio y el único gesto creíble que puede llevar a cabo Chivite para garantizar la adecuada imagen del gobierno foral, la que merece Navarra, es dimitir. Navarra merece algo más que una presidenta sólo amparada por la presunción de inocencia en medio de una tromba de casos de corrupción, porque la presunción de inocencia no es incompatible con que alguien sea sospechoso. Blindarse en el poder para usar este para defenderse es por otro lado justo lo que haría alguien que fuera culpable de esas sospechas. Navarra merece al frente del gobierno a una persona que no haya tenido nada que ver con todos los casos que se encuentran bajo sospecha. Navarra merece que su gobierno ofrezca esa confianza tanto de cara al interior como al exterior.
La dimisión de Chivite se encuentra perfectamente prevista por la LORAFNA, la cual prevé que en caso de dimisión del presidente o la presidente del gobierno foral el Parlamento de Navarra nombrará un nuevo presidente. Alternativamente, Chivite puede convocar elecciones. La mera dimisión, en todo caso, ni siquiera implica el riesgo de perder el poder siempre que conserve la mayoría parlamentaria. No parece sin embargo lo más democrático, imitando a Sánchez, negarse a convocar elecciones alegando que las perdería y daría paso a otra mayoría. O sea, reconociendo que aunque siga siendo presidente carece ya de apoyo social.
