Sánchez contra Feijóo y Echenique contra Manso

Ayer, además del debate en el Senado entre Sánchez y Feijóo, del que todo el mundo ha hablado, tuvo lugar en el Congreso un debate mucho más interesante entre Pablo Echenique y Ruben Manso, el portavoz económico de VOX. Podría pensarse que este debate no podía tener mucha enjundia por la desigualdad de los contrincantes, pero la tuvo en cambio por el contenido del debate. Todo el mundo anda preocupado por la inflación, el coste de la vida y la subida del precio de la cesta de la compra. Todo el mundo reclama soluciones inmediatas. Todo el mundo las propone, aunque sólo sea por la proximidad de las elecciones. Pero muy pocos observadores y todavía menos políticos señalan el problema de fondo. Y no hay soluciones mágicas sin comprender y abordar el problema de fondo. Lamentablemente, es probable que la población española ande en general muy lejos de entender el problema de fondo.

Cuando a la masa electoral hay que explicarle la inflación los partidos y los opinadores acuden a los tópicos: la guerra de Ucrania, el Covid, la maldad de los empresarios. Y tan tópicas y falsas como las causas son por tanto las soluciones: financiar el consumo con dinero público, topar los precios, perseguir e insultar a los empresarios.

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No es que en la situación actual no haya cierta causalidad relacionada con la guerra en Ucrania, por cierto provocada por el modelo de transición energética diseñado por la agenda izquierdista. Una agenda que apuesta por las energías renovables, aunque sean más caras y no ofrezcan generación constante, y que en los momentos de baja producción (sin luz y sin viento) recurren como sustitutivo al gas ruso y argelino al haber renunciado a la nuclear. El gas, aparte de ser contaminante, emitir CO2 y generar costes de emisión, nos hace dependientes de Rusia y Argel, justo los dos países con los que se ha peleado España en plena crisis energética. De hecho es posible que hasta no hubiera habido guerra en Ucrania si Rusia no hubiera observado la dependencia energética del gas ruso en la que nos ha colocado la agenda energética izquierdista. Desde este punto de vista la política energética de la izquierda no sólo sería responsable de la escasez y precio de la energía, sino hasta de la propia guerra de Ucrania. Pero vayamos al núcleo del asunto, ya que aunque la guerra de Ucrania sí tiene alguna influencia real aunque coyuntural en la situación actual, no es la verdadera raíz del problema.

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El problema para la población general es que hablarle de la maldad de los empresarios o de la guerra de Ucrania son cuestiones que le resultan fácilmente comprensibles. Explicaciones falsas, pero fácilmente comprensibles. Si la causa real de un problema va un poco más allá de la capacidad de comprensión general, o extendemos un poco la capacidad de comprensión general o malamente podremos resolver el problema, y desde luego no con el apoyo y la comprensión popular.

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En este sentido Rubén Manso ha tenido la rara osadía de apuntar sin complejos a las verdaderas causas de la inflación que nos atenaza: los déficit públicos y las políticas sostenidas durante muchos años de bajos tipos de interés para financiar esos déficit públicos. ¿A que suena mucho peor  y mucho menos comprensible que la maldad de las empresas y la guerra de Ucrania?

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La cuestión sin embargo es relativamente sencilla. Los gobiernos gastan más de lo que ingresan porque gastar es más popular que ajustar los gastos e ingresos, no digamos que recortar. Al gastar más de lo que se ingresa se genera un déficit constante que se financia con deuda pública. Para ayudar a los estados a financiar sus déficit y evitar un colapso público general, el Banco Central Europeo (los bancos centrales en general) ha bajado y mantenido bajos los tipos de interés hasta el extremo. Esto a su vez ha retroestimulado el endeudamiento, los déficit y la irresponsabilidad de los políticos en la gestión.

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Para entender sin embargo en qué manera esto afecta a la inflación interesa explicar que los bancos centrales no sólo han bajado al extremo los tipos de interés para facilitar la financiación de los estados mediante deuda, sino que han tenido que comprar masivamente esa deuda. La deuda pública española, por ejemplo, hubiera sido incolocable en los mercados tanto en las cantidades que se ha emitido como a los tipos de interés a los que se ha emitido. Así pues el estado español ha podido colocar buena parte de su deuda sólo porque se la compraba el Banco Central Europeo. Podría considerarse que esto ya es una quiebra del sistema y un rescate encubierto del mismo, pero no nos desviemos del problema de la inflación.

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Todo el mundo entiende, menos la familia Garzón, que imprimir moneda genera inflación. Si en una isla hay 10 naranjas y 10 monedas, cada naranja costará una moneda. Si duplicamos sólo el número de monedas sin duplicar el número de naranjas, de modo que pase a haber 10 naranjas y 20 monedas, no conseguimos ni ser más ricos ni comer más naranjas, sino sólo duplicar el precio de las naranjas. Pues bien, esto es lo que está haciendo el BCE al comprar deuda pública de forma masiva.

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Es decir, la deuda pública de los distintos estados que compra el BCE no la paga el presidente del BCE con dinero de su bolsillo: el BCE la paga emitiendo moneda. Puede que el proceso ahora sea digital, pero equivale a la impresión de billetes de toda la vida. El BCE crea dinero que transfiere a los estados para comprarles su deuda. Por tanto los déficit crónicos de los estados, la deuda que han estado emitiendo de forma desenfrenada, y las compras masivas de esa deuda por parte del BCE mediante la creación de dinero, se encuentran en el punto fundamental del problema al que ahora nos enfrentamos.

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Como por otro lado señalaba Rubén Manso, frente a esto no cabe otro remedio que volver a la ortodoxia económica. Nadie se arruinó jamás por no gastar más de lo que tenía. Por el contrario, no hay nadie que a base de gastar más de lo que tenía no acabara arruinado. Cualquier otra medida intervencionista o populista que no signifique volver a la ortodoxia y a la disciplina presupuestaria puede proporcionar un alivio temporal, pero no sólo no arreglaría sino que empeoraría a medio y largo plazo el problema de fondo. Lo malo es que la opinión pública española no está seguramente preparada para entender bien el problema y es fácilmente susceptible de ser engañada con argumentos y medidas populistas. Pero no es que la gente sea tonta, sino que le falta información. Y a muchos partidos les interesa para vendernos su electoralismo barato que a la gente le falte formación e información. Habrá que explicar bien por tanto el problema a la gente o cada vez tendremos un problema mas grave e incomprensible. Y para que la gente lo pueda entender es de agradecer que exista algún político peculiar como Rubén Manso que nos lo explique.

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