En espera de que se vayan asegurando las cosas que van saliendo acerca del escándalo de la isla de Epstein, lo cierto es que hablando del peculiar estilo de vida de algunos de los más ricos, famosos, influyentes y poderosos, por estas fechas se han viralizado unas llamativas imágenes de las vacaciones de Soros en Barbados.
Y no estaba muerto, que estaba de parranda. George Soros en Barbados con sus trabajadores de apoyo 🌷🌷 pic.twitter.com/RM1Lr8mYeM
— Lola♥️💛❤️ (@Lolapri1) January 3, 2024
Comencemos por señalar que Soros, más que Soros, es seguramente un icono. O sea, Soros es la cara que le ponemos a ese grupillo de dirigentes en la sombra que han decidido dejarnos sin coche, o sin caldera de gas, o que en 2030 seremos felices sin tener nada. A lo mejor Soros es el millonario que menos pinta de los millonarios o poderosos que tratan de dirigir nuestro destino, pero es al que tenemos fichado, el que simboliza a esa élite globalista que no es que no hayamos elegido como rectora de nuestro destino, sino que siquiera conocemos con exactitud. Por ponerle una cara a esa élite le ponemos la cara de Soros. Ojalá hubiera alguna mejor.
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El caso es que las imágenes de Soros resultan de lo más ilustrativas. Lo de ser feliz sin tener nada y el degrowth leticiesco parece que no va con Soros y con el día a día de la élite mundialista. Quienes quieren estatilizar la propiedad de todos los demás a través de los impuestos resulta que disfrutan de la playa en un paraíso fiscal. Por otra parte uno no llega a convertirse en dirigente de los destinos del mundo para colocar la toalla al lado de los plebeyos. Los precios de Barbados y de los resorts frecuentados por Soros seguramente no responden a la igualdad que propugnan sus postulados. Los iguales de Soros son millonarios. Uno no se va a Barbados a acercarse al populacho. Y tampoco se llega fácilmente a Barbados en bicicleta o colgado de una cometa. Es menos ecosostenible pero los salvadores del apocalipsis climático recurren para sus necesidades al jet privado.
https://twitter.com/venezolanoenpie/status/1284206699612602373
Aunque el globalismo predica un muro sin fronteras, lo cierto es que los muros que desaparecen de las fronteras aparecen en los barrios de las élites globalistas. Las mansiones de los personajes como Soros sí tienen muros. Para los demás ni barreras ni propiedades, para ellos mansiones privadas con muros. Ya de por sí las élites globalistas viven en barrios a los que no tiene acceso cualquiera. El primer muro es el precio. Pero después hay muchos más muros y barreras intermedias, que conforme nos acercamos al meollo del cogollo comienzan a ser barreras físicas. La mansión de Soros seguramente se encuentra en el centro de una serie de círculos concéntricos de seguridad por los que hay que pasar hasta llegar a la propia casa de Soros, pero así y todo la casa en sí tiene un muro, cámaras, vigilantes particulares y alarmas. ¿De quién serán las cosas que tu uses en el futuro sin ser tuyas? Para que el resto no tenga nada en propiedad y viva de prestado, algunos tendrán que tenerlo todo para prestarlo y cobrarlo.
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La imagen de Soros, sostenido por dos fornidos mozos negros, aparte de dar lugar a todo tipo de especulaciones, de las que naturalmente no participaremos, visualiza no obstante una imagen sobre la inmigración, la igualdad, la interculturalidad y la integración bastante alejada de la que habitualmente nos ofrece el discurso dominante. Más que un bondadoso filántropo, Soros parece el dueño de una plantación en Florida en tiempos de la esclavitud. A fin de cuentas, el lema de los esclavistas del Sur era también en el fondo una suerte de “welcome refugees”. Pero recordemos que Soros es sólo la cara que ponemos a la élite mundialista porque es la cara más visible de esa oscura camarilla. Seguro que la vida de todos los demás miembros de la camarilla es mucho más coherente con sus propuestas que la de Soros, pero es que tenemos la mala suerte de conocer sólo a Soros.
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