Las obras que no se han hecho: toda la culpa empieza mucho antes del dia 29

¿Cuándo empieza a fallar el estado? ¿En qué momento comienza el fracaso de los gobernantes respecto a las riadas del día 29? ¿A las 8 de la mañana? ¿A las 5 de la tarde? ¿O muchísimos años antes?

Intentar tener el clima totalmente bajo control mediante avisos y alarmas seguramente es mucho más difícil de lo que ahora parece pretenderse. O sea, en lugares como la Comunidad Valenciana directamente no tendría que haber nadie viviendo según esa teoría. De septiembre a noviembre, si nos ponemos puntillosos, habría alerta roja permanente sobre todo el territorio. La cosa se explica fácilmente por el clima y la orografía. El Mediterráneo está muy caliente tras el verano, hay mucha evaporación, de repente llega el aire frío del otoño y el agua se condensa a toda velocidad, las nubes chocan con los montes cercanos a la costa y descargan de forma torrencial. Todo ese agua que cae de golpe forma riadas que bajan con furia arrasando con lo que pillan desde las zonas altas al litoral. Esto sucede desde tiempos de los romanos y no es en absoluto ninguna novedad.

¿Sirven de algo las alarmas y los avisos de colores? Ya se ha visto que no demasiado. Hablamos de una realidad rápidamente cambiante y dinámica. A tal hora la alerta es naranja, una hora después es roja, o viceversa. A las 10 el punto crítico parece que va a ser tal lugar, a las 11 el punto crítico está kilómetros más allá. No sólo eso. La lluvia puede caer en un punto pero la riada que destruye todo producirse en otro sitio distinto. El destrozo no es necesariamente donde cae el agua sino donde llega, kilómetros cauce abajo. ¿Pueden seguir los políticos o los ciudadanos la cambiante situación al minuto? ¿Pueden las empresas cerrar o los ciudadanos quedar confinados cada vez que haya una sospecha de que pueda haber una DANA del calibre de la que ha sucedido? ¿Qué significaría eso? ¿Miles de alertas, confinamientos y paralizaciones de la actividad por un evento que puede suceder cada 30 años? Si hay gotas frías todos los años durante toda la temporada de otoño, ¿hasta qué punto se puede saber con antelación y precisión cómo de grave puede ser una DANA? Cuanto más podemos adelantar los avisos, más imprecisos son estos e inciertos. Cuanto más precisos y ciertos, menos podemos adelantarlos. Los avisos de la AEMET previos a esta última DANA se encuentran llenos de correcciones sobre la marcha. No parece sencillo eludir este laberinto.

Lo que sí ocurre es que, sabiendo todo lo anterior, se pueden hacer muchas cosas. No con un poco de anticipación, sino con mucha anticipación. En este sentido, lo que hemos visto estos días que ha salvado vidas es el canal desviando el caudal del Turia que construyó Franco después de la riada en Valencia de 1957. También hemos conocido la existencia de planes y proyectos para realizar grandes obras hídricas que podían haber evitado o al menor mitigado en buena medida la violencia de las riadas. Pero no se ha hecho nada. Todos los proyectos han quedado en el limbo. Después es muy fácil echar la culpa al cambio climático, o tratar de gestionar la imposibilidad de predecir el tiempo con anticipación suficiente y precisión absoluta. Lo que sí se puede hacer, más allá y además de mejorar sustancioalmente los sistemas de alarma y comunicación, es realizar las obras necesarias para canalizar las grandes avenidas futuras de agua. Pero esto exige previsión, mirada a largo plazo, prudencia, gestión, inversión.

Irónicamente, hemos recibido en los últimos años decenas de miles de millones de fondos europeos que han sido como una riada de dinero que ha pasado y se ha evaporado, pero en este caso sin dejar rastro. ¿Dónde está todo el dinero que ha llegado de Europa? ¿Quién se lo ha quedado? ¿Dónde podemos ver todo lo que se ha invertido o se ha construido? Hemos perdido una oportunidad de oro para, por ejemplo, acometer todas esas grandes obras hidraúlicas que podrían servir para conectar las cuencas y mitigar la sequía, o para encauzar las aguas ante grandes avenidas en lugares como la Comunidad Valenciana. Lamentablemente esto también forma parte del concepto de estado fallido que se viene manejando estos días. Por más que haya recursos no vale de nada si no hay nadie al volante capaz de gestionarlos, o si lo que le preocupa es crear redes clientelares de votos, entregar cheques sociales que garanticen apoyos, o gastarse el dinero de las obras hidraúlicas en enseñar matemáticas con perspectiva de género. Tratar de arreglar todo lo que no se ha hecho durante años dos horas después de que la AEMET declare una alerta no tiene sentido.

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