Más allá de todo lo que pudimos analizar ayer sobre la moción de censura ya confirmada por VOX con Tamames como candidato, su oportunidad o no, su justificación o no, sus beneficiarios y perjudicados, alguno de los impulsores ha señalado que esta iniciativa es también una forma de llamar la atención de Europa sobre la situación en España. Sería preciso desde este punto de vista encender una bengala en el Congreso para llevar a cabo una llamada de alerta o socorro, porque la percepción es la de que Europa no se entera de lo que pasa. Con que Pedro Sánchez lleve el PIN de la Agenda 2030 bien visible en la solapa todo correcto.
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Lo cierto es que, teniendo en cuenta la gravedad de la situación (e imaginemos que la actual mayoría se revalidara en las próximas elecciones), cabe preguntarse qué de lo que se puede hacer no hay que hacer. Porque a lo mejor la respuesta es nada. Hay que hacer todo lo que se pueda. No hay ni un instrumento que pueda usarse que deba descartarse. No hay señal de alarma que no haya que emitir para que despierte al pueblo español, pero también para que despierte nuestro entorno europeo. Lo que pasa aquí no es normal. Peligra la libertad.
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Podría pensarse que la oposición debe centrarse y limitar todas sus acciones contra el gobierno en las próximas elecciones. Obviamente, salvo sorpresa, la clave para desalojar al gobierno del poder son las próximas elecciones. Sin embargo, cabe preguntarse si no hacer nada antes es la mejor forma de llegar con el electorado movilizado contra el gobierno a las próximas elecciones. Por el contrario, un resultado contrario al gobierno en las próximas elecciones podría pensarse que será el resultado de un gran trabajo previo de advertencia, persuasión y movilización. O no será. Y dentro de ese trabajo previo necesario para obtener un resultado electoral no es disparatada la presentación de una moción de censura, como expresión de la excepcionalidad de la situación.
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Es curioso que ya muchos partidos se hayan posicionado respecto a la moción de censura o la hayan calificado sin esperar a escuchar el discurso y las propuestas del candidato a la presidencia. Da la impresión de que nos falta un poco de cultura democrática. ¿Qué es lo que determina que se vote una propuesta a favor o en contra? ¿El partido que la presenta? ¿La edad del candidato? ¿Los votos que presumiblemente vaya a tener a favor o en contra? ¿O no debería ser más bien su contenido? Anunciar la abstención o el voto en contra del discurso de alguien antes de escuchar ese discurso no es que sea poco democrático, es que no es ni racional. Ni tampoco demasiado cortés.
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Hablando de racionalidad, el punto débil de Tamames puede ser precisamente que no sea una persona habituada al navajeo parlamentario. Solemos concebir el parlamentarismo como un combate. Gana el que brilla u ofende más, no necesariamente el que presenta la propuesta más conveniente y fundamentada. Tamames es bastante seguro que no subirá a la tribuna a convertirla en una cuenta de Twitter. Pero desde su experiencia y sus conocimientos efectuará un diagnóstico y hará unas propuestas que habrá que escuchar.
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