Hace unos días Samantha Hudson protagonizaba una nueva polémica a su paso por la casa de Operación Triunfo. ¿Y qué nos importa esto? Pues porque la creación de opinión ya no corre a cargo de los telediarios, o no sólo ni principalmente, sino a cargo de los programas de entretenimiento, las películas o las series. Por eso y porque OT es un programa con mucha repercusión sobre la juventud ha sido tan comentada la charleta sobre la meritocracia impartida por Hudson a los concursantes y por extensión a todos los expectadores de OT.
¿Le pidió Samantha Hudson permiso a su sobrina?
¿A este tipo le han dado un premio desde el Ministerio de Igualdad?
¿En serio no había nadie peor? pic.twitter.com/pk1dVG5E7r— Cristina🐜 🇪🇦❤🇨🇺🇪🇺 (@Chetecilla25) September 25, 2022
Para empezar, interesa recordar o señalar quién es Samantha Hudson. Se trata de un activista trans de los que han florecido bajo el manto de Irene Montero, Podemos y toda la tropa del Ministerio de Igualdad. Samantha Hudson es por tanto la encarnación de las ideas de la izquierda sobre ideología de género, moral y sexualidad. De hecho Samantha Hudson no tiene otro mérito discernible para ser conocida que representar esa encarnación. Por todo lo anterior, es obvio que convertir a Samantha Hudson en “coach” de los concursantes de OT y por extensión de todos los telespectadores no tiene otro objeto que el adoctrinamiento de la audiencia en los valores que Hudson encarna.
Samantha Hudson: “La meritocracia no existe. No el que más se esfuerza mejor le salen las cosas”.
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La polémica que ahora nos ocupa, sin embargo, es el que se refiere a la meritocracia. La izquierda, y por tanto sus portavoces como Hudson, odian la cultura del mérito y del esfuerzo, por tanto no esforzarse, no intentarlo y abrazar el fracaso fue el mensaje de la activista a los concursantes de la academia, y a todos los espectadores, por supuesto.
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Desde luego que todo el que intenta algo vaya a conseguirlo no está garantizado. Por ejemplo, por más que Samantha Hudson intentara ser una mujer nunca lo conseguiría. Sin embargo no es este el esfuerzo que recomienda abandonar, sino el de trabajar, estudiar, esforzarse y prepararse. ¿Pero sirve de algo la cultura del esfuerzo?
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O sea, Nadal no está donde está por casualidad. Mucha gente puede haberse esforzado para haber llegado hasta donde Nadal, pero uno no juega así al tenis sin practicar y practicar. Obviamente no todos los que practiquen para ser el número uno llegarán a ser el número uno, pero nadie va a ser el número uno sin practicar. Por otro lado, practicar puede que no te garantice llegar a ser el mejor, pero sí que te garantiza que vas a mejorar. Cuanto más practiques y te esfuerces más vas a mejorar en eso para lo que practicas y en lo que te esfuerzas.
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No es lo mismo esforzarse que no esforzarse. No ofrece el mismo resultado estudiar que no estudiar. Si diera lo mismo estudiar que no estudiar y esforzarse que no esforzarse, dejaríamos que nos operara cualquiera en vez de un cirujano y los resultados serían los mismos. Por el contrario, damos por hecho que el resultado de que alguien se esfuerce en estudiar da como resultado que adquiera los conocimientos y habilidades necesarias para operar o para pilotar un avión. Si Samantha Hudson no puede pilotar un avión no es porque falle la meritocracia, sino porque no ha estudiado para piloto.
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El grave problema que representa el izquierdismo actual es que decir que los méritos y el esfuerzo no sirven para nada genera una sociedad vaga e indolente. Es imposible que una sociedad vaga e indolente no se vaya por el precipicio porque la alternativa a creer en la meritocracia es creer en la magia. Es decir, creer que las cosas se hacen solas, caen del cielo, aparecen en el plato por arte de magia. En definitiva que una vez más por un lado está la razón y por otro la izquierda.
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