Jumilla y el dilema de la inmigración musulmana: ¿integración o sustitución?

Una de las polémicas del verano ha sido sin duda la de lo sucedido en Jumilla, cuando VOX y el PP señalaron la prohibición de llevar a cabo la fiesta musulmana del cordero en un polideportivo municipal. Anatema y vestiduras rasgadas, discurso de odio, xenofobia y defensa de la libertad de culto para el Islam.

¿Cuál es el análisis de lo sucedido? En realidad todos los días observamos el modus operandi de la extrema izquierda sanchista. Partiendo de la premisa de que el PP y VOX son partidos hitlerianos, hay que moldear todos los sucesos de la actualidad para que se acomoden a esa premisa, aunque en esa distorsión de los hechos para que se ajusten a la premisa establecida se llegue a los ridículos más extremos, como en Jumilla.

El hecho es que, por un lado, en el polideportivo municipal no se pueden llevar a cabo actos religiosos. Ni pueden llevarlos a cabo los musulmanes, ni pueden llevarlos a cabo los cristianos, los mormones o los judíos. Lo anormal sería entonces que los musulmanes tuvieran un trato preferente frente a los demás en Jumilla. Por otro lado está la cuestión sanitaria. Para sacrificar animales que después van a ser destinados a la alimentación hace falta cumplir una serie de requisitos sanitarios. Una vez más lo irregular sería que los musulmanes estuvieran al margen del resto y exentos de cumplir esos requisitos.

En todo esto nunca pueden faltar las contradicciones de la izquierda, que lo mismo erradica los toros que defiende a capa y espada el sacrificio de los corderos. Podían exigir al menos que anestesiaran los corderos. Yolanda Díaz prohibió el uso de un teatro municipal para el pregón de la Semana Santa ferrolana con la misma vehemencia con la que ahora defiende el degollamiento de los pobres corderos. La libertad de culto y la pluralidad del espacio público hay que defenderla según el culto. Estamos hartos de ver a la izquierda defender que el espacio público debe ser laico y excluir la religión, al menos la católica, pero donde empieza el Islam acaba la coherencia, o aparece el miedo, o comienza a aparecer el interés electoral.

Como quien no quiere la cosa, en virtud del fenómeno migratorio los musulmanes empiezan a representar un creciente porcentaje del censo electoral. La izquierda no defiende el sacrificio de corderos a Alá, sino que da por bueno el degollamiento de los pobres corderitos en el altar de su interés electoral.

Yendo más al fondo de todo este debate con lo que nos encontramos es con el hecho de que el Islam no es sólo una religión, sino una ideología política. En el Islam no existe división entre Iglesia y Estado. Mahoma no envió a sus apóstoles a predicar, sino a conquistar. Desde el minuto uno y por orden de Mahoma la expansión del Islam se hizo a punta de cuchillo, por la vía militar. No hay libertad religiosa real en ningún país musulmán. La falta de libertad e igualdad de derechos en el Islam es general, pero particularmente significada en el caso de la mujer. No se puede hablar de esto, pero asistimos evidentemente a una suplantación demográfica y cultural. ¿Es indiferente que los inmigrantes abracen nuestra cultura y nuestras costumbres? El color del agua de la botella no va a ser el mismo si no la rellenamos con agua cristalina, sino con tinta, y cada vez más proporción de tinta. Lo irrelevante en este asunto es la raza, sino la cultura. ¿Pensamos que no van a cambiar los valores culturales de nuestra sociedad si importamos masivamente personas que no comparten nuestros valores culturales o incluso ostentan valores opuestos a los nuestros? ¿Somos conscientes de que muchos de los derechos y libertades que disfrutamos son consecuencia de nuestros valores culturales, que no existen en otras culturas, y que no sobrevivirían a la demolición o sustitución de esos valores? Entre los inmigrantes que llegan a España es evidente que no ofrecen los mismos problemas los que por venir de otros países europeos o de Hispanoamércica comparten nuestros valores culturales. Entre los que provienen de otras culturas, tampoco todos generan los mismos problemas. ¿O es dudoso que hay muchos más problemas de seguridad o de convivencia con los norteafricanos que con los asiáticos por poner un ejemplo?

A partir de aquí es cuando algunos tienen que hablar del caso mítico de Al-Andalus, porque en el presente la realidad del Islam son Marruecos, Arabia Saudí o Irán. No existe el país musulmán feliz. Respecto a Al-Andalus, fue un régimen establecido a sangre y fuego, impuesto por la fuerza a los habitantes nativos. Tampoco hay que confundir a los árabes con los musulmanes. En el mundo árabe hubo un cierto florecimiento intelectual precisamente hasta que se impuso el Islam. Desde los tiempos de Mahoma, en el siglo VII, las aportaciones de los países musulmanes al progreso en el campo científico, político, literario, filosófico… son cercanas a cero, y más conforme nos acercamos al presente y más se alejan los países de su origen y valores pre-musulmanes. ¿Cómo se explica la esterilidad científica de 2.000 millones de musulmanes en el mundo? ¿Es casualidad o esa esterilidad es fruto inevitable de las premisas ideológicas y culturales del Islam? ¿Pueden florecer económica, social, cultural o científicamente los países musulmanes sin superar el Islam? Y la conflictividad de los países musulmanes, ¿es casual o cultural? Desde Averroes el Islam es un páramo intelectual y Averroes tuvo que abandonar Al-Andalus desterrado por la fuerza, porque una cosa es el mito y otra la realidad.

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