El principal enemigo de la mujer en España es el Ministerio de Igualdad. Puede parecer una afirmación exagerada, pero a la vista están los resultados. El balance no deja lugar a dudas. La ley sueltavioladores del “sólo sí es sí” es el efecto más conocido, visible y pernicioso del dudoso bagaje de este ministerio de nueva creación que cada año nos cuesta ya cerca de 600 millones de euros. Lo único que no se puede cuestionar de este ministerio es la cantidad de activistas profesionales de extrema izquierda sobre los que se derrama beneficiosamente esta lluvia presupuestaria tan torrencial.
Para el común de las mujeres españolas, sin embargo, el Ministerio de Igualdad se ha convertido en una máquina de emitir legislación chapucera y deficiente que no para de perjudicarlas. En el Ministerio de Igualdad no rigen los criterios técnicos ni el conocimiento, sino el extremismo ideológico. El resultado es la aprobación de continuas normas que una tras otra están generando efectos secundarios indeseados (suponemos que indeseados), que por supuesto padece de forma prioritaria la mujer.
A la citada ley del “Sólo sí es sí”, que al final y en la práctica se ha convertido en la “ley sueltavioladores”, hay que añadir la “ley trans”, uno de cuyos múltiples efectos acabamos de ver en el caso del ertzaina al que, tras amenazar con un cuchillo a su mujer, resulta que no se le puede aplicar la ley de violencia de género porque se cambió de sexo y figura como mujer. O sea, que no hay violencia de género si los dos miembros de la pareja son del mismo género y son del mismo género si uno de repente se autopercibe mujer. De este modo el Ministerio de Igualdad anula por un lado los efectos que por otro intenta establecer para proteger a la mujer.
Como ahora el género, en vez de un hecho biológico, es una cosa fluida y social que se autodetermina a voluntad, resulta que se han diluido por completo los límites entre hombre y mujer. En realidad se ha destruido el concepto mismo de mujer. Mujer es cualquier cosa. Lo que te convierte en mujer es una mera declaración registral. Los que van de campeones de la defensa de la mujer se han cargado el concepto de mujer. El resultado lo hemos podido ver por ejemplo en las Olimpiadas de París, y esto es sólo el principio. No le podemos echar la culpa de lo de París al Ministerio de Igualdad, pero todo forma parte del mismo movimiento woke global y de la misma realidad.
Nos aseguraron que la ley del “sólo sí” no tendría un efecto sueltavioladores, o que sólo habría casos muy puntuales, cuando la realidad es que más de mil agresores sexuales se han beneficiado ya de reducciones en las penas como consecuencia de esta ley. La libre autodeterminación de género parece que va por el mismo camino y que, ahora que los maltratadores empiezan a conocer la manera en que la ley los beneficia, los casos no paran de crecer.
Pero hay mucho más. La última torpeza emanada del Ministerio de Igualdad es un error en la nueva ley de paridad, en virtud del cual se facilita el despido de los trabajadores que se intenten acoger a una reducción de jornada, algo que era automáticamente nulo antes del cambio en la redacción. Estas reducciones de jornada afectan principalmente a la mujer, ya sea por el cuidado de familiares o por la maternidad.
Naturalmente todo esto no acarrea ninguna dimisión, no rueda ninguna cabeza, y todas las culpas generadas por la propia ineptitud se derivan a la maldad heteropatriarcal de los jueces, a Franco, a la OTAN y al capitalismo global. A lo que asistimos sin embargo es a las consecuencias de poblar un ministerio perfectamente prescindible con gente que fuera de la política no tiene ningún historial, que carece de toda formación, y que suple todas sus carencias con dosis letales de activismo fanático y salarios que jamás tuvieron antes de entrar al Ministerio, ni los volverán a tener cuando salgan de él. La principal perjudicada por todo es la mujer española real.