Las pulseras geolocalizadoras son las pistolas Ramón del Ministerio de Igualdad o las mascarillas Garry Galaxy de Salvador Illa. Desde luego haber aceptado el fallo desde el primer momento habría sido duro, pero negarlo está siendo peor. Negar la mayor le está suponiendo al gobierno «feminista» y de «progreso» dos efectos secundarios indeseados. Primero que vuelve a aparecer como un gobierno de alucinados fuera de la realidad. Segundo que está apareciendo una cascada de testimonios en todos los órdenes, desde el judicial hasta el policial o el de las propias víctimas, testimoniando los problemas con estas pulseras localizadoras. Negar la evidencia sólo va a funcionar con un pequeño porcentaje de la población muy fanatizada. Estamos ante otra gran metedura de pata de este gobierno como la ley sueltavioladores. ¿Hay algo peor que cometer un grave error? Sí, no ser lo bastante humilde como para reconocerlo y rectificar. A la torpeza se añade la soberbia. La soberbia además es un defecto que hay que ganarse el derecho a ejercerlo. O sea, malo es alguien muy bueno en algo que se comporta de un modo soberbio, pero alguien que se comporta de un modo soberbio siendo un torpe es patético.
En Navarra nos encontramos con un caso que en esta ocasión no se relaciona con la violencia de género, sino de un intento de homicidio entre bandas. Uno de los acusados consiguió al parecer evadir la acción de la justicia gracias a una de estas pulseras. Si puedes ir a perpetrar un homicidio a Pamplona mientras la pulsera dice que estás en Zaragoza, la pulsera pasa de convertirse en un mecanismo supuestamente efectivo de control a convertirse en la coartada para poder cometer un crimen con impunidad. Una pulsera que no funciona se puede convertir de este modo en una ventaja para el delincuente en vez de en una garantía para la víctima o una forma efectiva de control.
Si puedes ir a matar a tu pareja dejando la pulsera en tu casa, resulta que la justicia en vez de impedirte matar a tu pareja te está regalando una coartada para poder matarla impunemente. Es por esto que no se pueden hacer tonterías con estas pulseras geolocalizadoras. No se puede elegir el dispositivo por motivos ideológicos, como parece haber pasado. No se puede optar por un modelo menos fiable por fobias políticas, porque como vemos las consecuencias pueden ser importantes.
No existe ningún dispositivo que sea infalible, como dice la ministra actual de Igualdad. Efectivamente no existirá un dispositivo perfecto, pero dentro de la imperfección hay que elegir lo menos imperfecto. La premisa de que no existe un dispositivo perfecto no puede llevarnos a comprar dispositivos basura o dispositivos con los que se multiplican los fallos. Sucede además que el Ministerio de Igualdad cuenta con un presupuesto de más de 500 millones de euros que gasta en las cuestiones más pintorescas.
Sirven al gobierno, no a la mujer
En toda esta polemica sale a relucir una vez más, por otro lado, la desinformación sectaria de RTVE o el estruendoso silencio de las organizaciones y plataformas feministas que tan ruidosa y coloridamente se manifiestan siempre que no moleste al gobierno. ¿Dónde está la voz de todas estas organizaciones frente a la rebaja de penas de los agresores sexuales incluyendo los de la manada? ¿Dónde está la voz de todas estas feministas frente al escándalo de las pulseras? ¿Dónde está la voz de todas estas feministas ante el dato de que las violaciones desde 2017 se han multiplicado por 4? A lo mejor los 500 millones de Igualdad no sirven para comprar buenas pulseras geolocalizadoras, pero sirven para comprar muchas voluntades y muchos silencios.
