De Landaben quedará el 40% del 40%

El director de Ford, la multinacional automovilística, lo advierte con claridad. La mano de obra necesaria para fabricar un coche eléctrico es un 40% menor que la necesaria para fabricar un coche de combustión. Pero el futuro de Landaben resplandece a la sombra de la Agenda 2030, ¿o no?

El problema no es sólo que para fabricar coches eléctricos sobre el 40% de la plantilla de las fábricas, es que el número de coches eléctricos que se vendan en el futuro será muy inferior al número actual de coches de combustión. Primero porque los coches eléctricos son a fecha de hoy un lujo fuera del alcance de los bolsillos medios, pero segundo y sobre todo porque el Foro de Davos y su dichosa Agenda 2030 impone un paradigma en el que dejan de existir los coches en propiedad. A todo ello hay que sumar el estado de guerra entre la izquierda y el automóvil. Cuanto más caros los coches son objeto además de más restricciones para aparcar y para circular, y por supuesto son objeto de una brutal fiscalidad. No sólo es que con el coche eléctrico sobran el 40% de los trabajadores de las fábricas de coches, es que con suerte se venderán un 40% del número de coches nuevos actuales. Además serán coches autónomos que, por motivos de seguridad, ya no permitirán a los particulares ni el placer de la conducción. El sector de la automoción camina hacia su final pero es asesinato, no muerte natural.

Obviamente los mismos políticos que trabajan para la eliminación del coche no pueden ser los mismos que salven Landaben. En este sentido cabe preguntarse si todos los trabajadores del sector de la automoción tienen claro no sólo el tsunami que se les viene encima sino que a lo mejor están votando a los políticos que están provocando ese tsunami.

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Puesto que todo este cambio de paradigma viene determinado por gente que no se presenta a unas elecciones, cabe preguntarse si al menos la gente puede cuestionar este cambio de paradigma u oponerse a él mediante el voto. Desde luego oponerse democráticamente a este diseño mundialista sólo será posible, si lo es, votando a formaciones que pregonen una oposición militante a este mundialismo y sus objetivos. Naturalmente la oposición del globalismo 2030 a ese tipo de formaciones será equivalente al de estas formaciones respecto al mundialismo, sólo que el mundialismo contará para la lucha con una cantidad de recursos ingente a la que las formaciones antiglobalistas sólo podrán oponer el descontento popular. El descontento popular no ha sido sin embargo nunca una fuerza despreciable. Por eso ser feliz no será optativo en el nuevo paradigma mundial. Lo que pasa es que reprimir el descontento está muy lejos de implantar la felicidad universal y, siendo lo primero mucho más sencillo que lo segundo, ni siquiera eso ha sido un objetivo que nadie haya podido conseguir de manera permanente a lo largo de la historia de la humanidad.

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