Crónica feroz de los Premios Feroz

Este fin de semana se ha celebrado en Zaragoza la entrega de los premios Feroz, otros premios más del cine español. Teniendo en cuenta lo estrecho del circuito y la cantidad de premios en almoneda no hay cineasta español que se precie que no tenga que dedicar una habitación de su casa a los premios que se le conceden aquí. Algún cineasta español puede que haya conseguido tener más premios que espectadores por alguna de sus películas. Esto de hablar en plural puede resultar un tanto exagerado porque en realidad, hablando de cine español, siempre nos cuentan la misma película. Desde luego la película que no nos pueden contar la tenemos todos clara. Reunido para autopremiarse este mundo tan pequeño, homogéneo y endogámico nada podía salir mal, o eso podría haberse pensado.

Lo cierto es que lo sucedido en la fiesta tras la gala se ha comido por completo la entrega de los premios y la relación de películas premiadas. Nada menos que dos denuncias por agresión sexual tuvieron lugar en el fragor de las celebraciones. De una de ellas poco sabemos, salvo que el denunciante es un hombre, y de la segunda que el denunciante es el actor transexual Jedet y que se ha saldado con la detención de un productor de cine. Todo dentro del pequeño maravilloso mundo de los inquisidores subvencionados de nuestro cine patrio. Al parecer, cuando se apaga la cámara, los vigilantes de la pureza ideológica del país no guardan una coherencia apreciable entre lo que practican y lo que denuncian en sus películas. De hecho este es un poco el meollo del asunto y al que nos lanzamos de cabeza por tanto.

Como todo el mundo sabe, la tesis fundamental del discurso progresista es que no hay malas personas, sino malas ideas. Por tanto no hay que perseguir a los violadores (lo estamos viendo) sino a las personas que tienen las ideas que conducen a que haya violaciones. ¿Y quiénes son esas personas? Las personas de derechas. En conjunto, todos los males del mundo ocurren porque hay personas que no comparten las ideas de la izquierda. Por tanto, esas ideas no pueden ser respetables. No puede ser respetable no ser de izquierdas. O eres de izquierdas o eres un hijo de puta. Vemos estas premisas en acción todos los días. Por eso hay dos varas de medir para los escraches, para la corrupción, para la malversación, para la libertad de expresión, para la violencia política y para todas las cosas. Como para acabar con los males del mundo hay que conseguir que todo el mundo sea de izquierdas, el adoctrinamiento infantil y el uso ideológico de las universidades y los colegios no sólo lo consideran justificado, sino absolutamente ineludible, y el que no esté de acuerdo con ello es un hijo de p… Bueno, ya lo hemos dicho una vez y es suficiente para dejar clara la idea.

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El problema de esta tesis, más allá de que naufrague en la realidad todos los días, es que una fiesta del cine español debería ser el lugar más seguro del mundo. Un trocito de Paraíso en la Tierra. Una burbuja en la que teniendo todo el mundo las ideas correctas todo mal quedaría excluido. Sólo se trataría de convertir en lo mismo que esa burbuja al resto del mundo. Para eso está el cine y para eso lo estamos subvencionando. Algo debió fallar en la teoría, sin embargo, y por duplicado. Ir a una fiesta con la gente ideológicamente pura del cine español parece casi tan peligroso como aparecer en otro ámbito de pureza ideológica garantizada como un concierto de la izquierda abertzale.

Como remate de la paradoja y el desconcierto, la película que producía el detenido, “Mi vacío y yo”, es una película sobre la transexualidad, homolagable por completo bajo el paraguas LGTBI, lógicamente bajo los términos más progresistas. La película no sabemos qué tal estará, pero la película de la película no tendría rival. Eso sí, la jugada no le puede salir bien al discurso progresista porque o es lo que parece o es una denuncia falsa. Sea lo que sea acaba mal.

Por no limitar a este feo asunto la crónica sobre los premios Feroz, podríamos añadir el discurso al recibir su inevitable galardón de Pedro Almodóvar. El cineasta no pudo resistir la tentación de traer a colación la sanidad madrileña, la maldad de la derecha, etc. Lo nota de luz y color es que Almodóvar es un acreditado usuario de la clínica privada Ruber, o sea que el chiste sobre la coherencia de vida en el cine español de nuevo se cuenta solo. Adicionalmente, Pedro Almodóvar ha tenido diversos problemas con Hacienda y con la coherencia por sus SICAV y sus cuentas en paraísos fiscales, aunque la parte ilegal del asunto, justamente o no, al final se la comiera su hermano. La película del manchego sobre la fraternidad ya se está haciendo de rogar.

Como remate final a la crónica, resulta que el premio a la mejor película del certamen se lo llevo “La Piedad”, película de Eduardo Casanova más conocido por sus declaraciones en los medios que por sus películas. No en vano, y esto es todo un resumen descriptivo del cine español, La Piedad es una película que pese a todo el bombo mediático y los 317.000 euros de subvención del Ministerio de Cultura sólo la han visto 2.400 espectadores.

Si algo puede ser más terrorífico que sólo tenga 2.400 espectadores una película que se lleva un premio y 317.000 euros de las arcas públicas es que, previamente, Casanova advirtiera que no quería que nadie de VOX fuera a ver su película. O sea que o la peli es muy mala, o en España ya todo el mundo es de VOX menos 2.400 personas, o un poco una combinación de las dos explicaciones. Eso sí, entre los 2.400 restantes deben estar todos los que se quedan el dinero de nuestros impuestos y reparten los premios Feroz.

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