Aner Peritz Manterola es el camino

Aner Peritz Manterola, “Euzkitze”, es uno de los responsables de la asociación Sarrea Euskal Udaleku Elkartea, la incalificable organizadora del infernal campamento de Bernedo. Euzkitze se ha convertido en las últimas horas en la cara más conocida de este escándalo al ser un bertsolari algo conocido en el ámbito abertzale, por su imagen llamativa y por ser también opinador y columnista en diarios generosamente regados de subvenciones y publicidad institucional como Berria. Precisamente es en uno de estos artículos en los que se describe perfectamente la filosofía de estos campamentos. Sí, se trata según propia confesión de mariconizar, desheterosexualizar y convertir deliberadamente en trans a los niños. Merece la pena reproducir íntegramente el artículo primero para entender el contexto ideológico en el que han tenido lugar los horrores del campamento, y segundo porque nada de lo que podamos decir del personaje y sus intenciones supera lo que el propio personaje dice de sí mismo y sus intenciones.

Infancia y esencialismo de género

“Para que exista el esencialismo de género hay que cumplir dos condiciones: que exista el género y que exista el esencialismo. Ambos existen hoy y aquí. Desgraciadamente, lo diremos. Y cuando digo esencialismo de género no me refiero sólo a las terfas y a los transfóbicos, me refiero a los códigos de pensamiento, a las bases para entender el género, a los tamices de las visiones del mundo, y a los discursos supuestamente inclusivos. Me refiero fundamentalmente a la creencia de que el género se sitúa en algún lugar de nuestra esencia, ya sea en los cromosomas, en los órganos de orinar (y no en la postura o lugar de orinar), o en alguna conexión neuronal. Hablo también de que, con las mejores intenciones, el género es un sentimiento: nadie nace con sentimientos, nadie nace contento. Nos alegramos, pero más tarde; y hombre-mujer, y heterosexualizamos. Los niños, nacen, nacen feos, nada más. Los niños se hacen, y por eso les importan tanto, porque quieren hacer niños guapos.

Así, los esencialistas de género no aceptarán la identidad y las prácticas de los disidentes, y si las van a aceptar será si confesamos de rodillas que desde niños jugábamos con muñecas, con balones. Es decir, que hemos nacido y no hemos tenido escapatoria. Es decir, que si hubiéramos tenido una escapatoria habríamos tenido que huir.

¿Cuándo es en la infancia? ¿Qué cantidad de tiempo determina la legitimidad de la queertez? ¿Es lícito decir «soy un chico» a los dos años? ¿A los cinco años también? ¿Vale si lo hiciste con quince o es tarde? Y si hasta los treinta y cinco años fuiste tranquilo y feliz y sin conflictos y de repente cambiaste de pueblo y te vollerizaste en una compañía queer, ¿vale eso? ¿Te mereces ser bollera? Esta mentalidad de las identidades natales es patologizadora, estigmatizadora y queerfoba. Sólo los niños que tenían muñecos y balones jugaban con muñecos y balones.

No todo es malo, sin embargo. Muchos también son simpáticos y nos han aceptado en el bando de los normales. Nosotros eso se lo tenemos que agradecer. Tenemos que estar preparados para que la máquina capitalista heterosexual nos asimile, preparados y contentos. Muchas gracias. No solo eso, sino que tienen tan claro como reconocen que somos como somos, que los niños de padres heterosexuales son heterosexuales desde el nacimiento y en esencia. Tienen claro que ellos no tienen la culpa, que no han condicionado a sus niños. Saben que han euskaldunizado a sus hijos, pero no heterosexualizado, eso no. Eso sí, no se nos ocurra entrar a las escuelas, educar a sus niños en el transfeminismo, hablar de ello. Y me preguntaría: si somos lo que somos y eso no es manipulable, ¿cuál es el problema? ¿Qué será, pues, de vuestros niños de oro? ¿Los convertiremos, pues, en trans? (Sí.)

Nosotros, los materialistas, hemos aprendido por necesidad que la educación y los sistemas cisheterosexuales naturalizados, considerados neutros, generan personas, deseos y prácticas cisheterosexuales naturales (comillas). Sabemos que la educación, y por qué no decirlo, hemos sufrido una adoctrinación heterosexual. Ahora queremos utilizar las herramientas que les hemos aprendido a ustedes.

Así como hemos aprendido que a la violencia machista se le responde con la violencia transfeminista – y no con la paz general neutral asimilacionista –, sabemos que a la educación heterosexual se le responde con la educación transmarivollo. Llámame adoctrinación. Queremos llevar a cabo la adoctrinación transmaribollo y estamos dispuestos a llevarla a cabo. No era broma, tenían razón los ecos, queremos mariconizar a vuestros niños (normalmente no tenemos niños nuestros) para que vosotros, como hicisteis con nosotros, no los heterosexualicéis. No lo consiguieron del todo. Y nosotros también tenemos títulos de profesores”.

De todo lo anterior podemos concluir que no es que estos personajes ocultaran sus intenciones, sino que por el contrario las gritaban a los cuatro vientos. Nada de lo sucedido en ese campamento nos puede resultar por tanto tan sorprendente bajo ese marco. Lo llamativo es que estas intenciones se puedan gritar a los cuatro vientos sin que pasa nada, que la izquierda y el nacionalismo hayan por tanto normalizado hasta ese punto su discurso. ¿Qué otra cosa podía pasar en ese campamento a la sombra de este discurso?

No nos engañemos. Aner Peritz Manterola, “Euzkitze”, no es un fallo de ese marco ideológico. Por el contrario, es su consecuencia lógica. La consecuencia lógica del discurso queer, LGBT y Skolae es Aner Peritz Manterola. “Euzkitze” no es un pionero con ideas propias, es por el contrario un producto manufacturado de esas ideas. El objeto de esas ideas es que “Euzkitze” no sea la excepción sino la regla. Skolae o el campamento de Bernedo tienen como propósito que los niños salgan de la cadena de producción convertidos en Aner Peritz Manterola. El discurso de este sujeto no ha llamado la atención porque es el discurso imperante en este momento. Todavía no en toda la sociedad, de ahí que los propios padres abertzales hayan quedado espantados, pero sí en las clases dominantes del ámbito woke.

¿Es este campamento algo novedoso y excepcional o sólo la punta dle iceberg? ¿Cómo es posible que lo que estaba pasando en este campamento lleve ya más de un año pululando sin que las autoridades tomaran cartas en el asunto?Pues precisamente por lo dicho. Sin duda las autoridades “competentes” tuvieron miedo de actuar, y todavía lo tienen, porque el discurso dominante respecto a la ideología de género no admite dudas ni disidencias. Meterse con Aner Peritz Manterola es meterse con el sistema.

Lo que en todo caso procede, aparte de cobrar conciencia ante este horror institucionalizado, es no caer en la ingenuidad de los padres que apuntaron a sus hijos al campamento. ¿Qué más hace falta para ver que Bernedo es el desenlace lógico del discurso al que se están adscribiendo? ¿Firman la liquidación de los géneros y después no quieren duchas separadas por género? ¿Ocultaba Aner Peritz Manterola sus propósitos o los publicaba a todo el que quisiera leerlos?

En todo caso esto no exculpa a los responsables del campo y bien que se cuidaron por otro lado de subir en la publicidad de las redes sociales las imágenes de monitores y niños desnudos. No lo consideraban por lo visto ni ellos mismos tan normal como para publicarlo. Y no era eso tampoco lo que querían que vieran los padres para hacerse una idea antes de apuntar a sus hijos al campamento. Al menos de momento hay que evitar ser tan explícitos, pero gracias a sujetos como “Euzkitze” avanzamos hacia la normalización de todos estos horrores a pasos agigantados. Puesto que la gente como “Euzkitze” no se enfrenta a una ideología sino a la biología seguramente el rastro de su labor no van a ser generaciones de niños masivamente mariconizados o transexualizados, aunque puede una parte lo sea, lo peor es que traumatizados de algún modo sí que pueden dejarlos a todos.

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