Nueva York es el camino

Recientemente la ciudad de Nueva York ha elegido un nuevo alcalde, el demócrata Zohran Mamdani. Al decir demócrata queremos decir candidato del Partido Demócrata, no que no fueran demócratas el resto de candidatos. De hecho ya sabemos que el etiquetado de los partidos, frecuentemente, no suele definir demasiado bien el contenido. El caso es que Zohran Mamdani era el candidato de la izquierda, y no uno cualquiera, sino uno aplaudido por la extrema izquierda de todo el mundo.

Por si ser rojo o neocomunista no fuera ya suficiente carta de presentación para ser elevado a los altares de la izquierda política y mediática, Mamdani añade a sus virtudes progresistas el ser musulmán. Y por si fuera poco no es blanco. Es prácticamente el hombre perfecto. El hombre nuevo que no pudo traer la URSS en su versión 2.0. Tras la victoria de Trump, Mamdani es el camino, el referente global, la receta que debe ser adoptada por toda la izquierda. El mensaje es que necesitamos gente como Mamdani si queremos frenar a la gente como Trump.

Llegados a este punto nos podríamos preguntar cómo es que en los EEUU y en Nueva York, la capital del capitalismo y de Occidente, puede haber llegado a convertirse en alcalde un comunista musulmán. Lo que parece inexplicable en Nueva York, sin embargo, quizá se entienda por algún tipo de fenómeno extraño, pero determinante, del que por lo que sea no se permite hablar no sea que deje de reproducirse por todo el mundo.

Efectivamente, en las últimas décadas ha existido un gran reemplazo poblacional en Nueva York. No es una teoría conspirativa, es un hecho demográfico. Este reemplazo poblacional, cultural y social ha traído consigo, como es lógico, un reemplazo político. Casi podríamos decir que un inevitable reemplazo político. La pregunta es si es casual o justo lo que buscaban quienes han facilitado y negado a partes iguales ese reemplazo poblacional. El reemplazo político es consecuencia lógica del reemplazo poblacional. Hasta que sea inevitable el reemplazo no se va a reconocer, precisamente para que no se pueda evitar.

A primera vista podría parecer que de algún modo partimos de un imposible, como fabricar una alianza comunista y musulmana. En realidad no es tan imposible. Ya la URSS buscó con relativo éxito la alianza musulmana contra Occidente. Occidente es el enemigo común de la izquierda y del Islam. Puede ser que esta alianza contra natura provoque problemas en el futuro, tras acabarse con Occidente y desaparecer el pegamento del odio común, pero ya afrontarán esa crisis la izquierda y los musulmanes cuando tenga lugar. Lo primero es acabar con el odiado enemigo común.

Alá, gratis y antifascista

Los tres vectores de movilización que determinan el futuro político de las sociedades occidentales son “Alá”, “gratis” y “antifascista”. Antifascista y anticristiano son casi términos intercambiables. O sea, fascista es pensar cualquier cosa que no piense la izquierda. El cristiananismo, la libertad, la familia, la trascendencia, son cuestiones que se salen del discurso izquierdista. Alá es la manera de atraer a esa nueva población africana que va reemplazando el censo electoral. “Gratis” es por otro lado la palabra mágica que aglutina a todo el mundo, comunistas y musulmanes, como el “que lo haga otro” de Homer Simpson. “Que lo pague otro” es el corolario lógico y mágico para obtener todo ello. De hecho «gratis» no existe nunca en el mundo real, donde no cae el dinero del cielo: gratis siempre es «que lo pague otro».

Naturalmente este tipo de modelos siempre terminan en algún tipo de sociedad catastrófica. El problema es que estos discursos suelen dar el poder a modelos que no tienen puerta de salida. Es decir, sus promotores sólo cuentan con llegar como sea al poder, sabedores de que después, cuando toman el control e implantan su modelo, ya no es tan optativo y tan fácil revertir la situación y salir del desastre y la ruina. Podemos considerar al fin cómo se debe contemplar desde la pujante Shanghai el declive ecnómico y cultural de Nueva York. A lo mejor es que Meloni tenía razón y la capital de Occidente, no digamos de Europa, siempre ha debido ser Roma, o El escorial, y desde luego no Bruselas o Nueva York.

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