La guerra del taxi

El sistema de los taxis es absurdo, perjudica a los consumidores, está desfasado, no funciona y genera un problema. Todos los problemas de los taxistas son consecuencia de ello. La única solución imposible, por tanto, es tratar de mantener artificialmente un mundo desfasado, disfuncional y absurdo. Otra cosa es que los taxistas no tengan también sus razones, porque ellos no han diseñado el mundo en el que operan (como siempre el caos lo ha generado el gobierno) y en buena medida son ahora las víctimas del sistema. Claro que gozaban de una situación de privilegio cuando no tenían competencia.

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El conflicto de los taxistas nace con la irrupción de los llamados VTC, o vehículos de transporte con conductor. ¿Cuál es la diferencia entre pedir un taxi o alquilar un VTC? En la práctica ninguna, por lo que los VTC son una competencia directa para el mundo del taxi. Una competencia en la que de hecho los VTC tienen una clara ventaja por varios motivos.

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De entrada podríamos preguntarnos cómo es posible que irrumpan de repente los VTC y encuentren una demanda y aceptación que desplaza por completo a los taxis. Si ya existía un servicio eficientemente cubierto por los taxis, ¿cómo se hacen el hueco y atraen a los clientes los VTC? Respondiendo a esta pregunta se responde a la vez a la de cuáles son las ventajas sobre los taxis de los VTC.

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El mundo del taxi, y ahí está la raíz del problema, es un mundo totalmente intervenido por el gobierno. El gobierno fija los precios y determina mediante la emisión de licencias el número de taxis que tiene que haber en cada ciudad. ¿Cómo sabe el gobierno el número de taxis que hacen falta en Pamplona o en Almería? La respuesta rápida es que en realidad no tiene ni idea, así que salvo por chiripa determina un número de taxis que no se ajusta a la demanda ciudadana, sólo que para evitar las quejas de los taxistas procura que el número de coches entre los que repartirse el trabajo sea escaso. Los perjudicados son obviamente los ciudadanos. Es por ello que cuando aparecen los VTC a los usuarios se les abre el cielo al ver que al fin encuentran una manera alternativa de conseguir un taxi en muchos momentos.

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Como los VTC no están sometidos a la regulación del taxi, los precios además son más competitivos, y como son una oferta nueva aparece mucho más adaptada a las nuevas tecnologías. De esta manera, la gente empieza a poder pedir un VTC a través de una aplicación del móvil, el coche aparece tan rápido o más que un taxi. El chófer y el coche aparecen impecables. Con algunos matices, asimismo, a diferencia del taxi el cliente sabe exactamente antes e subirse al vehículo cuánto le va a costar el servicio, que además es apreciablemente más barato que el taxi. Sólo por mencionarlas y no extendernos demasiado en las explicaciones, la empresas de VTC que operan en España son Uber y Cabify. Por el principio de prueba y error, al principio sólo los más intrépidos pedían un VTC, pero viendo que el sistema funciona a la perfección pedir un VTC es ya una costumbre tan normalizada como pedir un taxi, más aún para las nuevas generaciones.

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El problema de las licencias pagadas por los taxistas

¿Por qué el gobierno determina el número de taxis que tiene que haber y no el de pescaderías? No hay ningún motivo. Obviamente no hay ningún problema porque el gobierno no determine el número de pescaderías que tiene que haber. De hecho, si el gobierno determinara el número de pescaderías que tiene que haber habría un problema con las pescaderías similar al que existe con los taxis. El caso es que marcar el número de taxis que tiene que haber y condicionarlos a la obtención de una licencia ha generado un esquema absolutamente perverso. Es decir, para que alguien pudiera hacerse taxista necesitaba una licencia, pero como las licencias ya estaban repartidas y había un numerus clausus, para conseguir una licencia había que comprársela a un taxista que tuviera una cuando por ejemplo se jubilaba. Este taxista, por su parte, se aprovechaba de esta situación para obtener un capital al vender la licencia que garantizara su jubilación. El nuevo taxista que compraba la licencia teniendo que aportar un dineral, a su vez, aspiraba a vender esa licencia cuando fuera él quien se jubilara y así recuperar su inversión y tener ese capital para su jubilación. El esquema es de manual y es la creación de una burbuja de precios a la par que escasez de servicio, como siempre que se limitan los precios y los operadores del mercado desde el gobierno.

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Obviamente los taxistas tienen varios problemas con este sistema del que también son en parte unas víctimas, principalmente cuando se encuentran con que tuvieron que pagar una importante cantidad para poder comprar una licencia y poder ejercer el oficio y ahora resulta que aparece un servicio equivalente al taxi que opera sin esa absurda licencia. No sólo es que ese nuevo servicio se come al taxi, es que además el taxista tiene un problema para encontrar a alguien que le compre esa licencia por lo que él pago si alternativamente culaquiera y sin pagar nada se puede hacer chófer de VTC.

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A todo este relato habría que incorporar diversos matices puesto que los taxis han empezado a competir, sobre todo allí donde hay VTC, tanto en precios como en tecnologías. Y a su vez el gobierno ha ido tomando medidas contra las VTC a medida que aumentaban las protestas de los taxistas en número y violencia. De hecho el gobierno está generando un nuevo lío y una nueva burbuja limitando el número de VTC que puede haber por cada taxi. El efecto es que al limitar los VTC comienza a pasar los mismo que al limitar los taxis y hay que comprar una licencia para usar un VTC.

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Limitar las licencias es encarecer los precios y limitar la creación de empleo y la satisfacción de la demanda

Para abrir una pescadería no, pero para abrir una farmacia también hasta hace poco hacía falta una licencia. El resultado de liberar el sector fue que, por ejemplo en Navarra, se abrieron muchas más farmacias, se facilitó por tanto el servicio a los ciudadanos y el sector emplea a muchas más personas que antes de la liberación del sector. Ciertamente algunas farmacias ganarán menos, igual que si sólo hubiera siete pescaderías, siete talleres o siete restaurantes en toda Navarra seguro que ganarían más. Interesa señalar este punto porque hay quien cree que blindar el sistema actual del taxi garantiza puestos de trabajo, cuando en realidad manda al paro a mucha más gente que la que seguramente salva de él.

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A estas alturas del análisis a casi nadie se le escapa seguramente que el punto deseable al que llegar y que resolvería todos los problemas sería el de abrir el mercado y eliminar el sistema de licencias. El problema es cómo llevar a cabo la transición sin dejar gravemente perjudicados a los taxistas que pagaron una importante suma por conseguir esas licencias. Es en ese contexto en el que alguna formación política o las propias empresas VTC están hablando de pagar a los taxistas una indeminización. Lo que no puede ser es perpetuar un sistema zombi que sólo puede existir prohibiendo las nuevas fórmulas alternativas más lógicas, baratas y eficaces, que impide el acceso al taxi a todo el que quiera entrar en él, en vez de abrir una librería o una zapatería, que perjudica al consumidor, que se basa en unos numerus clausus absurdos y unas licencias ilógicas y que sólo puede mantenerse a costa de paralizar el progreso.

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Obviamente hay otra manera de resolver el conflicto que es pasarle la patata caliente a otra administración o sopesar quién es capaz de cortar más calles, destrozar más coches o pegar más palizas, y darle a él la razón. Pero para eso ya tenemos la ley de la jungla, no hace falta gobierno.

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