Las rentas de la Iglesia

Y no me refiero a las monetarias sino a ese patrimonio intangible -¿e inagotable?- que es la costumbre. Al hilo de la Clave del viernes en la que comentaba la silenciada celebración pamplonesa del miércoles de ceniza nos ha interpelado un amable lector poniendo el dedo en la llaga: ¿qué pasa que los cristianos no nos enteramos de lo que hace la Iglesia en nuestra misma ciudad? No todo será culpa de que los medios no hablen… ¿por qué la Iglesia ya no hace apenas propaganda de sus cosas cuando se podría decir que es la institución inventora del mismísimo término «propaganda»? Lo que sucede es, sencillamente, que los católicos nos hemos acomodado. Y dejamos que pasen las celebraciones como si nadie hubiera inventado nunca las procesiones, la imaginería, las capillas y ermitas, los cruceros, los rosarios de la aurora, el palio o las peregrinaciones. Como si todo esto hubiera surgido por generación espontánea. Como si el ritmo litúrgico que se mantiene en el templo de puertas adentro fuera suficiente para llamar la atención al joven que apenas oye hablar de Dios ni en la calle ni en el centro comercial. Y no creo que sea cuestión de dinero sino de aplicar con inteligencia y entusiasmo los medios que ya se tienen y el mismo espíritu que impulsó la creatividad de nuestros mayores en la fe. ¿Qué otra «empresa» en Navarra cuenta con un campario en el punto más elevado de cada núcleo urbano y con esa propaganda sonora originalísima que son las campanadas? ¿Qué otra institución tiene en propiedad cientos de enormes fachadas monumentales en el centro de cada pueblo y ciudad en las que podrían instalarse anuncios y elementos propagandísticos? ¿Qué otra asociación reúne domingo tras domingo a muchos miles de seguidores en cientos de celebraciones que estarían encantados de saber cuáles son los dos o tres eventos más importantes de la semana en los conviene participar? ¿Qué partido cuenta con una televisión, dos emisoras de radio y cientos de revistas y boletines? Basta con un repaso superficial como el que acabo de hacer para darse cuenta de que algo debe cambiar.

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CLAVES EN OPINIÓN

3 respuestas

  1. D. Jerónimo
    Gracias por el quite. Creo que no estaría de más que la Iglesia impartiera alguna asignatura de marketing en el seminario. Hay curas en internet que pueden explicar muchas cosas… Pero permítame esta reflexión tan real como se la cuento.

    Ayer martes fui a Sevilla. Me encontré a mi vecina en el avión de los diputados (10.35AM, para no madrugar), pero ella se quedó en Madrid y yo seguí hasta Sevilla.

    Por la noche, paseando por la ciudad Hispalense me crucé con el Vía Crucis de la Real de la Carretería, al que seguía una multitud de gente y del que hasta la recepcionista de mi hotel me había hablado y que salía publicado en todos los periódicos locales. Le diré que yo conocía de su existencia, pese a no vivir en Sevilla, claro.

    En su estación de penitencia delante de su Madre, la Virgen de los Reyes en el interior de la Catedral, el cielo sevillano lloró amargamente. Y cuando el Cristo volvió a salir a Sevilla, cesó la lluvia. Entonces fueron los sevillanos los que lloraron de emoción.

    Quise llamar a mi vecina Uxue para contarle, pero todavía no me ha dado su móvil (es cuestión de tiempo…) así que tuve que llamar a mi otra vecina, a la del mismo rellano. Navarra vieja. Mi vecina me dijo que eso eran sandeces de los Sevillanos, que mucho sacar a las Vírgenes pero luego son unos pecadores de cuidado. «Seguro que iban todos borrachos» me dijo. Seguro. Todos.

    ¿Y quien no es pecador?. Yo el primero. Número 1 del ranking, se lo aseguro.

    Pero fíjese. Usted se puede llevar mal con su familia, y no le gusta ir el domingo a comer a casa de su madre, porque no soporta a sus cuñadas y porque tuvo un par de pollos con sus hermanos. La situación es tensa, pero sin embargo, en Navidad, va. Aunque sólo sea por su madre, por no hacerle enfadar, porque disfrute al menos de una noche. Su madre ese gesto no lo olvidará nunca. Nunca. Por mas que se lleve mal con sus hermanos y sus cuñadas…

    Si no lo olvidará su madre, ¿acaso cree que lo va a olvidar la Madre de Dios?. Pero ¿qué quiere que le diga?, en esta tierra nos escudamos en que somos «fríos, serios, rectos, del norte»… y esas cosas son «folklore andaluz».

    Mientras sigamos ocultando nuestro fervor y piedad (por absurdos criterios geográficos-geológicos), seguiremos viendo a más gente con botas de trekking, forros polares y camisetas butanito que vienen a ver a mi vecina (a la que va y viene a Madrid), que gente entrando en las Iglesias.

    Me apuesto un café con tostada para aceite en el Faro de Triana… (viaje incluido). ¿Hace?

  2. Si que es verdad en el tremendo pudor en la manifestación de las propias creencias… si es que es dificil hablar de religión con nuestros amigos, con la gente! Yo no sé si es que lo consideramos un tema intimo superíntimo de todas las intimidades, o es que sencillamente, no nos importa un pito, o no sabemos nada, y tememos que nos quieran confundir o convencer o hacer proselitismo… Yo creo que muchas veces es una fe infantil, o demasiado sentimental (tanto que nos averguenza manifestar nuestra creencia), o meramente sociológica, o simplemente, está muerta.

    Creo que la salud de la fe es mala. Quizá hable de la mía, que se resiste a morir, pese a todo. Perdón si incomodo con mi pesimista visión de la cosas

  3. Muy interesante, don Jerónimo. Se lamenta usted de la falta de influencia de la Iglesia y los comentarios apuntan a la tibia profesión de Fe de sus creyentes. Ahí tiene la respuesta. Imagínese un equipo de fútbol con aficionados sin pasión, o un partido político con afiliados incapaces de entrar en una discusión, o ya puestos, una sociedad gastronómica con socios sin apetito. La realidad es que salvo honrosas excepciones, el común de los creyentes se limita a ver a su Iglesia como algo que «ahí está», útil sólo para actos sociales como bodas, bautizos, comuniones… y funerales.

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