Hay que insistir. Hay que insistir. Hay que insistir. Porque no puede ser que el bosque de los parados nos impida ver el arbol de la vida. No es verdad que los recién nacidos sean futuros parados. También podrían ser futuros productores y consumidores ¿o no? No es verdad que las familias numerosas vayan a ser fábricas de pensionistas. Afirmar eso o actuar obsesionado por esos malos augurios sería tanto como renegar de la misma creatividad o capacidad humana. Jugar a dioses a base de píldoras, abortorios o políticas antifamiliaristas conlleva males patentes como los que por ejemplo sufren en China porque la política tiránica del hijo único ha provocado que haya unos cuantos millones más de hombres que de mujeres. Y sin ir tan lejos supone que nos encontremos ahora, en los países occidentales, con pirámides poblacionales que son insostenibles porque ya no son piramidales, o con el fenómeno desolador (ya son la cuarta parte en España) de niños nacidos fuera del matrimonio.
Esta verdad y la realidad de la pobreza moral que conlleva deberían ser motivo de preocupación para todos. Unicamente quienes estén cegados por las ideologías podrán justificar lo que se está haciendo: huir hacia ninguna parte, vivir del cuento sin pensar, suicidarse y de paso «suicidarnos» a todos. No es momento de parches o de tonterías sino de profundidad y de una ecología integral que respete lo solo a los pingüinos, sino a todas las cosas y a todas las personas. Que las respete y las quiera como lo que son, o sea, conforme a lo que corresponde a su ser.
5 respuestas
Un poco confuso. Creo que el hecho cierto de que los problemas sean graves no implica que, para buscar las soluciones, sea necesario contemplarlos todos juntos. De hecho, el gran problema que se expone no es el demográfico del título, sino el moral. Una cosa lleva a la otra, por supuesto, pero también a la pérdida de las verdaderas ilusiones: una realidad aún más importante que un futuro en el que no haya suficientes cotizantes para tantos pensionistas. Aunque tal vez el confuso sea yo…
Yo también creo que se mezclan cosas ciertas en la siempre interesante opinión del Director. Entiendo que nos quiere azuzar con el mejor deseo de que despertemos y espabilemos. Pero es que a lo mejor todas ellas no tienen que ver tanto entre sí como cree D. Jerónimo, o no se pueden evitar. Me explico: Tal vez nuestra sociedad, que está indudablemente en decadencia, no tenga otra forma de salir y conocer una nueva «edad de oro» si no es tras la emigración y mezcla con otros hombres de otras razas. Tal vez nuestra baja natalidad esté marcando unos niveles de libertad de la mujer, de libertad individual, que tienen una parte mala (que es la pérdida de sentido moral, una de las señales de que se está en decadencia) pero también un aspecto positivo.
Nosotros tenemos una visión parcial porque estamos en el bosque, pero podemos hacernos una idea viendo lo que pasó con el imperio romano (no digo que vaya a pasar lo mismo).
Es un tema muy interesante este de la decadencia de las civilizaciones pero creo que por nuestro propio bien conviene resistirse a la tentación de pensar que existen leyes inexorables que regulan el nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte de las mismas. La libertad existe y supone que la historia futura, que no está escrita, dependerá de las tonterías que hagamos. Es posible que acabemos descafeinados e invadidos, claro, pero más posible será si nos rendimos. En cualquier caso es verdad que siempre trato desde este humilde rincón periodístico de «azuzar» todo lo que sea un pensamiento crítico así que bienvenidas sean también las objeciones. En cuanto a la confusión de problemas, estimados lectores, les aseguro que he tenido artículos más confusos que este. Lo único que he pretendido decir es esto: que existe un problema demográfico del que se habla poco y que su raíz moral consiste en una especie de miedo a la vida… y a la muerte.
Muchas gracias por la aclaración. Me siento azuzado… y bien atendido. No me cabe duda de la profunda raíz moral del problema demográfico. Sin embargo, más allá de miedo a la vida y a la muerte, veo una absoluta desconfianza en el ser humano. Como si las barbaridades del siglo XX, tan eficazmente compartidas gracias a los medios de comunicación, hubieran dado paso a un sálvese quien pueda del que sólo nos libraría la ilusión por alcanzar un objetivo común. Y por cierto, tampoco yo creo que sea salvar al mundo porque hemos sido malos y lo hemos calentado demasiado…
Esa desconfianza en la humanidad la viene explicando y denunciando brillantemente Eulogio López en su diario digital HISPANIDAD.COM. Se trata de una ideología, ciega y fanática como todas las ideologías, que en realidad considera al ser humano como una especie de virus, una enfermedad para el planeta Tierra que habría que erradicar o al menos reducir al mínimo. Es una mezcla de malthusianismo, relativismo, materialismo y ecologismo radical y tiene uno de sus bastiones propagandísticos en hollywood y su enemigo número uno en Roma.