El terrorismo islámico volvió a recordar ayer su persistencia mediante la acción de uno de sus yihadistas chiflados en Niza. El terrorista eligió como víctimas a las personas que se encontraban en el interior de la basílica de Nuestra Señora de Niza, matando a tres de ellas con un cuchillo. El terrorista fue detenido poco después tras un enfrentamiento con la policía en el que resultó herido. El terrorista es un “refugiado” tunecino de 21 años que había llegado a Lampedusa en septiembre de este mismo año.
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Si algo ha puesto en evidencia el coronavirus, aparte de otras cosas, es la vigencia de las fronteras. Ha España le han puesto fronteras en el exterior. España ha puesto fronteras interiores. Tenemos a casi toda España dividida en comunidades con sus límites cerrados y perimetreados. A su vez hay localidades o barrios abiertos y otros cerrados. La última frontera, por la que también hemos pasado, es la de encerrarnos a todos en casa. Y decían que las fronteras han muerto.
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La vigencia y utilidad de las fronteras, por supuesto, es algo que tampoco vio venir nuestro maravilloso gobierno. Como el 8M, el control de las fronteras también era un asunto que chocaba con sus criterios ideológicos, que se impusieron casi hasta el final a la lógica de los hechos. Cuando ya en febrero se planteó filtrar las llegadas desde China, Pedro Sánchez reaccionó con su demagogia habitual y la venda ideológica sobre los ojos, por supuesto negándose a tomar cualquier medida, acusando de xenofobia a quienes advertían del peligro y reuniéndose con la Asociación de Chinos en España para, supuestamente, desagraviarlos. ¿Se imaginan que hubiéramos empezado a tomar medidas de contención ya en febrero? Y aún nos preguntamos por qué nos convertimos en el país con más contagios del mundo, lastre que todavía arrastramos.
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A fecha de hoy, lo lógico es que toda persona que quisiera entrar en España tuviera que pagar 4 euros y hacerse un test rápido de antigénos antes de poder cruzar la frontera. Si los test los quiere pagar la UE pues estupendo, pero disponiendo de esa capacidad no tiene sentido una circulación descontrolada. Seguramente tampoco tiene sentido que nosotros podamos ir a otros países sin que nos hagan un test a la entrada. Si, por otro lado, alguien se hace un test en el control de entrada de una comunidad, ¿por qué no puede pasar ese control? Si Canarias, por ejemplo, impusiera un test de entrada, ¿no estaría garantizándose los niveles de salud en la isla? ¿Y no será siempre menor el coste de los test que paralizar una comunidad o un país? El Presupuesto del nuevo Ministerio de Igualdad de Irene Montero nos cuesta 451 millones de euros al año. Con ese dinero se podrían haber comprado 112 millones de test de antígenos.
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Si en tiempos de pandemia hay una lógica en que haya controles fronterizos, el mismo tipo de lógica es la que justifica los controles fronterizos en tiempos de terrorismo. Obviamente no todos los turistas que llegan a España están infectados, obviamente no todos los refugiados son terroristas, pero hay turistas infectados y hay refugiados terroristas, lo que hace imprescindibles los controles. No hacer controles es una insensatez y convierte a quienes se niegan a hacerlos en responsables.
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