Señores de Bruselas, el problema no son las autonomías, sino el funcionamiento

Antes de ayer, la Comisión Europea hizo público un decálogo de recomendaciones semestrales que deberían de seguir, a su juicio, los Estados-miembro de la Unión Europea (UE), sobre cuestiones políticas y económicas, con ciertos avisos para España.

En el caso de nuestro país, creen que las previsiones económicas son favorables (no lo creemos en la medida en la que la Administración Sánchez busca hacer más rígido el mercado laboral y disparar el gasto, la deuda y la fiscalidad mucho más que Rajoy, aparte de no estar más cerca de cumplir los objetivos de déficit).

Ahora bien, alertan sobre las negativas consecuencias de mantener el actual modelo autonómico tal cual. Sugieren que hay que homogeneizar la gestión de ayudas sociales y otras normativas, y que suponen un obstáculo para emprender ciertas reformas que, a su juicio, buscan la competitividad y evitar riesgos futuros.

Ciertamente, el Estado autonómico actual se compone simplemente de divisiones que vienen a ser cortijos que benefician a las castas políticas y compiten por regular más, por complicar la vida de los ciudadanos en vez de descentralizar y acercar la administración del mismo.

Pero, como en Estados Unidos y Suiza queda perfectamente demostrado, no ha sido la descentralización ninguna clase de factor caótico. Así pues, el problema será que no se están haciendo las cosas todo lo bien que se debería. Por ello, queremos recuperar el principio «foral».

Hablamos de una máxima procedimental que, entre otras cosas, debe implicar el principio de subsidiariedad se aplica a todos los ámbitos: personal y familiar, las instituciones sociales, lo municipios, la propia Comunidad y el poder civil supremo.

Por otro lado, el foralismo político debe extenderse a provincias y ayuntamientos. De hecho, cada autonomía debería ser incluso responsable de sus ingresos. Las «monedas de cambio» para con el nacional-catalanismo y el pasteleo del que, viciosamente, se quejan las castas andaluza y extremeña, son insoportables.

No obstante, parece algo descarado que desde una burocracia progresivamente centralizadora como la bruselense, bastante intervencionista y derrochadora, próxima a la idea de una URSS a la europea, den lecciones de austeridad y gestión política.

En cualquier caso, lo que necesitamos no es sino más sociedad y menos Estado. Hablamos de algo para lo cual el globalismo centralizador e intervencionista no ayudará absolutamente nada, a diferencia de si promovemos y potenciamos la cuestión foral bien entendida.

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