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En los últimos tiempos hemos venido asistiendo a la celebración de actos navideños, felicitaciones y cabalgatas “raras”. Es decir, actos vaciados de su sentido religioso, en los que el hecho central en virtud del cual se celebra la Navidad, el momento en que Dios se hace hombre para revelar un mensaje de salvación, sencillamente desaparece.
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De este modo, los actos navideños se convierten en fiestas, carnavales y desfiles en los que no se celebra nada en particular. Son actos que, de algún modo, o tienen sentido en sí mismos o no tienen sentido en absoluto. Llegados a cierto punto, parece que da lo mismo que aparezca Baltasar o Pluto. Eso sí, si aparece Baltasar tiene que ser un negro de verdad. Todo lo anterior nos lleva al siguiente punto.
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El peligro de que las cosas las organice o las pague el gobierno
¿Quiere usted una cabalgata tradicional? La única forma de asegurarse de que esto sea así es organizarla usted mismo con otra gente que quiera lo mismo que usted. Si deja que la cabalgata la organice el gobierno, la cosa puede funcionar durante un tiempo, mientras el gobierno sea más o menos afín o respetuoso con sus creencias, ¿pero y si deja de serlo?
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El derecho a decidir lo que el Ayuntamiento quiera que se decida
El año pasado, sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Pamplona dirigido por el cuatripartito se empeñó en que el rey Baltasar tenía que ser un negro de verdad. El debate por supuesto es apasionante, abierto a diversas posiciones, pero con algunas peculiaridades inquietantes. Como todo el mundo sabe, la cabalgata de Pamplona la organiza la Asociación Cabalgata de Reyes. Sin embargo, no es en esta organización en la que surge el debate sino que el debate se impone desde fuera, desde el gobierno, desde el poder, desde el Ayuntamiento. El Ayuntamiento impuso el debate sobre si Baltasar debía ser negro-negro, pero podía haber impuesto el debate de si los reyes tenían que ser hombres, reyes, magos, transexuales, transmusulmanes o lo que le diera la gana al Ayuntamiento. Los socios votaron en asamblea si el rey Baltasar debía ser encarnado o no por un negro, aprobándose por amplia mayoría la decisión de que no necesariamente debía ser negro. No obstante lo cual, a continuación Baltasar pasó a ser encarnado por un negro. El Ayuntamiento se había encargado de recordar que subvenciona con 50.000 euros la cabalgata, que presta locales para guardar el material, que destina policías a cerrar el recorrido… El Ayuntamiento se reveló como un verdadero defensor del derecho a decidir lo que el Ayuntamiento quería que fuera decidido.
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Naturalmente esto pasa porque o es el Ayuntamiento el que organiza la cabalgata, como en Madrid o Barcelona, o porque el Ayuntamiento controla todo a través de las subvenciones: el “arte”, la “cultura”, el asocicionismo, la cabalgata y todo lo que le de la gana, gracias además al dinero que pagamos los propios controlados, a través de los impuestos.
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Esforzarse y recuperar la independencia o relajarse y dejar el control al gobierno
Del propio relato de los hechos se desprende claramente que la única forma de asegurar o recuperar el sentido tradicional de determinadas celebraciones navideñas, pero también de cualquier otra cosa, es que la sociedad civil, la propia ciudadanía interesada en ello, recupere la iniciativa y la independencia en la celebración de todos esos eventos. Para eso hacen falta dos condiciones: quitar a las fuerzas estatales la iniciativa de organizar muchas cosas y asumir la propia sociedad la organización de esas cosas. En realidad, lo más difícil ahora mismo puede que sea lo segundo. Nos han hecho demasiado pasivos. Nos han quitado la iniciativa y la independencia desde el gobierno.
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4 respuestas
Me parece un absurdo total atribuir al mal gusto la cualidad de vacuidad del sentido religioso.
Tal vez os ha traicionado el subconsciente y, acostumbrados a los cálices de oro, los sagrarios de plata, y las estatuas e imagenes de gran valor económico; habéis confundido el sentimiento religioso con la calidad de los disfraces de los reyes y sus pajes.
Y no digo que no tengáis razón en cuanto a que las cabalgatas se han desprendido de ese sentido religioso, pero en la misma proporción en que la sociedad tampoco comparte esas creencias en mitos y leyendas de seres sobrenaturales, dicho con todo el respeto para quienes todavía creen en ellas. Deberíais estar contentos y agradecidos de que, pese a no compartir vuestras creencias, sigamos apoyando y participantdo en la celebración de algunas de las fiestas más importantes de vuestro calendario, aunque solo sea por tradición.
¿Como que «la sociedad tampoco comparte esas creencias en mitos y leyendas de seres sobrenaturales»? Pues tenía Vd. que haber, la noche del 24, visto las caras de extasiados de quienes transportaban la inefable figura del carbonero gordinflón y de quienes le cantaban con lágrimas en los ojos (tal vez por el frío) todas sus alabanzas. O, visto de otro modo: si la sociedad no comparte esas creencias en mitos y leyendas de seres sobrenaturales, ¿para qué seguir machacando y dando la tabarra con ese mito y leyenda que constituye Euskalherria?
Para mito el pederasta ese borracho que baja de la euskomontaña a visitar niños por la noche.
Clarete ha dado en el clavo. Y estos se agarran a un clavo ardiendo por meternos de Matute todas esas melonadas políticas de ingeniería social.
El caso del Olentzero es que es solo una leyenda, un juego, inconexo con otras historias de dioses y religiones, y no se pretende hacer creer lo contrario. De hecho los Reyes Magos tambien, ahí le doy la razón a NC, porque al haber separado el sentimiento religioso de las cabalgatas, estos se quedan en un juego para pasar un buen rato con los niños y hacerles unos regalos.