Esto es más que una mala noticia para acabar el año, es una noticia apabullante. Una noticia apabullante, además, que no es noticia. La no noticia es que el aborto ha sido en 2021 la mayor causa de muerte en el mundo. Para hacernos una idea las muertes por COVID suman 3,5 millones de fallecimientos conocidos, frente a los 42,6 millones de abortos. La causa de la muerte de todos esos niños, además, no es un virus mutante, sino que somos nosotros, los terribles y encantadores seres humanos. Todo esto pasa además año tras año, no sólo en 2021, y pasa sin merecer ningún rinconcito en el telediario.
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El negacionisnmo abortista
En los días pasados hemos usado frecuentemente el término negacionista, pero cualquier uso de este término palidece frente a este negacionismo. Si el término negacionismo viene asociado a las connotaciones negativas de los negacionistas del holocausto judío a manos de los nazis, por lo que puede resultar un tanto exagerado y abusivo usarlo alegremente en otros contextos, en este otro contexto en cambio hablar de negacionismo se encuentra plenamente justificado. En primer lugar por el manto de silencio que cubre esta increíble carnicería, en virtud de la cual cada año el equivalente de un país casi del tamaño de España y poblado sólo de niños es exterminado sin piedad y sin escándalo. En segundo lugar porque si alguien osa decir algo se le respondería, negacionísticamente, que los exterminados no son seres humanos. A fin de cuentas lo mismo decían los nazis de los untermensch (subhumanos), los judíos.
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Paradójicamente la normalización de esta masacre sistemática no sería tal si todos los niños eliminados fueran negros, por ejemplo. Como sin embargo el único denominador común es el de indeseados, por lo que se trata de un exterminio sin prejuicios raciales, sexuales ni ideológicos, casi parece que el aborto es un hallazgo magnífico. La igualdad más perfecta la conseguimos los seres humanos con el aborto. Todos los no nacidos tienen reconocidos el mismo derecho a ser liquidados.
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Llama la atención que ante una matanza como la que los humanos nos traemos entre manos con esto del aborto no aparezca ninguna Greta Thunberg a cantarnos las cuarenta, o a lo mejor si que la hay en algún lado, de hecho seguro que hay muchas gretas en el mundo denunciando este hecho, solo que a ellas no les apuntan los focos ni se les invita a las Naciones Unidas a pronunciar discursos no se las convierte en un producto mediático. No hay gretas thunberg fuera de las que el discurso dominante quiere que haya. Si aparece una Greta Thunberg, es que lo que va a decir va a ser un mensaje a la medida de los intereses del discurso dominante y no algo contra el aborto.
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En todo el mundo estamos vacunando obligatoriamente a los niños para protegerlos de un virus que apenas les afecta, no sabemos si para protegerles a ellos, para protegernos a nosotros, para proteger a los gobiernos… sin embargo, el virus del que tendríamos que proteger más a los niños somos nosotros mismos, que hemos creado una franja de tiempo o unos supuestos dentro de los que los derechos humanos fundamentales quedan suspendidos y sus titulares, si nos molestan, pueden ser eliminados. Pero esto lo hacemos sin admitir que los eliminados son seres humanos, como si las mujeres se pudieran quedar embarazadas de otras cosa que de seres humanos. Sencillamente no podemos asumir el genocidio del que somos responsables si admitimos que son seres humanos. La imagen de lo maravillosos que decimos creernos no resiste el contraste con esta realidad espeluznante. El denunciante se convierte en un sujeto molesto. En el selfie de la humanidad para despedir cada fin de año hay que borrar con el Photoshop a los 42,6 millones de niños masacrados, para que el retrato sea bonito y falso, como el del instagrammer que de repente se suicida tras su ultima foto sonriendo desde una playa caribeña. No se lo digan a nadie, pero la humanidad seguramente también se está suicidando y pudriendo por dentro.
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