Las cosas son lo que son y no lo que la etiqueta dice que son. Otra forma de verlo es que si a una botella de agua le pones una etiqueta que pone ginebra, lo que hace que sea ginebra o agua no es la etiqueta sino el contenido. Una etiqueta que pone ginebra en un botella de agua, o viceversa, es una etiqueta equivocada, o una mentira, una estafa, un bulo. La etiqueta sigue a la sustancia y no a la inversa, parece evidente pero en política no lo es tanto, porque en política el juego consiste en ponerse a sí mismo una etiqueta que pone “maravilloso” y colgarle al contrario una que pone “veneno”.
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Si, por ejemplo, analizamos las medidas que el sanchismo pretende implantar para “mejorar” y “regenerar” la democracia, la pregunta es si el etiquetado realmente se corresponde con una mejora de la democracia o si, por el contrario, lo que se pretende es recortar la democracia y otorgarle poderes extraordinarios al gobierno.
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Podemos preguntarnos en esta línea si otorgar poderes extraordinarios al gobierno para luchar contra la desinformación y los bulos es regenerar la democracia o degenerarla. En primer lugar porque los partidos en el gobierno o con el gobierno no son precisamente los menores emisores de bulos. No habrá amnistía, traeré a España a Puigdemont para que responda ante la justicia, no pactaré con Bildu. Las mentiras y la desinformación del gobierno no sólo afecta a cuestiones estrictamente políticas. El covid era un catarrillo por el que no tenía sentido suspender el 8M. Las mascarillas eran inútiles. Las mascarillas después eran imprescindibles. Si habías estado con un contagiado podías seguir haciendo vida normal mientras no tuvieras síntomas. Si habías estado con un contagiado, poco más tarde, tenías que ponerte en cuarentena hasta ver que no desarrollabas los síntomas. Lo blanco puede ser negro o primero blanco y después negro, cuando se trata del gobierno. Lo que está claro es que democracia es que sea el gobierno el que está bajo vigilancia y no que sea el gobierno el que nos vigila a todos.
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Cuando criticar al gobierno se convierte en “desinformar”, hay que ponerse en guardia frente al gobierno. Muy particularmente cuando el gobierno pretende dar el paso entre desmentir a quienes le critican y perseguirlos. ¿Hay alguna democracia en la que no se pueda criticar al gobierno? ¿Hay alguna dictadura en que se pueda criticar al gobierno? ¿Hay alguna democracia en la que el gobierno decida lo que es verdad y lo que no y lo que, consiguientemente, se puede publicar y lo que no? ¿A dónde nos lleva este gobierno?
Presentamos una #LeyAntiBulos para que los medios que publican noticias falsas no puedan financiarse con el dinero público a través de la publicidad institucional.
El golpismo mediático no puede alimentarse de lo público. pic.twitter.com/344CEsmHy4
— Irene Montero (@IreneMontero) May 6, 2024
En cumplimiento de la sentencia del TS, Sala de lo Civil, nº 910/2023, de 08/06/2023, publico su encabezamiento y fallo, y elimino este tweet publicado el 25 de mayo de 2022: https://t.co/deK4doh7rB pic.twitter.com/6Qb9iAlCvc
— Irene Montero (@IreneMontero) November 10, 2023
Criticar al gobierno es libertad de expresión. Es un derecho fundamental. La libertad de expresión no puede ser una concesión graciosa del gobierno para alabar al gobierno. No se puede dejar en manos del gobierno, al menos en una democracia, lo que se puede decir del gobierno y lo que no. La única garantía para poder criticar al gobierno no puede ser formar parte del grupo de partidos cuyos votos sostienen al gobierno.
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Que el gobierno elija a los jueces que tienen que juzgar lo que hace el gobierno tampoco es regenerar la democracia sino todo lo contrario. La esencia de un juez es que no sea nombrado por una de las dos partes en litigio. Si en un conflicto con el gobierno el juez lo nombra el gobierno no hay posibilidad de un juicio justo. No hay democracia. La cualidad fundamental de un juez entre dos partes es que el juez sea independiente de las dos partes. Por supuesto esto también rige en caso de que una de las partes sea el gobierno. Es más, esto rige especialmente cuando una de las partes es el gobierno.
🔴 URGENTE | El líder del sindicato CCOO, Unai Sordo, insta al Gobierno a dar un golpe en la Justicia y tilda de “bobada” la independencia judicial: “El Poder Judicial es del Estado y tiene que ser democrático”.
“Es intolerable, le pedimos al Gobierno que tire para adelante”. pic.twitter.com/Y5xiAJiu35
— Unai Cano (@unaicano10) May 1, 2024
Nadie instaura una dictadura en estos tiempos llamándola dictadura. Pero esto no significa que no haya en el gobierno enemigos de la libertad, sino que a la dictadura para poder venderla hay que llamarla de otra manera, por ejemplo regeneración de la democracia o batalla contra la desinformación. Si quieres convertir una democracia en una dictadura no lo puedes vender así, lo tienes que etiquetar como una mejora o una regeneración de la democracia. Volvemos al principio. Volvemos a lo que las cosas son realmente y no al etiquetado con que se venden.
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En la famosa novela de Orwell titulada 1984, el gobierno tenía 4 ministerios: al encargado de mentir al pueblo se le llamaba Ministerio de la Verdad, al ministerio encargado de la guerra se le llamaba Ministerio de la Paz, al ministerio encargado del racionamiento se le llamaba Ministerio de la Abundancia, y al ministerio de la represión se le llamaba Ministerio del Amor. El protagonista de 1984, Winston Smith, trabaja en el Ministerio de la Verdad. Su trabajo consistía en borrar de la hemeroteca todas las promesas incumplidas del gobierno. No habrá amnistía, no pactaré con Bildu… Con la hemeroteca de Pedro Sánchez habría que buscarle una legión de ayudantes al pobre Winston.
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¿A quién hay que odiar? Al que se señala como odiador. El discurso del gobierno contra los llamados discursos de odio es un puro discurso de odio. Hay que exterminar a los odiadores, erradicarlos, taparles la boca, señalarlos, excluirlos, sacarlos de la vida política, construir alrededor de ellos un cordón sanitario, o mejor un muro. Todo odio contra el odiador es poco, está justificado y no es voluntario. Dice que envenena la convivencia gente que a todo el que no piensa como ella le llama fascista, enfangador, odiador, asesino de abuelos en las residencias,, ladrón. Naturalmente quien decide qué es o qué no es un discurso de odio y a quién hay que odiar es nuevamente el gobierno. “La regeneración democrática” es odiar todo lo que no sea el gobierno.
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A lo que vamos es a que las palabras no significan nada. O sea, las palabras sí significan algo cuando hay una concordancia entre el signo y la cosa significada. Decir que una botella es de leche significa algo cuando lo que hay dentro de la botella es leche. Y si en vez de leche no sólo hay otra cosa sino que esa otra cosa es veneno estamos ante una mentira muy peligrosa. Ya sabe lo que hace el que cambia la etiqueta, porque nadie salvo que sea suicida se bebe una botella de veneno con una etiqueta que pone veneno.
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