El gobierno decide un estado de alarma indefinido que supone minimizar el control parlamentario del Congreso, limitar los derechos fundamentales de los ciudadanos y proporcionar al propio gobierno poderes extraordinarios. En definitiva, la tiranía a cambio de la salud, supuestamente. El problema es que tampoco está claro que todos estos poderes extraordinarios para el gobierno tengan un beneficio proporcional sobre la situación sanitaria, no digamos la económica. ¿Cuánto poder hay que dar al gobierno o cuánto hay que mermar los derechos de los ciudadanos para obtener un pequeño avance en la salud? Y para que la situación sanitaria estuviera mejor, ¿no sería más apropiado un gobierno menos incompetente haciendo un buen trabajo que un gobierno de inútiles con poderes extraordinarios? De la situación en la que estamos, incluyendo el 8M, el consejo de no usar mascarillas, las cuarentenas inversas o el descontrol de las fronteras, ¿qué responsabilidad tiene el gobierno por sus malas decisiones? ¿Necesitamos realmente un gobierno con poderes tiránicos o un gobierno que tome mejores decisiones?
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Para incrementar la lógica preocupación por las constantes maniobras del gobierno, dentro o fuera de la ley, para reforzar su poder, nos encontramos con noticias como el gobierno y sus socios van a tomar medidas para censurar los mensajes de «odio» en las redes sociales.
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Este medida no viene sola, sino rodeada de otras noticias que añaden mayor preocupación por la libertad en España si cabe.
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Todo lo anterior, ¿qué tiene que ver exactamente con la salud? En una situación de alarma, posiblemente ilegal, con un gobierno atribuido de poderes tiránicos, en la que se prohíbe el derecho de manifestación, ¿encima es una prioridad perseguir las críticas en las redes sociales? ¿Qué es un mensaje de odio? ¿Quién decide qué es un mensaje de odio? ¿Son mensajes de odio sólo los mensajes de odio al gobierno o se perseguirá también el odio a la oposición? Si se llama fascista o franquista a alguien de cualquier partido, ¿será perseguido? ¿Bajarán mucho las camas UCI ocupadas si se censuran muchos mensajes críticos con el gobierno?
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Si repasamos la hemeroteca de Podemos, lo mismo nos encontramos que llaman fascistas a Casado, Abascal, Arrimadas o Rivera que terrorista a Amancio Ortega. Desde luego si algo ha caracterizado a Podemos no es el respeto discursivo a sus rivales políticos. Para discurso del odio el de Podemos. ¿Qué es por tanto lo que pretende ahora? ¿Imponer la exquisitez discursiva en Twitter o perseguir a sus críticos? El problema es que todo esto no es una pesadilla o una disquisición teórica. Todo esto es real y está pasando ahora. El estado de alarma ilimitado es real. Los poderes extraordinarios del gobierno son reales y efectivos. Las limitaciones de nuestros derechos son palpables y crecientes. Con la excusa de la pandemia nuestra libertad ya está siendo severamente recortada. ¿Cuándo nos la devolverán? ¿Cuándo se acabe la pandemia? ¿Y cuándo será eso? ¿Y si no se termina nunca del todo con la pandemia? Y si no se puede acabar con la pandemia, ¿para qué nos limitan tan salvajemente la libertad? ¿Tienen alguna intención de devolvernos las libertades que nos van quitando con la excusa del coronavirus? ¿Tiene alguna relación real el recorte de libertades que nos están aplicando con la lucha contra la pandemia? ¿O la pandemia es ya sólo una excusa para acabar con la libertad?
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Por supuesto esto no tiene nada que ver con el llamado “negacionismo”. El problema es que ahora ya no tenemos un problema sino dos. Por un lado tenemos una pandemia y por otro un gobierno que se aprovecha de la pandemia para acabar con la libertad. Un problema no es además la solución del otro. Tenemos tiranía y tenemos pandemia y tenemos ruina además.
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Un comentario
“Estamos en la legalidad cuando la legalidad nos favorece, y en contra de la legalidad cuando la legalidad no atiende nuestros propósitos”. (Palabras de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, en las Cortes españolas, el 7-julio-1910).
“Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente”. (Del Manual de formación interna del Partido Comunista de la URSS de 1943).
¿Qué podemos esperar de gentes, actualmente en el gobierno, que han mamado semejante doctrina?.