Diario de Navarra publica hoy una información que incide una vez más en el carácter impositivo y totalitario de SKOLAE. No sólo eso, sino que la implantación de SKOLAE se está llevando a cabo pasando por encima de las familias e incluso presumiblemente conculcando la legalidad.
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Desde que varias familias navarras solicitaran en un centro público los horarios de SKOLAE sin que se les facilitaran, mediando incluso en este asunto de la publicidad de los horarios hasta el Defensor del Pueblo de Navarra, pronunciándose a favor de las familias, el asunto se encuentra judicializado y el Tribunal Superior de Justicia de Navarra revisa actualmente toda la legalidad del programa. En este marco, hasta el inspector de Educación asignado al caso denuncia que “no ha obtenido la necesaria colaboración para el ejercicio de la función inspectora”, por lo que ha remitido un informe al Director del Servicio de Inspección Educativa señalando que se puede estar vulnerando lo dispuesto en el Decreto Foral Legislativo 251/1993 para todos los funcionarios.
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Salta a la vista que en SKOLAE ya podemos distinguir dos puntos de vista respecto a los que todo el programa resulta cuestionable. El primero se refiere al qué, es decir a los contenidos, absolutamente opinables y de carácter político e ideológico. El segundo se refiere al cómo se está desarrollando el programa y sus contenidos, al punto que incluso aunque los contenidos fueran aceptables, desligitimaría el programa ya sólo la manera de implementarlo de manera impositiva y oscurantista, ocultando información a las familias e incluso a los inspectores.
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Todo lo anterior nos sitúa una vez más ante la evidencia de que los impulsores y desarrolladores de SKOLAE no son en esta historia los perseguidos, sino los perseguidores e impositores, de los que tratan de defenderse las familias, que son las que realmente ven amenazados sus derechos, desde la libertad educativa al derecho a la información. Obviamente no son las familias las que persiguen a los gobiernos sino los gobiernos los que persiguen a las familias.
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Por lo demás resulta llamativo que SKOLAE pueda ser eventualmente premiado por la UNESCO dado su carácter oscurantista y secreto, ya sea respecto a muchos de sus contenidos o hasta sus horarios. Si ni los padres saben muy bien hasta dónde y cuándo se desarrolla SKOLAE, raro sería que lo supiera la UNESCO, o que la UNESCO premiara un plan educativo medio secreto, como si en los planes educativos se ocultaran a las familias y a la opinión pública las partes estupendas. Claro que las malas lenguas también dicen que a los premios de la UNESCO se puede presentar cualquiera, hasta SKOLAE, lo mismo que “alguien o alguienes”, que diría la consejera Solana, cumpliendo unas bases se puede presentar al Premio Planeta.
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