19 de abril del año 2008. Domingo. Mitin de Rajoy en Elche. Los días anteriores han sido testigos de un cierto debate interno en el PP respecto a la reelección de Rajoy como presidente del partido en el congreso nacional de junio. Se apuntaba la posibilidad de que Esperanza Aguirre puediera presentarse como candidata alternativa y es tradición que sólo haya un candidato a la presidencia del partido. Al margen de los movimientos internos por el poder en el PP muchos votantes y militantes que se preguntan a qué se dedica el partido. Cuál es su política. Cuáles son sus principios. Rajoy aprovecha el mitín para pronunciar una sentencia que refleja su pensamiento y sus actos futuros, casi mejor su falta de acción futura: «Si alguien quiere irse al partido liberal o conservador, que se vaya». La pregunta era quién quedaba si los liberales y los conservadores se marchaban. Y cómo se le podía ocurrir al líder de un partido invitar prácticamente a todo el mundo a marcharse del mismo. En aquel momento el PP era la fuerza hegemónica del centro-derecha, la única sigla con representación parlamentaria a la derecha del PSOE abarcando electoralmente todo ese enorme espacio político.
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Las mayorías absolutas del PP
Ha habido dos ocasiones en las que el PP ha gobernado con mayoría absoluta: tras las elecciones del año 2000, con 183 diputados, y tras la de 2011, con 186 diputados. Los 183 diputados del año 2000, sin embargo, merced a la Ley D´Hondt y a no tener siglas competidoras en su mismo espacio, los obtuvo con sólo un 44,52% de los votos. Los 186 diputados de 2011 los consiguió el PP con un 44,63% de los votos.
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Se rompe la unidad, adiós a la mayoría absoluta
Aunque en elecciones anteriores el PP no había gozado de una hegemonía absoluta por el espacio electoral situado a la derecha del PSOE, lo cierto es que UPYD apenas le había restado un pequeño porcentaje de votos y sobre todo de escaños. En 2011, por ejemplo, UPYD tuvo un 4,7% de votos y 5 diputados. La situación cambia radicalmente en 2015, cuando irrumpe Ciudadanos con un 13,94% de los votos y 40 diputados. El PP se queda en 123 diputados frente a los 186 de 2011. El destrozo provocado por la fragmentación del centro-derecha, sin embargo, resulta mucho más evidente en las generales de 2016, en las que PP y Ciudadanos sólo suman 169 diputados aunque suman el 46,07% de los votos. Es decir, con un porcentaje de votos superior al de las mayorías absolutas del PP en 2000 y 2011, se consiguen entre 14 y 17 diputados menos.
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El problema se agrava ahora con la irrupción de VOX. Las encuestas, dentro de la escasa credibilidad de la que gozan las encuestas, ofrecen como resultado de una manera bastante consistente un aumento del porcentage de voto del centro derecha. Sin embargo, debido a su fragmentación, el centro-derecha no consigue la mayoría absoluta. La última encuesta de GAD3, por ejemplo, sólo otorga 173 diputados a la suma de PP+Ciudadanos+VOX, aunque estos 3 partidos cosecharían nada menos que el 49,7% de los votos.
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Imposible no, muy difícil sí
La conclusión de todo lo anterior es que el centro-derecha podría obtener un resultado buenísimo en votos, pero malo o al menos insuficiente en escaños. Con un porcentaje de votos 5,18 puntos superior al de las generales del 2000. en vez de los 183 diputados que obtuvo en solitario el PP con un 44,5% de votos sólo se obtendrían 169 diputados con un 49,7% de los votos. Parafraseando a Miguel Sanz, además, para obtener la mayoría absoluta pura excluyendo a los nacionalistas habría que sacar un 50% de sólo el 93% del censo, o sea un 54% de ese 93%. Es posible que por separado se abarque más espectro electoral, pero el legado de Rajoy a la posteridad es haber hecho mucho más difícil un gobierno de centroderecha, al haber recibido como herencia un patrimonio político unido y haberlo dejado dividido. No es imposible y los número no están lejos pero el centro derecha se tiene que movilizar de un modo sin precedentes si quiere desalojar a Pedro Sánchez del poder. Lo segundo peor de Rajoy, como veíamos al principio, es que con sus propias palabras casi invitó a liberales y conservadores a que se fueran del partido y se presentaran por separado. Lo realmente peor es que a realizar esta fragmentación no invitó sólo con sus palabras, sino con sus actos. O mejor dicho tratándose de Rajoy, con su falta de actuación en múltiples ámbitos.
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