En estos días convulsos en Cataluña, Chile o Ecuador, diversos obervadores de la actualidad traen a colación la llamada “regla del 3,5%”. En el año 2011, la experta en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard Erica Chenoweth, junto con otra autora, publicó un ensayo titulado Why Cvil Resistance Works («Por qué la resistencia civil funciona»). En el estudio se analizaban varios cientos de movimientos revolucionarios y campañas no violentas a lo largo de la historia reciente y a lo ancho del mundo, alcanzándose algunas conclusiones llamativas. Entre ellas que sólo el 26% de las revoluciones violentas tuvieron éxito frente al 53% de los movimientos populares no violentos. El ensayo proponía otro hallazgo curioso como que, para triunfar, este tipo de movimientos no necesitan más que el apoyo de un 3,5% de la población, siempre que se trate de un apoyo militante y comprometido. En el caso de Cataluña. Por ejemplo, estaríamos hablando de 250.000 personas. Hay quien piensa que el separatismo catalán conoce la regla del 3% y que, por otro lado, esa cifra se corresponde más o menos con el número aproximado de personas que el nacionalismo en esa comunidad moviliza de una manera muy activa.
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Pese a ser sólo un 3,5% de la población, lo cierto es que para un gobierno resulta difícil reprimir una protesta de nada menos que de 250.000 personas. Que pueden agruparse en una ciudad o en una gran cantidad de ellas. La violencia puede jugar en contra de cualquiera que la utilice. Del gobierno, que para dispersar a 250.000 personas necesita una enorme cantidad de agentes del orden o que utilicen la fuerza de una manera muy contundente, generando escenas que a su vez se viralizan generando rechazo al gobierno en el conjunto de la población, que en general desaprueba cualquier tipo de violencia. Obviamente esto también juega en contra de los manifestantes si son ellos los que desatan la violencia, son percibidos como responsables de ella y se estrecha su base de apoyo social. El resultado puede ser incierto, las comparaciones odiosas, pero según el estudio estos serían los elementos estratégicos del tablero en el que estamos jugando.
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Cabe preguntarse respecto a la regla del 3,5% si funciona con las mismas posibilidades de éxito en una democracia que en una dictadura, y si un gobierno en un régimen con libertad de prensa, reunión, asociación y derechos ciudadanos en general no es mucho más vulnerable a la regla del 3,5 que uno totalitario. Tiananmén fue un caso de fracaso de la regla frente a un régimen comunista, por ejemplo. Por el contrario, el separatismo catalán se beneficia de poder contar con toda una galaxia de medios a su favor, asociaciones, instituciones, financiación…
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La regla del 3,5% viene a proponer que los gobiernos, al menos en las democracias, son mucho más débiles de lo que nos podríamos creer. La cantidad de tuits, vídeos de Youtube, memes o cartas a medios extranjeros que pueden generar 250.000 personas hiperactivas, las calles que pueden cortar, la presión que pueden generar, las dificultades en que pueden poner a un gobierno democrático para reprimirlas, quizá no se deban despreciar. Tal vez no sea la policía, sino otro movimiento activo en sentido contrario que aglutine al menos a otro 3,5% de la población, la mejor defensa que se pueda contraponer, con la dificultad de que hipermovilizar a un 3,5% de la población no es tan fácil como parece, requiere mucho tiempo de siembra y maduración y el rival ya tiene tomado el terreno.
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Finalmente, la regla del 3,5% cuestiona la ya inquietante idea de la dictadura del 51%. O sea, a un grupo de población podía bastarle con ser sólo el 49% para no pintar nada en la dirección de un estado, no hemos terminado de resolver ese problema y ahora resulta que puede que para no pintar nada puede bastar con estar en el 96,5% equivocado. Obviamente se supone que hay llegar a un espectro más amplio de la población para obtener el 3,5% de personas hipercomprometidas, ya que no todo mero simpatizante alcanza ciertos niveles de militancia. Y a ese 3,5% que puede conseguir cualquier cosa, ¿cuántas personas como máximo hacen falta para dirigirlo? De momento ese dato no parece que lo haya aportado Harvard.
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