Como quien no quiere la cosa y denunciamos continuamente el estruendo del mayor escándalo del día, porque en este país no hay día sin escándalo, tapa el estruendo de otros escándalos menores que pasan desapercibidos en la confusión. A veces esos escándalos que pasan desapercibidos, además, cabe preguntarse si son asuntos de menor preocupación o no. Por ejemplo, recientemente se ha publicado el dato de que el número de delitos sexuales en España ha aumentado un 89% en la última década. Ya de por sí el dato, antes de entrar a analizarlo, resulta estremecedor.
El número de delitos sexuales se dispara un 89% en una década: han pasado de 9.000 en 2012 a 17.000 en 2021 https://t.co/dgMWQLpPVm
— EL MUNDO (@elmundoes) December 18, 2022
El problema con este dato es que, una vez más, deja en entredicho todo el discurso oficial sobre la violencia sexual. Es decir, el discurso oficial establece que la violencia sexual es una consecuencia del catolicismo, la educación tradicional y la sociedad heteropatriarcal. Obviamente, sin embargo, esa odiosa educación tradicional sería el pasado, frente al nuevo modelo social y educativo que no propone sino que impone el discurso dominante. El problema son los datos. O sea, lo que había atrás en teoría era el mal, y las fuerzas de progreso nos están llevando con sus políticas hacia el bien, pero entonces cada vez debería haber menos agresiones sexuales, y menos mujeres violentadas o asesinadas. Por el contrario, las cifras indican que venimos de un tiempo y un modelo en que había menos agresiones sexuales y vamos hacia un tiempo y un modelo en el que cada vez hay más. El discurso que crea violencia hacia la mujer, a lo mejor, al menos a la vista de los datos no es el tradicional sino el progresista. Algo falla en el nuevo tratamiento y el nuevo discurso si el paciente cada vez evoluciona a peor.
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A la vista del aumento de las agresiones sexuales, cabe también pensar en la soberbia y el obcecamiento de un gobierno que, por no reconocer que se ha equivocado y ha hecho una chapuza de ley, prefiere que se rebajen las penas a los agresores sexuales, e incluso proceder a su excarcelación, antes que admitir el error, cambiar la ley y resolver el problema. No va a ayudar a que los delitos sexuales bajen que mantengamos una ley que favorece penalmente a muchos delincuentes sexuales. La respuesta primero por error y luego por soberbia al aumento de la delincuencia sexual es rebajar la pena a muchos delitos de naturaleza sexual.
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Finalmente, otra cosa que queda meridianamente clara a la luz de los datos es que todo el dineral que nos cuesta el discurso dominante, empezando por su Ministerio de Igualdad, sus agentes y técnicos de Igualdad, sus plataformas, sus asociaciones, sus editoriales, sus comités de expertos y sus legiones de asesororas y aesororos, no sirven en absoluto para reducir el número de las agresiones sexuales en España. Por el contrario, parece que cuanto más gastamos en toda esta gente y subvencionar sus discursos y sus remedios, más agresiones sexuales tenemos. En el mejor de los casos será casualidad, en el peor no, pero en todo caso es una casualidad o una causalidad que además nos cuesta un dineral, para estar yendo a peor.
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