Se prohíben las terapias de conversión… en heterosexual

Los medios han presentado estos días como un gran avance de progreso la prohibición de las terapias de conversión a los homosexuales o los transgénero. No se trata sin embargo de ninguna novedad. El artículo 17 de la Ley trans y LGTBI aprobada en febrero de 2023 establece que “se prohíbe la práctica de métodos, programas y terapias de aversión, conversión o contracondicionamiento, en cualquier forma, destinados a modificar la orientación o identidad sexual o la expresión de género de las personas, incluso si cuentan con el consentimiento de la persona interesada o de su representante legal”. Pero hablando en plata, ¿qué es una terapia de conversión? ¿Cualquier cosa puede ser una terapia de conversión y perseguida como tal?

Al hablar de terapias de conversión, el imaginario popular piensa en gays que son detenidos arbitrariamente por la policía de la moral, conducidos a una cárcel psiquiátrica en siniestros furgones con barrotes y sometidos a electroshocks que los convierten en vegetales asexuados. Claro, visto así nadie puede estar a favor. El problema es que algo así no sucede y si sucediera ya mucho antes de esta reforma no sería legal. ¿De qué hablamos entonces al referirnos a terapias de conversión?

Llevada la cuestión al extremo que quiere el gobierno, terapia de conversión puede ser cualquier cosa. Si un menor tiene cualquier duda sobre su orientación sexual, sugerirle por cualquier medio que puede ser heterosexual puede ser entendido como un intento de conversión. ¿Qué profesional de la psicología o a psiquiatría puede atender un caso sin sentirse amenazado por la ley? ¿A quién recurren los padres? Lo paradójico es que la terapia de conversión sólo se considera terapia de conversión en un sólo sentido. O sea, si a cualquier menor con dudas se le dirige hacia la homosexualidad o se le reafirman sus inseguridades respecto a la heterosexualidad o respecto a su género, uno puede tener absoluta seguridad de que no va a ser sancionado, pero en cambio se puede jugar la carrera, el bolsillo y la libertad su cuestiona una posible homosexualidad o una posible transexualidad. No poder dirigir a las personas con dudas más que hacia la homosexualidad o el cambio de género, ¿no es eso precisamente una “terapia de conversión”?

Llegados a este punto, cabe preguntarse (mientras sea legal) si ya no son incluso el gobierno y el sistema educativo quienes sistemáticamente intentan provocar dudas sobre el género o la orientación sexual de los menores. Una vez suscitadas esas dudas, ya sólo es legal resolverlas en una única dirección. Recordemos por ejemplo las famosas actividades de las fichas del programa SKOLAE, promocionando toqueteos y masajes con los ojos vendados. La heterosexualidad se encuentra permantemente cuestionada desde todas las instituciones oficiales españolas por el discurso woke. La heterosexualidad es una construcción cultural, nos dicen. Ay sin embargo del que ose decir de la homosexualidad o la transexualidad que son una construcción cultural o ambiental y que se pueden deconstruir o reorientar, que lo meten en la cárcel. A ver si son los izquierdistas los que están sometiendo a toda la población escolar a un experimento masivo de terapia de conversión en adventistas del séptimo género woke.

Decir sin embargo que el discurso woke es un monopolio de la izquierda sería optimista al menos en España. El PP ha apoyado a la izquierda en esta nueva vuelta de tuerca para dejar vendidos a los menores. ¿Cómo va a revertir Feijóo el sanchismo cuando se pasa tres cuartas partes del tiempo votando con el sanchismo y con el socialismo woke europeo? No sólo es que en las comunidades autónomas gobernadas por el PP haya una dirección general de Diversidad, como en la más woke de las comunidades gobernadas por la izquierda, sino que su director general se casa consigo mismo. Y no se le puede decir nada porque podría ser un delito. Buena suerte el día que se quiera divorciar de sí mismo.