Cuando en 2016 dos guardias civiles y sus parejas fueron agredidos en masa en un bar de Alsasua el nacionalismo, acompañado de la extrema izquierda, se movilizó en tromba en defensa de los agresores y del modelo de sociedad de Alsasua. Efectivamente, el temor de las fuerzas nacionalista y ultraizquierdistas no era que metieran a los agresores en la cárcel más o menos años, sino que se pusiera en cuestión el modelo de sociedad que rige en Alsasua, que es el que rige en muchos otros lugares, que es el que el nacionalismo y la ultraizquierda quieren estandarizar por todas partes y el que podía verse bajo amenaza.
Tras meses de hostigamiento, la familia de María José, la novia del teniente, abandona Alsasua y probablemente N https://t.co/lXCVTQMQvC
— Navarra Confidencial España (@NavarraConfiden) June 6, 2018
Viene a cuento esta pequeña introducción porque un año más se ha convocado en septiembre la celebración del Ospa Eguna en Alsasua. Frente a la mentira de que el incidente fue una riña de bar como la que podía haber habido en cualquier otro lugar de España, el Ospa Eguna por el contrario evidencia que no lo fue. No es lo mismo que a un negro le peguen en el bar de un pueblo que en el bar de un pueblo en el que se celebra el día sin negros, en el que todo el mundo se moviliza a favor de los agresores cuando le pegan a un negro, y en el que hasta se viralizan vídeos de cómo hay que echar a los negros a patadas de los bares cuando te encuentras con ellos. Si todavía se sigue celebrando el Ospa Eguna en Alsasua es porque el nacionalismo y la ultraizquierda no han evolucionado nada, no han hecho autocrítica alguna y, sobre todo, no quieren que cambie en absoluto el ambiente de falta de libertad que existe en Alsasua. Por el contrario, es el ambiente que quieren implantar en todo sitio que puedan.
Rufián visita en la cárcel a los agresores de Alsasua junto a diputados nacionalistas y de Podemos https://t.co/7NbfgO4XHM
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En Alsasua uno puede vivir tranquilamente pensando igual que un nacionalista o un ultraizquierdista, o arriesgarse a que le hagan la vida imposible por significarse en su contra. No te matan, pero lo anterior. Eso es lo que algunos quieren para toda Euskadi, o para toda Navarra, o para toda Cataluña, o para toda España, depende el ámbito de actuación de cada radical.
Hay que reconocer, por otro lado, que el sistema funciona. La violencia y la coacción no se practican por maldad, sino porque funcionan. La gente prefiere vivir tranquilamente a que le hagan la vida imposible, estar en el grupo de los agresores que en el de los agredidos, en el de los orgullosos que en el de los humillados, en el de los que pueden expresarse que en el de los que tienen que esconderse, disimular o callarse. Desde luego la libertad para hacer política en Alsasua es absolutamente cuestionable y la competición completamente desigual. Los beneficiarios de esa situación claro que no la quieren cambiar. Hay que apoyar a los “txabales” agresores de Alsasua porque son los peones necesarios en ese tablero, la carne de cañón sacrificable que no puede faltar para mantener la anormalidad.
'La noche que cambió mi vida', el libro que desvela la verdad de la agresión de Alsasuahttps://t.co/uSPoJkaMGg
— Libertad Digital (@libertaddigital) February 16, 2022
El Ospa Eguna es una evidencia más de que entre que ETA no mate y haya normalidad sigue habiendo un largo trecho. Pero no es sólo la evidencia de que haya todavía un largo camino entre la normalidad y que ETA ya no mate, sino también el retrato de todos aquellos que se benefician de todo ese nivel de violencia, coacción y amenaza que cabe entre la normalidad y el asesinato, que están cómodos perpetuando esa anormalidad, y que esa distancia entre el asesinato y la normalidad no la quieren eliminar.
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