Monseñor Rolando Álvarez, el obispo que encarna la oposición a la dictadura comunista de Nicaragua

Las dictaduras de izquierdas no suelen ocupar mucho espacio en las noticias. Seguramente por eso se habla poco de lo que sucede en estos momentos en Nicaragua. Contar en detalle todo lo que sucede en Nicaragua requeriría un enorme informe de extensión escasamente manejable, pero el resumen corto vendría a ser que Nicaragua ha vuelto a caer en manos del comunismo más rancio. O quizá el más auténtico. El caso de Nicaragua no es muy distinto al de muchos otros países de Hispanoamérica en estos momentos. Tal vez es un caso más agudo, pero podría decirse por la deriva de muchos otros que son países en una etapa anterior a convertirse en Nicaragua, pero en rumbo a ese punto.

Sin duda hay recetarios cuya aplicación convertiría en Nicaragua a cualquier país. Es decir, el recetario ideológico que se está aplicando en Nicaragua convertiría a España en Nicaragua si se aplicara en España. O en Alemania. De hecho hay quien pretende más o menos abiertamente aplicar en España el mismo tipo de recetario que en Nicaragua. Las recetas del comunismo condenan a quienes las aplican a una espiral descendente en la que el final es Cuba, Venezuela, la RDA, la URSS o Nicaragua. El recetario nunca empieza por las medidas más drásticas, pero las primeras medidas que el comunismo aplica para resolver un problema siempre e indefectiblemente provocan un agravamiento del problema. No resulta sorprendente que las cosas sucedan de este modo. Puesto que el comunismo parte de una interpretación radicalmente equivocada del hombre y del mundo, prácticamente es imposible que ninguna de sus recetas pueda resolver los problemas reales de las personas y el mundo. Por el contrario, las agrava. Por eso cuando las primeras medidas comunistas para resolver un problema agravan el problema, o uno sale de la espiral comunista o se ve abocado a aplicar medidas comunistas todavía más drásticas, las cuales a su vez empeoran más drásticamente el problema. Al final el problema cada vez va peor, las medidas del comunismo cada vez son más drásticas, cada vez es más difícil salir del comunismo y cada vez uno está más cerca de convertirse en Cuba o en Nicaragua.

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Salirse del comunismo conlleva el problema añadido de que donde empieza el comunismo acaba la libertad. Es decir, llegado a cierto punto, y ese punto con el comunismo llega enseguida, ya no se puede llevar la contraria a los comunistas ni cuestionar el recetario comunista sin ser represaliado, lo que dificulta sobremanera la salida del comunismo.

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Esta es en definitiva la situación en Nicaragua, respecto a la que no exagerábamos nada cuando decíamos que ha vuelto a caer en manos del comunismo más rancio del pasado. Tan es así que el presidente de Nicaragua es Daniel Ortega, un comunista uniformado que ya presidía Nicaragua en los ochenta siguiendo la estela de Fidel Castro. Junto a la momia de Lenin, Ortega es una de las reliquias más llamativas del comunismo. Nicaragua, con el añadido de algunas aportaciones especialmente escabrosas de cosecha propia, no tiene en este momento ni la apariencia de ser otra cosa que un regreso al peor comunismo caribeño de los ochenta.

En la batalla que se está dando en Nicaragua contra la dictadura y la pobreza que caracterizan al comunismo la Iglesia Católica vuelve a jugar una vez más un papel fundamental. No es casual el odio del comunismo a la Iglesia. No sólo es que la visión del ser humano sea radicalmente distinta entre el comunismo y el cristianismo, que también, sino que cuando en un país a todas las demás instituciones les falta el valor de levantar la voz contra la dictadura comunista, la última voz que queda para denunciar la situación suele ser la de la Iglesia Católica. Esto representa un gran peligro para los mandarines comunistas. Primero porque basta una voz para poner en cuestión un sistema. Segundo porque en torno a esa voz se aglutina toda la oposición, no sólo los católicos. Esto explica en gran medida la cristianofobia de buena parte de la izquierda. A todo el mundo al final puedes atemorizar o comprar, menos a la Iglesia. Respecto a todos los demás que puedes atemorizar, es más complicado atemorizar al que piensa que lo único que te puede quitar el gobierno es la vida, pero que hay otra vida. El gobierno puede también meter mano a todo lo que tienes aquí para castigarte, pero ese castigo resulta menos atemorizador para el que tiene puesta la vista en los bienes del espíritu en vez de en los bienes del mundo.

https://twitter.com/Cruzada_co/status/1640766212887171072

De este modo se explica que la principal figura que con su ejemplo encarna la resistencia en este momento en Nicaragua sea Monseñor Rolando Álvarez, el obispo de la diócesis de Matagalpa. Don Rolando se enfrenta a 26 años de cárcel por no haber aceptado el mismo exilio que otros 221 presos políticos nicaragüenses. El gobierno comunista le impuso tamaña condena por vaporasosas acusaciones como “traición a la patria”, “menoscabo de la integridad nacional” y “propagar noticias falsas”. En realidad el delito del obispo es no ser acríticamente fiel al gobierno comunista de Ortega y cuestionar sus políticas y sus terribles medidas represivas contra la población descontenta. Naturalmente con ello va implícita la acusación de propagar fake news, una acusación a la que se están acogiendo por cierto con mucho entusiasmo todos los gobiernos del mundo. Verdad es lo que dice el gobierno. El gobierno es el que tiene que decidir lo que es y lo que no es fake news. Como el gobierno lo hace todo bien, cualquier noticia negativa para el gobierno es fake news. Los gobiernos no mienten nunca. Los gobiernos no generan fake news. Por supuesto don Rolando Alvarez ha sido condenado sin la menor oportunidad de haber tenido un juicio justo y sin atisbo alguno en el sistema del menor resquicio de independencia judicial. Parece imposible convertirse en Nicaragua, pero cuando el gobierno liquida la separación de poderes y empieza a convertirse en el árbitro de lo que son y lo que no son fake news, siendo fake news todo lo que perjudica al gobierno, una ya ha empezado a tomar el camino de Nicaragua y a caer en al espiral. Llegados a cierto punto de la espiral ya sólo los obispos católicos y poco más te tienen que preocupar. Eso sí, a veces para acabar contigo la voz y el ejemplo de un obispo católico y poco más pueden bastar, si esa voz es la voz de la justicia, la verdad y la libertad.

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