Reflexionando ahora un poco más tranquilamente y con un poco mas de perspectiva sobre la famosa intervención de Carla Toscano, diputada de VOX, acusando a Irene de Montero de no tener otros estudios que los de pablología, a lo mejor y contra casi todo lo que se dijo resulta que fue un acierto total.
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La generalidad de los medios y analistas, incluso por tanto muchos de la derecha, cargaron contra Toscano por haber arremetido personalmente contra Montero, por haber sacado el debate de los político y llevarlo hacia el terreno de la vida privada, por haberla victimizado, por haber provocado un cierre de filas del bloque gubernamental a su alrededor y, en último término, por haberla salvado cuando ya estaba al borde del precipicio.
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De algún modo este es el análisis que se impuso pero, ¿es real? O más aún, si efectivamente aquella intervención fue la salvación de Montero, ¿no sería un acierto haberla salvado y un error haber conseguido su destitución?
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O sea, que Irene Montero siga de ministra es lo mejor que le puede pasar a la oposición. Cuando alguien está totalmente quemado y el gobierno le cesa, no es una decisión que beneficie a la oposición sino al gobierno. Obviamente quemar a un ministro beneficia a la oposición, pero ya una vez quemado el gobierno lo cesa para detener la sangría. El gobierno no cesa a un ministro quemado para perjudicarse a sí mismo, sino para tapar una hemorragia. Irene Montero es una hemorragia en el costado del gobierno que gracias a que se le ha mantenido sigue sangrando, lo cual puede ser malísimo para el país pero buenísimo para la oposición.
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El gobierno sabe que ha hecho una chapuza de ley. Y sabe que todo el mundo lo sabe. Pero no sólo no reconocen haber cometido un error, aunque saben que lo han cometido, sino que salen en tromba diciendo que han hecho la mejor ley del mundo. Como no son capaces de reconocer el error y rectificarlo, cada día salen varios violadores a la calle o varios agresores sexuales obtienen una rebaja en su pena, y el gobierno no puede poner freno a ese desgaste porque ha decidido mantener a Irene Montero y sostener que la ley es maravillosa. Lo que es maravilloso, para la oposición, es que el gobierno persista en mantener a Montero y no reconocer el error. El gobierno por otro lado es perfectamente consciente de la sangría que le provoca este asunto, pero como no rectifica y tampoco puede seguir sin hacer nada lo que hace es ir acumulando nuevos errores. Ahora usa el preámbulo del Código Penal, que no tiene ninguna eficacia, para decirles a los jueces no sólo las sentencias que tienen que dictar, sino que las dicten en contra de la ley.
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Lo más preocupante, siendo muy preocupante, no es que aprueben una ley cuyos efectos son catastróficos, sino que en vez de cambiarla les pidan a los jueces que no la apliquen, cosa que además no pueden hacer los jueces.
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Si alguien es condenado con la pena mínima de la ley, y se cambia esa ley rebajando la pena mínima, los jueces le tienen que aplicar esa rebaja de la ley al que había sido condenado por la ley anterior, porque aplicarle al reo la norma más favorable es un principio fundamental del derecho. A los nuevos condenados a los que se aplique la pena mínima, obviamente, también les caerá una pena mínima menor que con la ley anterior. Puedes no tocar la ley, puedes subir las penas, puedes bajarlas, pero no puedes aprobar una ley que baje las penas y después pedirles a los jueces que no la apliquen. Los jueces no pueden dejar de aplicar la ley y menos para evitar que el gobierno tenga que reconocer un error. Si el gobierno no quiere afrontar la bajada de penas, que cambie la ley.
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En cualquier otra situación, a la vista del error y de la sangría electoral el gobierno hubiera cesado a la ministra, hubiera nombrado a otra persona, hubiera reformado rápidamente la ley y hubiera cerrado la crisis judicial y política. Ahora ya no estaríamos hablando de ello. La hemorragia se hubiera parado. Entonces, ¿por qué no lo ha hecho?
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Pues porque Carla Toscano tenía razón. Porque la razón por la que Irene Montero llegó a ser ministra y la razón por la que no se le puede cesar es la misma: que es la pareja de Pablo Iglesias. Como Pablo Iglesias sigue siendo el jefe en la sombra de Podemos, no puede dejar que el gobierno eche a su mujer y después volver a casa a tomar con ella tranquilamente la cena. Y que Irene Montero sea ministra no por su cualificación, sino por su situación sentimental, es asimismo la explicación de que todo lo que toca acaba convertido en desastre. ¿Pero es esto malo para la oposición? No, para la oposición es algo estupendo. En realidad no tiene sentido pensar que Irene Montero sigue en su puesto gracias a Carla Toscano y no gracias a ser todavía la pareja de Pablo Iglesias, pero si realmente la ministra siguiera en su puesto gracias a Carla Toscano, la oposición tendría que hacerle un monumento a Carla Toscano.
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La pregunta de fondo es por qué Pablo Iglesias quiere mantener a toda costa a Irene Montero como ministra, cuando si no fuera su pareja dejarla caer sería prácticamente una necesidad en lo político y un acto de piedad en lo personal. En este sentido caben dos interpretaciones. La primera es que, por un conflicto de intereses, no puede dejar caer a su mujer y después seguir conviviendo con ella pacíficamente bajo el mismo techo. Todos hemos visto la cara de rabia de Irene Montero, pero no tenemos que vivir con ella a nuestro lado. La otra opción es que Iglesias mantenga todavía a su pareja asándose en el grill por sadismo de “marxista algo perverso convertido en un psicópata”, que a veces fantasea con azotar a las mujeres hasta que sangren. O sea, que el apoyo a su pareja no tendría nada que ver entonces con el amor romántico, ni con el temor a su reacción, sino todo lo contrario. Resultaría irónico que la ministra encargada de defender a las mujeres del maltrato estuviera siendo víctima ella misma, acaso sin saberlo, de una retorcida forma de maltrato psicológico.
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Un comentario
O sea, resumiendo. Como decía Napoleón: «cuando el enemigo se está equivocando, hay que procurar no distraerle».