La “cristianización” del acuchillador de niños de Francia

El dominio progresista de los medios de comunicación se traduce en situaciones bastante surrealistas, pero también bastante evidentes para quien no se niegue a observar objetivamente la realidad. Esta realidad es que, cuando se producen ciertos hechos violentos, la nacionalidad o el origen del autor desaparecen de los medios por ensalmo. Para evitar una supuesta xenofobia o islamofobia, se censura la realidad.

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Si no obstante alguien se toma la molestia de rastrear las noticias de ataques indiscriminados con cuchillo o con un vehículo, apuñalando o atropellando personas de forma arbitraria, es fácil concluir que todo este goteo de ataques, que hace algún tiempo se catalogaban como islamistas, ahora se siguen produciendo pero de entrada ya no ocupan portadas, y además los autores (salvo evidencias extremas) han pasado a ser personas «trastornadas» de las que se evita toda mención a su origen o a su filiación ideológica.

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Naturalmente así es fácil evitar el debate sobre si hay un problema con la integración de personas de cierto origen o cierta religión, y evitado el debate se evita también que muchas personas, como conclusión de ese debate, decidan votar en cierta dirección. Se evita que la gente busque la solución a un problema en determinadas formaciones políticas, o que culpabilice de la situación a otras, haciéndola inconsciente de la existencia del problema. Eso sí, el problema no se soluciona, se oculta. Y puesto que no se hace nada al respecto, el problema aumenta y cada vez se exige un mayor esfuerzo de ocultación.

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El apuñalamiento de varios bebés en Francia, no obstante, ha dado lugar a un salto cualitativo en la estrategia de ocultación. Primero se censuró masivamente en las redes sociales y los medios el vídeo en que se veía al apuñalador atacando a los niños. Esto podía ser discutible pero también hasta cierto punto comprensible, por respeto a las victimas y la crudeza de las imágenes, bien es cierto que o aplicamos este criterio a todos los casos o a ninguno, cosa que no está sucediendo.

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El problema es que de ese vídeo que se censuró muchos medios publicaron la noticia de que el acuchillador gritaba “¡en nombre de Jesucristo!” mientras apuñalaba a los niños. Obsérvese que si el atacante es inmigrante o islamista se trata de evitar toda mención, pero si es cristiano se remarca de manera especial.

La contradicción en esta historia se cuenta sola. O sea, primero se censura el vídeo, pero después se viraliza un detalle del vídeo inculpando al cristianismo. Como el vídeo se ha censurado, no se puede comprobar que la inculpación es falsa. No es el apuñalador el que grita “¡en nombre de Jesucristo!”, sino que lo grita horrorizada la persona que está grabando. No obstante la noticia no se corrige, como evidencia todavía a fecha de hoy el tuit de Antena3 que citábamos hace un momento.

La cosa sin embargo no termina aquí. La falsedad de que el apuñalador de bebés gritaba “¡en nombre de Jesucristo!” no viene sino a apuntalar el perfil que el apuñalador se esforzó en construir antes del ataque. Casi se podría hablar por tanto de una especie de complicidad entre algunos medios y el apuñalador. El atacante se identificó como cristiano sirio y llevaba encima durante el ataque una cruz y una estampa de la Virgen. Pero también parece que todo eso es un perfil falso adecuadamente elaborado primero para conseguir el asilo en Europa, y segundo para poder cometer el ataque sin provocar lo que tanto preocupa a algunos presentadores y tertulianos: una reacción de la sociedad que perjudique a la izquierda.

A estas alturas la historia del apuñalador ya ha quedado adecuadamente relegada al olvido, pero quienes se han tomado la molestia de seguir investigando sobre su autor se han encontrado con varias situaciones llamativas.

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En primer lugar los cristianos orientales no tienen noticia alguna de un cristiano sirio con el nombre del autor.

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En segundo lugar, el nombre del autor resulta escasamente creíble. El supuesto nombre del apuñalador, Abdalmasih (“Esclavo de Cristo”), no es ya que sea inusual, sino que a ningún cristiano se le ocurre poner ese nombre a su hijo en un entorno en el que el cristianismo es perseguido. Todo apunta por tanto a la construcción de un perfil artificial.

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En tercer lugar, el atacante podría haber sido identificado y su verdadero nombre sería Selwan Majd, nada que ver con el cristianismo.

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En cuarto lugar, en el acta de matrimonio del agresor se habrían omitido los nombres de sus padres y su fecha de nacimiento, dificultando la verificación de su identidad.

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Finalmente existen evidencias grabadas con cámara oculta, que se han publicado en algunos reportajes, de que ciertas ONG aleccionan a los inmigrantes musulmanes para que se hagan pasar por cristianos perseguidos, de forma que se facilite el reconocimiento en Europa del estatus de refugiados.

Por supuesto todo esto se añade a la extrañeza de que entre los cientos de millones de cristianos auténticos en Europa el que se pone a acuchillar a bebés sea casualmente un refugiado sirio, o de que un apuñalador se preocupe de meterse en los bolsillos estampas y cruces antes de cometer su acción, para asegurarse de que se las encuentre la policía tras ser abatido o tras su detención. Es por otro lado conocido y últimamente frecuente el recurso de los terroristas islámicos a la Taqiyya para encubrir la naturaleza de sus ataques, al menos para facilitar su ceguera a los particulares o los medios que no quieren observar en toda su crudeza la realidad. La Taquiyya es una herramienta que proporciona el Islam en virtud de la cual un creyente puede negar su fe o incluso cometer actos en público contrarios al Islam para camuflar su situación o encubrir una misión. Cuando esto sucede una vez cabe dudar, pero cuando una significativa proporción de los apuñaladores y atropelladores pasan a ser sólo otro caso aislado de locura, a no tener origen o a encontrarse sospechosamente cristianizados, sólo cabe sospechar un patrón.

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