Antxon Alonso no le entregó en secreto a Cerdán el 45% de Servinabar para que las adjudicaciónes fueran por “casualidad”

Nos toman por tontos. Esta podría ser la conclusión de la comparecencia en la comisión de investigación del parlamento foral no ya del ilustre presidente de la mesa de contratación de las obras de Velate, o del director de Obras Públicas, sino desde el principio y en todas las ocasiones de todo el gobierno de Navarra empezando por Chivite, de todos los socialistas, y del propio Cerdán.

En esta cuestión hay que distinguir dos clases de personas. Las que denunciaron lo que estaba pasando y las que, por lo que sea, decidieron mirar hacia otro lado. Porque esta situación resulta nuclear en el análisis del caso. Es decir, tenemos una adjudicación multimillonaria, la obra pública más importante de Navarra en décadas, que se adjudica a la empresa de Santos Cerdán. El chanchullo por tanto es objetivo. Pero no se trata de un chanchullo que se descubre a posteriori, sino que ya durante la adjudicación hay personas que denuncian las irregularidades que se están cometiendo. Es por eso que el informe de la mesa de contratación viene acompañado por varios votos particulares, incluido el de Lorenzo Serena, el secretario de la mesa de contratación. Por tanto tenemos un chanchullo que divide en dos grupos a las personas a través de las cuales se materializó ese chanchullo. El primer grupo es el de las personas que dieron la alarma y el segundo el de las que, por lo que sea, participaron en las irregularidades de ese procedimiento y decidieron desoír las alarmas. Una vez descubierto el pastel, evidentemente, el testimonio de los unos y de los otros no puede tener en absoluto igual credibilidad.

El presidente de la mesa de contratación pertenece sin duda, como el director de Obras Públicas, el consejero Chivite o la propia presidenta, al grupo de personas que, por lo que sea, desoyeron las alarmas y posibilitaron la adjudicación a Cerdán. Su credibilidad es por tanto muy escasa frente a las personas que denunciaron la situación. No sólo es que no tengan apenas credibilidad, es que su actuación es muy sospechosa. El colmo de lo que hemos podido ver es al presidente de la esa de contratación, Jesús Polo, llamando «técnicamente ignorante» al al secretario que dio las alarmas, igual que a los otros dos letrados que firmaron votos particulares. Polo ha declarado que «los votos particulares están llenos de barbaridades», para justificar su presión contra los miembros de la mesa para que no emitieran esos votos. En el mundo de Jesús Polo, las barbaridades no estuvieron en la adjudicación que dio la obra a Cerdán sino en las señales de alarma que se emitieron. Además de los votos particulares tenemos el dictamen de Comptos señalando que en el proceso de adjudicación no se garantizaron los principios de transparencia e igualdad. La pregunta para Comptos sería cómo valida a pesar de todo la adjudicación si no estuvieron garantizados los principios de transparencia e igualdad. La Oficina Anticorrupción de Navarra, por su parte, más coherentemente calificó directamente de nula de pleno derecho la adjudicación.

Sabiendo ya todos que las obras en este proceso lleno de salvedades, irregularidades, advertencias y votos particulares se concedieron pese a todo las obras a la empresa de Cerdán, ¿cómo pueden todavía quienes impulsaron esa adjudicación comparecer con altivez a hacer reproches a quienes lanzaron las alarmas? Hemos dividido en todo este proceso a todos los participantes en dos grupos: el de quienes lanzaron las alarmas y quienes las desoyeron. No sólo es que el primer grupo tenga toda la credibilidad, sino que los miembros del segundo grupo son a estas alturas sospechosos. En este grupo de sospechosos puede haber alguien responsable de algo más que de haber pasado por encima de los avisos por ninguna razón en particular. Lógicamente estas personas, si las hubiera, no iban a comparecer en el parlamento foral o siquiera ante un juez reconociendo su responsabilidad, sino negando de raíz la mayor.

A mayor gloria de algunos de los responsables de la adjudicación pese a todas las advertencias, tenemos el caso de los que encima cuentan en su haber en todo este proceso con la tacha de, por la razón que sea, haber represaliado en vez de haber hecho caso al secretario que con mayor ahínco denuncio las irregularidades de lo que estaba sucediendo. Estos responsables también comparecen con altivez, burlándose incluso de las represalias, asegurando que en realidad eran casi un premio. Pueden permitirse ese lujo porque Chivite, por lo que sea, en vez de cortar sus cabezas los ha respaldado. Es decir, Chivite asume en primera persona las represalias contra el denunciante.

Que la obra pública más millonaria de Navarra se la llevara la empresa de Cerdán no es sólo casualidad

Como consideración final, se impone una reflexión de sentido común que parece ausente en todo el gobierno o en todos los comparecientes del ilustre grupo de personas que, por lo que sea, desoyeron las alarmas del proceso de adjudicación. Antxon Alonso no le dio el 45% de Servinabar a Cerdán porque sí. Cerdán no se iba a beneficiar del 45% de las ganancias de Servinabar a cambio de nada. En realidad, para ser literales, a cambio de casi nada: Cerdán pagó por su participación la ridícula cantidad de 6.000 euros, que además no consta en una cuenta que fueran efectivamente pagados por Cerdán sino que simplemente Alonso declara que los recibió. Para que Servinabar consiguiera las adjudicaciones de obra pública igual que sin Cerdán no hacía falta entregarle (en secreto) el 45% de la empresa a Cerdán. Cabe sospechar por tanto en principio de todas las adjudicaciones a Servinabar. En este caso de los túneles, además, tenemos una adjudicación llena de alarmas e irregularidades. Otra cosa es que el gobierno de Navarra, por lo que sea, quiera negar la evidencia llamando casualidad a la buena estrella y capacidad para superar señales de alarma de la empresa de Antxón y Cerdán.

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