Al faro del progresismo mundial se la apaga la luz

Después de la riada en la Comunidad Valenciana no se ha hecho nada, y después del gran apagón de la semana pasada tampoco se ha hecho nada: oficialmente no se ha diagnosticado el problema, no ha dimitido nadie, los mismos inútiles por tanto siguen a los mandos, la moraleja no es que hay que hacerlo bien para conservar el puesto, sino que para conservar el puesto sólo es necesario vivir postrado ante Sánchez. ¿Por qué no se puede diagnosticar rápidamente la causa del apagón? Porque toda investigación oficial debe partir de la premisa de que el gobierno es inocente. ¿Qué hacemos entonces si la política energética del gobierno es culpable? Dilatar indefinidamente la investigación o inventarse falsos culpables.

El fanatismo energético de la izquierda resulta bastante obvio a estas alturas que se encuentra tras el gran apagón que España ha sufrido. Como exponente de este fanatismo sirva como prueba que nadie está contra la renovables, sino que es la izquierda la que está contra las nucleares. Nadie niega la presencia y la aportación de las renovables, son ciertos fanáticos de las renovables los que niegan la presencia y la aportación del resto de fuentes energéticas. Lo que se confronta es el fanatismo energético de este sector contra el pragmatismo de quienes, simplemente, piden en un mix razonable en las fuentes de generación. El apagón fue provocado porque no era razonable ni sostenible el mix de generación ante una incidencia en el sistema, como así sucedió.

En cuanto a los sucesos del día del apagón, los expertos señalan dos cuestiones a considerar. En primer lugar la incidencia concreta que dio lugar a una caída en la generación, la cual provocó un desajuste en cadena que desencadenó el apagón. En segundo lugar, el mix energético en ese momento y su capacidad para amortiguar, absorber y compensar esa incidencia. Esta es en el fondo la gran cuestión. En el sistema se producen frecuentes incidencias y por tanto sus estabilidad depende de que el mix de producción sea capaz de asumirlas. Las fuentes de generación que garantizan la estabilidad e inercia del sistema son la nuclear, la hidroeléctrica y el gas. Si como el día del apagón la aportación de estas energías se margina a menos del 30% de la producción, el sistema empieza a ser vulnerable a una incidencia como la que ocurrió, o a otra cualquiera como las que constantemente pueden ocurrir. En el caso específico del día del apagón, por otro lado, parece tomar fuerza la tesis de que fueron un par de parques fotovoltaicos en el sur de España los que dieron lugar a la incidencia que el sistema no pudo superar. Todo esto se sabe con bastante certeza ya, pero el gobierno no lo puede reconocer porque supondría admitir su responsabilidad.

Respecto al sistema energético español, cabe añadir que todo él, incluyendo sus fallos o sus precios, es el resultado de una intervención política total. La energía en España es el producto de una agenda política, no del libre mercado o de la actividad empresarial. Todo está intervenido, desde el precio de la energía hasta la apuesta por la naturaleza de las fuentes que deben aportar la generación. Los criterios para imponer esta agenda no son ni la eficacia ni el coste. En este sentido quizá es momento de recordar el famoso coste en la factura de la luz de las primas a las renovables. En España existe una prima a las renovables y un déficit tarifario. Es decir, desde el año 2007 (no hay desastre en España tras el que no esté Zapatero) se ha decidido políticamente apoyar unas energías que eran antieconómicas, pero que se consideró que necesitaban ser apoyadas por motivos políticos o ecológicos. Puesto que estas energías no eran rentables, hubo que compensar con un sistema de primas a los productores de estas energías. Esa compensación se traslada después a todo el mundo a través de la factura de la luz. Es más, si tomamos en cuenta la factura de la luz, resulta que la mayor parte de lo que pagamos son impuestos y costes añadidos por el estado, como la prima a las renovables. Puede que los empresarios sean codiciosos, pero mucho más codicioso es todavía el gobierno, y desde luego mucho más ineficiente que los empresarios.

Conviene recordar todo esto porque en virtud de la propaganda gubernamental y supuestamente medioambientalista la gente llega a pensar cosas como que, gracias a las renovables, la luz no cuesta nada o el precio llega a ser hasta negativo. Obviamente no existe tal cosa. Una cosa es el precio de la luz en la subasta mayorista y otra muy distinta el que paga el consumidor. Si algo se encuentra regulado e intervenido en España es el precio de la luz. Es ridículo por otro lado pensar que los parques eólicos o fotovoltaicos no tienen un coste, cuando su coste de fabricación e instalación es inmenso. No hablemos del tratamiento como residuos de todos esos parques, con sus aerogeneradores y sus placas, cuando tienen que ser desmontados y reciclados. Eso sin tener en cuenta la necesidad de la que ahora se está hablando de fabricar y comprar baterías gigantes que puedan dotar al sistema de la estabilidad de la que ahora carece como se ha evidenciado. Para ello tendríamos que afrontar una inversión adicional de decenas de miles de millones de euros, sin hablar de los cementerios de baterías que después nos harían falta. La mala noticia para el universo woke es que bien podría ser Elon Musk el encargado de resolver este tipo de problemas, y por tanto el máximo beneficiario.

Por lo demás, hubiera sido bonito que se produjera otro apagón justo durante el debate en el Congreso sobre el apagón, mientras intervenía Pedro Sánchez, que por otro lado hubiera sido lo más estadísticamente probable puesto que es quien acapara la mayor parte del tiempo en cualquier debate. Naturalmente “bonito” no es la palabra adecuada para calificar un gran apagón, con todo el coste en dinero y hasta vidas que puede representar. No obstante es un riesgo cuya repetición no se puede descartar hasta que se reconozca oficialmente el problema y se establezca una solución. Lo que no tiene sentido es la pretensión del gobierno de que por un lado no sabemos lo que ha pasado, pero que por otro lado eso que no sabemos que ha pasado sabemos que no puede volver a ocurrir. Si no sabes lo que ha pasado, no sabes que no puede volver a ocurrir. O nos mienten cuando dicen que no saben lo que ha pasado, o nos mienten cuando nos dicen que no puede volver a ocurrir.

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Un comentario

  1. El gran problema que puede tener la energía nuclear es el elevado riesgo de que en la sala de control de cualquier reactor nuclear tengamos por cuota de genero, dedazo gubernamental a una Jessica o cualquier otra amiguita de cualquier Ministro, sin descartar tampoco a todas esas «listas» que tan bien hablaban vascuence (se olvidaban decir que porque se lo habían enseñado de pequeñas) que tantas veces a partir de los ochenta tuve que oir a unos cuantos imbéciles nacionalistos oportunistas

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