Tres argelinos secuestran, torturan y violan durante siete días a una mujer en un narcopiso okupado

La noticia vuelve a ser estremecedora. Tras la manada de Pamplona llega la manada de Alicante, más espeluznante todavía si cabe. Una mujer ha sido secuestrada, torturada y violada durante 7 días en un narcopiso ocupado por tres argelinos. La mujer pudo ser rescatada por la policía tras la denuncia de otra mujer que entró en el piso a comprar droga y se percató de la situación. La escalada de este tipo de sucesos se incrementa día a día en España no sólo numéricamente sino también en el grado de horror.

Irónicamente, cuanto mayor es el número de violaciones y más sobrecogedores sus detalles mayor es el manto de silencio de los partidos de izquierda y las plataformas feministas. ¿Dónde están ahora Irene Montero o Ione Belarra? ¿Se ha comido la lengua el gato a las ministras socialistas? ¿Hay algún hueco entre las preocupaciones de Pedro Sánchez por su mujer, su hermano, su fiscal o sus secretarios de organización, para enterarse de estos sucesos? ¿Saben el gobierno y sus socios que las violaciones en España se han triplicado en los últimos años?

Todos sabemos sin embargo la razón por la que la izquierda calla ante estos sucesos. Se repite el esquema de la manada de Pamplona: inmigrantes irregulares, argelinos, con antecedentes, que no deberían estar aquí. El cabecilla de la manada argelina llegó a estar detenido por otro delito mientras tenían a la mujer secuestrada. El principio de autoridad ha sido descuartizado. La ley es tan implacable con el ciudadano cumplidor como eterea para los delincuentes. Una nueva y terrible violación que se habría podido evitar. Es inconcebible que no se haya evitado. E inconcebible que sólo proteste y pida responsabilidades la oposición.

Inmigrantes irregulares, norteafricanos, con antecedentes, en un piso okupado convertido en un narcopiso. No hace falta ser un genio para observar que la fuente del mal es todo lo que ha traído y protege el discurso izquierdista, desde la inmigración masiva e irregular hasta la okupación. Obviamente esto no genera riqueza sino un pozo de inseguridad, delincuencia y narcotráfico. El infierno lo ha traído la izquierda. Lo sabe la izquierda y lo sabe la sociedad. Por eso la izquierda no quiere hablar. Por eso las organizaciones feministas, enganchadas al presupuesto y dedicadas a la defensa del gobierno en vez de la mujer, no pueden hablar. Hay que levantar un muro muy alto para que la sociedad, harta, no pase al otro lado a provocar un vuelco político y electoral. Sin un vuelco electoral, por otra parte, no hay posible salida para un problema del que no se puede ni hablar.

Aparte de violadores y torturadores de mujeres, de inmigrantes ilegales, de delincuentes, de vendedores de droga y de okupas, la manada argelina es un buen exponente de la degradación de los barrios y el problema de la vivienda. A toda esta gente hay que buscarle un techo y las alternativas son los campamentos ilegales, como la manada argelina de Pamplona, o los narcopisos como en este caso de Alicante. A los propietarios de pisos de muchas zonas la izquierda ya les ha arruinado la vida. El piso en el que invirtieron sus ahorros o que heredaron de sus padres, ¿cuánto vale en un barrio en el que ya no se puede salir a la calle u okupado por una manda argelina? Sólo un fondo buitre se haría cargo por una décima parte del precio. La izquierda no es enemiga de los fondos buitre ni de las empresas de desokupación sino su condición necesaria. No hablemos de este infierno no sea que le demos la vuelta, miremos la etiqueta, veamos dónde está fabricado y pidamos cuentas al fabricante.

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