Podría parecer anecdótico que Rita Maestre reconozca ahora que, visto con perspectiva, el 8M fue un error y no debió celebrarse. Sin embargo no lo es. O sea, a estas alturas nadie en la izquierda reconoce aún que el 8M fue un error catastrófico. Si toda la izquierda hubiera reconocido ya que el 8M fue una enorme metedura de pata, el reconocimiento de Rita Maestre sí sería anecdótico, pero como Rita Maestre es prácticamente la primera representante de la izquierda que lo reconoce, es noticia. Y tan noticia es que Maestre reconozca el error, siquiera casi tres meses después, como que tres meses después nadie más en la izquierda lo haya reconocido aún.
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Por lo demás, Rita Maestre no ha hecho sino explicitar algo que es una evidencia y un clamor. El 8M es el hecho diferencial español del coronavirus. ¿Por qué somos proporcionalmente el país con más contagios y muertos del mundo? Pues por un lado porque tardamos demasiado en tomar las medidas apropiadas, y por otro porque hasta entonces tomamos medidas totalmente contraproducentes. El 8M, además, condensa los dos aspectos. Es decir, no se hizo nada antes del 8M porque la agenda política feminista eran intocable para el gobierno y, además, el 8M y las concentraciones masivas que implicaba era justo lo que no había que hacer en esos momentos.
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Dice mucho de la izquierda que sólo Rita Maestre haya sido capaz de señalar lo evidente. Donde empieza la izquierda, acaba la capacidad de reconocer los hechos con honestidad. VOX reconoció hace tiempo que su mitin del 8M fue un error y pidió perdón. La primera pregunta es si el resto de la izquierda no es capaz de ver lo que puede ver Rita Maestre (y el resto del mundo que no es de izquierdas), o si lo ve pero el problema es que no lo puede reconocer. La segunda pregunta es qué es más grave, si que la izquierda no vea la realidad o que, viéndola, pretenda vivir en la impostura.
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Las cifras de contagios en España resultan bastante ilustrativas porque los contagios en Madrid se dispararon en las dos semanas posteriores al 8M. Recordemos que el período de incubación del coronavirus puede durar hasta dos semanas. No se trata además sólo de los posibles contagiados en las concentraciones, sino de los contagiados por los contagiados que fueron llegando más tarde. No es que sin 8M en España no hubiera habido contagios, pero quizá muchos menos de los que ha habido.
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Por el contrario, resulta un tanto contradictorio que, personas que alaban la dureza del confinamiento, al mismo tiempo afirmen que el 8M no aumentó los contagios, no sólo en Madrid, sino en todas las ciudades donde se produjeron celebraciones masivas. O que personas que afirman que el 8M no aumentó el riesgo de contagio entren en brote al ver a dos personas cruzarse en la acera a sólo 1,99 metros. No digamos si lo que ven es a una serie de personas paseando con banderas españolas o pidiendo la dimisión de Pedro Sánchez, aunque vayan separadas y llevando mascarillas.
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En este sentido, igual que tras el 8M se observa un aumento abrupto de los contagios, también se observa que las protestas contra el gobierno, ya sean las primeras caceroladas allá en torno a primeros de abril, o los primeros paseos de la libertad en mayo, coinciden con una bajada cada vez más apreciable de las cifras de contagiados y muertos. No llegaremos al extremo de decir que desde que empezaron las protestas contra el PSOE y Podemos el coronavirus comenzó a ser derrotado, pero desde luego las protestas contra el gobierno no han traído ningún rebrote ni el amordazamiento de la población estaba justificado por ningún motivo de salud.
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