¿Merece la pena la cuestión de los «datos abiertos»?

El petróleo, entendido como una mezcla de hidrocarburos que tiene un color oscuro, es una fuente de riqueza de considerables magnitudes (pese al hecho de que no todos los países del globo con un mayor Producto Interior Bruto tienen grandes reservas petrolíferas, como es el caso de Austria, Hong Kong, Taiwán y Suiza), podría no ser definido solo como la composición química que es.

Los avances en materia de informática y telecomunicaciones, en la medida en la que nuestro grado de conectividad se intensifica, a la par que un volumen de datos e información cada vez mayor está disponible no solo han permitido que se esté llegando al paradigma del «Internet de las Cosas» (impulsado en parte por las futuras conexiones 5G), sino la gestación de «nuevas oportunidades».

La sociedad demandará estar más informada y puesta al día (aparte de desear que se le facilite su vida cotidiana, en un rango múltiple, diverso y poliaspectual). Para ello, todos esos montones y montones de bits (ceros y unos) a considerar como datos, expuestos a un intenso tráfico virtual y telemático, jugarán un papel clave.

Nos referimos al Big Data, relacionado con vastos conjuntos de información (procesados de una manera algo más eficiente y escalable en la medida en la que las bases de datos NoSQL y las infraestructuras serverless prosiguen su desarrollo). Pero, siendo más concretos, en esta redacción, nos interesan esas combinaciones «públicas» conocidas como Open Data o datos abiertos.

Datos relacionados con la situación meteorológica, la esperanza de vida, las farmacias de guardia en un casco urbano, las retenciones en una autopista, las alertas de incendios, la deuda de una administración gubernamental o los desfibriladores habilitados en un callejero urbano son algunos de los «propósitos» más comunes de este paradigma de datos.

Muchos desarrolladores de apps tienden a cubrir los «nichos» creados por estas colecciones públicas (por ejemplo, hay alguna que otra app para AndroidiOS que te permite consultar los aparcamientos más cercano a tu puesto de trabajo o los autobuses que pasarán próximamente, en cuestión de minutos, por la academia de idiomas).

Los estudiantes también suelen hacerlo, practicando así en muchas ocasiones la interacción con servidores externos, soliendo comprender mucho mejor la arquitectura RESTFul (relacionada con la ingeniería web). En otros casos se llega a comprender mejor, de una u otra forma, el manejo de interfaces de programación y el concepto de servicios web (a veces, tareas ejecutadas en segundo plano).

No obstante, hay quienes mantienen una visión pesimista a estos respectos. Es el caso del bloguero de DZone Kim Lane, que considera que no se han cumplido determinadas expectativas dado que se ha exagerado por parte de las tecnologías, la «necesidad» de leer una letra chica, la falta de inversiones y la carencia de cierto «atractivo» (sin negarse que este se está gestionando y desarrollando de manera adecuada).

Ante ello, para comenzar, hay que aplicar determinado sentido común. Las utilidades contenidas en apps (móviles o web) no dejan de esparcirse, solventando variedad de casos de uso (no hay duda de ello). Se piensa en los asistentes digitales de voz y en los smartphones como objetos que faciliten la vida de las personas al máximo.

Pero si confiamos todo el potencial en este ámbito informático a entidades que ejercen férrea planificación centralizada como los gobiernos, poco conseguiremos. Recordemos que las mejores soluciones en materia informática (por poner ejemplos, distribuciones de Linux o prototipos de hardware) han provenido de empresas privadas, comunidades y fundaciones independientes del poder político.

La idea es que el Open Data vaya en sintonía con la filosofía descentralizada de ese Internet que cada vez brinda acceso a volúmenes mayores de información. Cualquier persona o entidad no estatal debería de animarse a configurar repositorios de datos (aprovechando soluciones como los clústeres de serverless) abiertos que ayuden al prójimo así como a ellos mismos.

Del mismo modo que los buscadores web han ayudado al usuario a informarse y documentarse mejor, los datos abiertos (que emanen de un entorno colaborativo y bottom-up) permitirán a los desarrolladores de software ofrecer utilidades cada vez más prácticas para nuestro día a día. Tenemos una oportunidad valiosa en los sentidos económico, moral (la sociedad puede dar mucho de sí) y técnico.

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